El auto gris ardía en la esquina mientras los bomberos corrían a apagar las llamas protegidos por la policía. La escena parecía arrancada del estallido social en los suburbios parisinos, cuando la "banlieue" (suburbios) se rebeló en noviembre pasado e incendió 13.000 automóviles. Esta vez eran los mismos protagonistas, pero en la esquina de la rue de Vaugirard y el boulevard Saint Michel, en el corazón de París y la mítica esquina del Mayo del 68 francés.
Los "casseurs" o "rompedores" de los suburbios parisinos aterrizaron en el Barrio Latino para solidarizarse por primera vez con los jóvenes de su misma generación pero universitarios en rebeldía contra la precariedad laboral y el contrato de primer empleo (CPE).
No son politizados, no conocen París porque es para ellos una frontera inabordable y hasta hace poco creyeron que el CPE que el primer ministro Dominique de Villepin diseñó podría ser una ventaja para ellos. Pero la participación de los jóvenes de la banlieu en las marchas los hizo cambiar de opinión. Se unieron a la movilización a su manera: violentamente, con sus códigos y en un enfrentamiento abierto contra la policía, las fuerzas que dirige su adversario personal, el ministro del interior Nicolas Sarkozy.
La noche del jueves al viernes en el Barrio Latino no tuvo nada que envidiarle a la crisis de los suburbios. Se produjeron allí los más violentos disturbios después de la ocupación de la Universidad de la Sorbona la semana pasada. Treinta y cinco policías fueron heridos, junto a 18 manifestantes, periodistas y fotógrafos, atrapados por los bolletazos y piedras que arrojaban los "casseurs" a las fuerzas del orden, atrincherados detrás de grillas de hierro.
Un escenario que asusta al gobierno. La violencia forzó al presidente Jacques Chirac a llamar "al diálogo, a la calma y al respeto", ante el temor de un desborde de la manifestación de protesta de hoy, que podría reunir a un millón y medio de personas en las calles de París y en el resto de Francia.
Los disturbios que confundieron al Barrio Latino con la banlieu parisina no tuvieron a los estudiantes de líderes. Se produjeron después que medio millón de jóvenes partieran de la plaza de Italia para exigir al gobierno que retirara el proyecto de contrato de primer empleo, que les permite a los empleadores despedirlos sin motivo, dentro de los dos años y sin indemnización.
Los primeros incidentes se produjeron al final de la marcha estudiantil, coordinada por los sindicatos, en la estación de Metro Sevres Babylone. La CGT había organizado la manifestación impecablemente, después de una reunión de ellos y los estudiantes con el ministro Sarkozy, que había garantizado una policía discreta y no omnipresente.
Pero cuando los jóvenes de los suburbios vieron a la policía antidisturbios, comenzaron a arrojarle las botellas de cerveza, como si estuvieran en sus barrios. La represión se inició y fue brutal. Los "casseurs" fueron a la plaza de la Sorbona, donde se encuentra la histórica universidad y el centro simbólico de la rebelión.
Comenzaron a romper vidrieras. La policía acercó un camión hidrante, que comenzó a disparar chorros de agua a presión y a lanzar un gas lacrimógeno rojizo.
Las sillas de las terrazas de los cafés de la plaza se convirtieron en proyectiles en manos de los jóvenes, junto a mesas y extinguidores. Cientos de manifestantes confrontaron en un verdadero combate urbano contra los gendarmes y el CRS, la policía antidisturbios francesa.
Los jóvenes se apoderaron de los extinguidores y los vaciaron sobre los cascos y la cara de los policías. Una nube de gas lo cubría todo pero los manifestantes no se amilanaban, a pesar del efecto vomitivo. Atacaban, se replegaban ante la represión y avanzaban hacia la policía, armados con lo que podían: botellas de cerveza, de vino, hasta de champagne. Sillas y macetones de los negocios. Todo valía.
El boulevard St. Germain y St. Michel fueron clausurados al tránsito, ante el temor y desconcierto de los turistas chinos y japoneses. Los servicios de emergencias médicas llegaron al lugar con ambulancias y camiones sanitarios para atender a los heridos e instalar enfermerías en los cafés de los alrededores. Los jóvenes aplaudían a los bomberos y a los servicios de emergencia mientras insultaban a los "flics", como llaman a la policía. Hubo al menos 187 arrestados en los incidentes.
Después los "casseurs" se trasladaron al Carrefour del Odeón, en pleno Barrio Latino y en las cercanías de la escuela de medicina. Allí destrozaron los parabrisas de los autos estacionados e intentaron incendiarlos. Al no conseguirlo dieron vueltas al menos a cinco automóviles. Finalmente eran las 11 de la noche cuando la mayoría de los manifestantes se dispersaron. Pero cien quedaron durante toda la madrugada jugando al gato y al ratón con la policía en las estrechas callecitas del Barrio Latino.
"Esto se parece cada vez más al Mayo del 68, pero con mucha cerveza y más violencia", describe Bernard, un economista asustado que quería regresar a su casa en la zona de Odeón y había encontrado refugio en un restaurante portugués de las cercanías.
La protesta contra el gobierno se vuelve más compleja aún y más volátil con la incorporación de los jóvenes de los suburbios al conflicto. El presidente Jacques Chirac llamó a la "responsabilidad de cada uno" ante las marchas de hoy. "El gobierno —lo saben— está listo al diálogo y por mi parte yo quiero que se abra lo más rápido posible", dijo Chirac en la entrega de unas condecoraciones en el Palacio del Eliseo.
Una salida política está siendo buscada desesperadamente, en la que el gobierno salve la cara. Con serias divisiones internas frente a un instrumento como el contrato de primer empleo —que es parte de la batalla de poder y las aspiraciones presidenciales de Dominique de Villepin contra su adversario partidario Nicolas Sarkozy— los ministros consideran que la única solución es enterrar el CPE. Nadie sabe aún cómo encontrar una fórmula sin humillación para el primer ministro.
El ex ministro de Economía socialista y precandidato presidencial del PS, Dominique Strauss Khan, reclamó a Chirac "suspender el CPE y llamar a todas las partes a una mesa de negociación". "Esperar que se pudra la situación es una tentación indigna de nuestro país", escribió el diputado Strauss Khan en una carta abierta al presidente. "Ya hay policías heridos, comercios asaltados, las facultades son ocupadas por la fuerza y la situación es pesada de amenazas", señaló.
Jean Louis Borlo, ministro de Cohesión Social, trata de salvar al CPE y a De Villepein con una propuesta: agregar "una justificación" al despido de un contratado. Pero el Medef, que reúne a los patrones de las empresas, cree que este argumento sería "matar al CPE".
Al primer ministro Dominique de Villepin no le queda demasiado tiempo para controlar los peligros de las calles tomadas y una tercera manifestación, que puede superar el millón y medio de personas en toda Francia. La demanda de los estudiantes y sindicatos es clara: retiro del contrato de primer empleo o huelga general.
María Laura Avignolo PARIS CORRESPONSAL mlavignolo@clarin.com
Una ley muy resistida
El CPE, o Contrato de Primer Empleo, integra la ley de "igualdad de oportunidades" impulsada por el premier Dominique de Villepin, que nació como respuesta oficial a la exclusión de los jóvenes de los suburbios que protagonizaron los graves incidentes de noviembre. El CPE permite emplear a jóvenes de menos de 26 años hasta por 2 años y despedirlos sin indemnización. Según el gobierno, la "flexibilización" del mercado laboral facilitará la contratación de nuevos trabajadores y hará descender el desempleo. Francia tiene una desocupación juvenil del 22,3%, bastante más que el promedio europeo, que es del 18%.
Modelo
Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com
En Francia, hoy, 25% de los jóvenes está desocupado. Eso es porque en ese país como en otros al norte y al sur mundial, la economía no absorbe empleo, más bien lo expulsa. Y el escenario no se modifica ni siquiera en situaciones de crecimiento. Lo que falla es el modelo. Se ve en la forma de encarar el problema. El método del despido barato va hacia los tiempos previos al nacimiento de la legislación laboral que tuvo como propósito balancear las tensiones dentro del capitalismo. El Estado benefactor lo impone Bismark y lo recrea el establishment naciente británico de la Revolución Industrial, precisamente para no perder control. Porque lo razonable es que si no hay protección, al cabo lo que se produce es un rechazo que puede tomar múltiples formas. No se requiere una mente en extremo sutil para advertir esa evolución. Las marchas en Francia están mostrando un punto de quiebre en ese equilibrio. Como la rebelión de los suburbios de noviembre, mostró que los guetos de desposeídos e inmigrantes ya no van a participar en silencio de su parte de la historia.
Lo dice Cohn-Bendit
Daniel Cohn-Bendit, figura legendaria del Mayo francés, dice hoy en "The Financial Times" que las protestas reflejan "una crisis política seria. Los jóvenes tienen una visión negativa del futuro. Mayo del 68 fue un movimiento ofensivo, con una visión positiva del porvenir; los que protestan hoy están en contra de todo. Están a la defensiva, movidos por el miedo ante la inseguridad y el cambio", dice Cohn-Bendit.
Revueltas en una ciudad en llamas
La revuelta que sacude París por una polémica reforma laboral evoca, aunque son fenómenos muy distintos en sus causas y contexto, el estallido social de octubre y noviembre pasados en los suburbios parisinos y otros puntos de Francia —encabezado por inmigrantes excluidos— y, más atrás en el tiempo, el célebre "Mayo francés" de 1968. Aunque con este último, hay todavía más diferencias, excepto por el hecho de que fue protagonizado sobre todo por jóvenes estudiantes junto con trabajadores.
A fines de octubre de 2005, una rebelión popular que duró varias semanas explotó en la comunidad de familias inmigrantes, sobre todo de origen musulmán, del norte de Africa, cuando dos jóvenes que eran perseguidos por la policía murieron electrocutados al intentar esconderse en un sitio peligroso. Los reclamos se concentraron en la exclusión social que enfrenta esa comunidad, y en los brotes xenófobos según los cuales no eran considerados siquiera ciudadanos franceses, cuando lo son, ya que en general los jóvenes movilizados nacieron en Francia.
El gobierno de Jacques Chirac reprimió y debió declarar el estado de emergencia luego de que, a lo largo de varias jornadas, fueron quemados centenares de autos —la quema fue el símbolo de la revuelta— y murieron algunas personas. Uno de los principales focos de ira de los rebeldes fue el ministro del Interior (él mismo de familia de inmigrantes húngaros) Nicolas Sarkozy.
Francia, pese a su extendido estado social, no pudo escapar del todo a la penetración del neoliberalismo. En cambio, en 1968 el Estado benefactor regía a pleno, como en otros países. Pero ese año fue el punto de inflexión del sistema mundial, para el cual la regulación pública, las conquistas sociales y hasta la democracia misma tenía "excesos", como decía por entonces la Comisión Trilateral. Y para colmo, la tasa de ganancias de las empresas caía.
Hubo una reacción a escala mundial por parte del poder económico, que fue uno de los factores del Mayo francés, como del "otoño caliente" en Italia o de la resistencia de los movimientos civiles en EE.UU. Por cierto, en América Latina la reacción fue mucho más violenta y en los años 70 implicó sangrientos golpes militares.
En París del 68, con aquella figura emblemática del estudiante Daniel Cohn Bendit (Dany, el rojo), o del filósofo Jean Paul Sartre marchando, el malestar de los jóvenes iba más allá de los problemas derivados de la vieja y deteriorada estructura universitaria, aunque eso disparara el conflicto. En rigor, los jóvenes, y luego los sindicatos, desafiaron todo el orden social vigente: desde la estructura de producción hasta los valores familiares.
La historia dice que el gobierno de Charles de Gaulle, ya en sus finales, obró erróneamente al provocar una brutal represión, que aceleró el conflicto. El 2 de mayo la violencia policial inició el "Mayo francés" y fue respondida por bombas caseras armadas por miles de universitarios. Y unos días después el gobierno cerró las facultades de la Sorbona y otras. "Prohibido prohibir", gritaban los estudiantes. Una marcha de casi un millón de personas protestó contra De Gaulle.
El barrio latino y la Sorbona se convirtieron en campo de batalla. Y quizá sea ése, en verdad, uno de los pocos puntos de comparación con los sucesos de estos días. Francia era entonces un estado todavía mucho más inclusivo, aún con los inmigrantes, y con capacidad de conceder reclamos. De hecho, los sucesos del 68 se fueron apagando cuando los gremios, que se sumaron detrás de los estudiantes, obtuvieron reivindicaciones salariales y laborales luego de una huelga que abarcó a 10 millones de personas.
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28 de noviembre de 2024