La Penitenciaría Nacional, construida en la avenida Las Heras en 1876, mostró una voluntad muy firme de brindar educación y oficios a quienes recibieran una condena. A mediados del siglo XX, nuevamente se impulsaron reformas tendientes a humanizar el castigo y tratar de darle al interno herramientas para reinsertarse en la sociedad.
Pero el presente carcelario nacional parece no rendir tributo a esa tradición. La mayoría de los establecimientos penitenciarios están superpoblados y, además, cuentan con una infraestructura deteriorada y mal conservada. El hacinamiento, los problemas sanitarios y los abusos expresan una realidad cotidiana en la cual la educación no tiene mayor incidencia, a pesar de los voluntariosos esfuerzos de los docentes del área educativa del Servicio Penitenciario.
En este contexto, un caso excepcional está dado por la presencia de la Universidad en algunas prisiones. Esta experiencia fue iniciada en el Centro Universitario de la cárcel de Devoto, que ya lleva dos décadas de funcionamiento. La presencia de la Universidad de Buenos Aires ha permitido que se accediera a estudios superiores, con capacidad de incidir en el futuro de los internos. Pero la presencia de la Universidad también debe superar obstáculos burocráticos y organizativos que a veces se imponen en los penales, además de las limitaciones presupuestarias que limitan la contratación de docentes.
A pesar de que en el pasado tuvieron un lugar destacado, la enseñanza y la capacitación no son prioridades en nuestras penitenciarías. Una excepción es la presencia de la Universidad en algunas cárceles.