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Clarín-Lunes 28: Más de diez mil extranjeros estudian español en la Argentina

Cursan más de 10 horas por semana y la amplia mayoría prefiere aprender en grupo. Vienen de Europa, Estados Unidos y Brasil. Y son muchos los que estudian el idioma por necesidades profesionales.

Karin Banstorp es diseñadora de ropa, tiene 28 años y vino desde Malmö, Suecia, para profundizar sus conocimientos del español. "Todos los hombres que conocí de aquí eran realmente muy simpáticos...", dice lentamente y con una pronunciación de acento incierto. Pero pronto, Karin aporta con desenvoltura otras razones más convincentes que el encanto de los argentinos para justificar semejante viaje: "Argentina es un país muy diferente al resto de Latinoamérica. Se parece más a Europa. Y el cambio del dólar es muy conveniente". Como sea, la joven está en el país con un propósito muy claro: aprender español. Se anotó en un laboratorio de idioma de la Universidad de Buenos Aires. Las clases empiezan hoy. Serán 4 semanas a un ritmo vertiginoso e intenso de tres horas diarias de aprendizaje.

"Lo más difícil para mí son los pronombres y conjugar los verbos", admite la sueca, que maneja a la perfección el inglés y el alemán. Las dificultades de Karin se repiten en la mayoría de los extranjeros que vienen a aprender aquí el español. Y no son pocos. Según un relevamiento de la Asociación Argentina de Docentes de Español y la Dirección General de Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina, fueron 10.469 los alumnos que durante el 2004 se anotaron en los más de 50 centros de todo el país en los que se enseña el idioma (universidades, asociaciones, fundaciones, institutos privados).

"Sin dudas la cifra es alta, pero no tenemos manera de saber cuánto creció con respecto a otros años porque es la primera vez que se hace un relevamiento así", explica a Clarín Luciana Velloso, de la Cancillería. Justamente, la razón que impulsó el trabajo es que la enseñanza del español está en franco proceso de expansión, y por eso "es necesario plantear esta actividad en términos estadísticos, con datos cualitativos y cuantitativos", dice la presentación del informe.

Allí dice que el 44 % de los alumnos elige los cursos que se dictan en centros terciarios y universitarios. Uno es el laboratorio de idiomas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. "El año pasado tuvimos muchísimos extranjeros, entre todos los cursos sumaron 1.120 alumnos", asegura Laura Roseti, directora del laboratorio. Y cuenta que si bien cada vez hay mayor oferta, en general eligen los cursos compactos (60 horas en un mes).

"Antes, los únicos extranjeros que teníamos eran los asiáticos que venían a vivir al país. Ahora, en general, son estudiantes que vienen a hacer aquí sus posgrados", explica Roseti. Tampoco descarta las causas económicas. Un curso básico en Argentina no llega a costar 200 dólares, que es la mitad o menos de lo que cues ta aprender el español en otros países del mundo. "Esto llevó a que los estudiantes también se anoten para aprender otras lenguas, como el portugués", dice.

El relevamiento constata lo que dice Roseti, que el 80 % cursa más de diez horas semanales. Esta elección también se explica con la permanencia de los estudiantes en el país, ya que en el 60 % de los casos la estadía no supera los 30 días. Eso sí, una abrumadora mayoría (el 86 %) prefiere las clases grupales.

El Programa de Cursos para Extranjeros de la Universidad de Mar del Plata existe desde 1997 y cada año tiene más alumnos. Este verano asistieron 53, para los que se dictaron ocho cursos. El programa es bastante especial: "Se busca que el alumno interactúe con nativos en situaciones naturales. Para eso cada grupo es asignado a un estudiante o graduado de la universidad. Así, además de las clases, los alumnos participan en distintas actividades turísticas y educativas, que incluyen paseos, visitas a museos y hasta día de campo y clases de equitación", cuenta Andrea Menegotto, creadora del programa.

Este aprendizaje "extracurso" también explica el porqué de que casi dos tercios de los estudiantes prefieren las casas de familia y los hostales como lugares de residencia. Se sabe que esto da mayor fluidez y cotidianidad al uso de la lengua. Así, el hospedaje se convierte en una suerte de extensión informal y también divertida del aprendizaje.

¿De dónde vienen los estudiantes? Estados Unidos encabeza la lista (44 %) por los programas de intercambio de alumnos.

La mayoría de los que viajan es bastante joven, el 53 % tiene entre 21 y 30 años. Al analizar las motivaciones que los atraen se ve que más de la mitad (51%) se acerca por necesidades profesionales o laborales. Sólo un 16% viene únicamente por el idioma. Y sí, claro, también los seduce el fútbol, la carne, el tango, y el dólar a tres pesos.

Mínima expresión,

Daniel dos Santo, ddossantos@clarin.com

En el diccionario existen unas 90.000 palabras. Un argentino culto usa entre 3.000 y 3.500. Un universitario no va más allá de las 1.500. A un adolescente le alcanzan con 600 y si está chateando por Internet, con apenas 200. Las lenguas, como los humanos, también mueren. La vitalidad del español se mide por la cantidad de gente que lo habla. Con orgullo, es la tercera lengua más hablada del planeta. Sin embargo, tiene una capacidad ociosa lamentable, que condena la riqueza potencial de lo que se quiere comunicar a su mínima expresión.

Problemas con el subjuntivo

El español de Clark Bailey es bastante bueno. De todas maneras, este broker o corredor de bolsa es la segunda vez que viene a la Argentina y que se pone a estudiar el idioma. La otra vez lo hizo en forma intensiva: cuatro horas por día. Ahora lo hace un poco más relajado porque además decidió quedarse unos meses y trabajar desde acá. "Me conecto con mi computadora y es lo mismo", explica.

Clark —30 años, de San Francisco, Estados Unidos— se enamoró de Buenos Aires: "Es una ciudad grande, con mucha cultura, y grandes diferencias con el resto de los países de América Latina. Yo viví cinco años en Nueva York y me hace acordar mucho a esa ciudad. Además, la gente es divertida y amable.", dice.

"Quiero seguir aprendiendo el idioma porque el español es muy difícil. Lo peor para mí es el subjuntivo, porque no lo tenemos en inglés", explica. Y agrega: "Argentina es el lugar más lindo y barato para aprender".

Un alumno que cada vez se queda más

La primera vez que Timothy Fisk pisó Buenos Aires fue el año pasado, y se quedó 4 meses. Le gustó tanto la ciudad que decidió volver, pero esta vez, para quedarse seis meses. El hombre —anda por los 61 años y es profesor de francés en la Universidad Winona de Minnesota— asegura que con la mitad de su salario acá vive como un rey.

Al igual que en su viaje anterior, lo primero que hizo Timothy ni bien llegó fue anotarse en un curso de la Asociación Argentina de Docentes de Es pañol. Va todas las mañanas dos horas. "Me encanta estudiar el idioma. Necesito aprender más, porque todavía cometo muchos errores", admite. Y confiesa los peores: Yo voy en Chile. Vengo en Argentina. "Y digo 'hace parte de', en vez de 'forma parte de'. Por eso me dicen que hablo español como un vasco francés".

Timothy —divorciado y sin hijos— también toma clases de tango, tres veces por semana. "Me encanta. Y estoy muy orgulloso de ser el peor de la clase", dice. ¿Por qué estudiar español en la Argentina? La respuesta no se hace esperar: "Aquí la gente es muy simpática. Y muy culta, con cualquier persona se puede hablar de cualquier tema. Además, se come muy bien. Me encantan los quesos. Ahora el cambio nos favorece. Tres a uno es una buena diferencia. Yo siempre había querido venir a la Argentina, lo que pasa es que antes era un país muy costoso".

No es todo. Tiene planes para volver en el 2006 a quedarse ocho meses. "Todo sea por aprender mejor el español...", bromea Timothy.

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