La masividad y la restricción son problemas complejos al que están enfrentados prácticamente todas las facultades del mundo. Aquí, en la mayoría de las universidades públicas el ingreso es irrestricto. El sistema fue la llave para abrir la sociedad a un alto nivel de educación y de desarrollo cultural.
Pero décadas atrás la restricción se producía naturalmente en la escuela media. Había muchísimos menos estudiantes secundarios y era menor a la vez la proporción de universitarios. La explosión educativa cambió esa ecuación y la Universidad hereda hoy no sólo la masividad sino el drama de la mala calidad educativa del Polimodal. El ingreso irrestricto incorpora muchos estudiantes mal preparados que fracasan poco tiempo después en las aulas.
Lo que mide la calidad educativa es precisamente el egreso más que el ingreso. Pueden entrar innumerables aspirantes a cualquier carrera. Los que cuentan son los que al fin consiguen el título.
Como la educación en general, la educación superior se despliega según criterios de calidad. El número de docentes por alumno es importante y los espacios educativos son también cruciales. Si se modifica el número de ingresantes, se debe evaluar con precisión de qué manera la institución los acoge para que puedan efectivamente aprender. La política educativa es infinitamente más amplia que la política del ingreso.
Modificar la metodología del ingreso implica modificar todo el organigrama. Si meramente se enuncia el ingreso irrestricto, simplemente se hace populismo universitario. Sin una gestión que prevea cómo homogeneizar hacia arriba los desniveles, y sin una estrategia para todos los años que demanda una carrera, en los hechos se estará engañando a los alumnos.