Los mayores problemas siempre son en matemáticas. Aunque la educación y las matemáticas están unidas desde su origen: los primeros maestros enseñaban álgebra y geometría para comprender la lógica del universo, desde los movimientos astronómicos hasta la estructura íntima del tiempo. Y enseñaron matemáticas porque esa ciencia pura e implacable era imprescindible para hacer las cosas.
No conocer los rudimentos de las ciencias exactas implica renunciar a ejercer los procesos intelectuales básicos. Las matemáticas son el motor de la capacidad de abstracción. ¿Por qué hay tanta dificultad para aprenderla? Algunos dicen que el problema reside en los métodos de enseñanza. El rector de la UBA, Jaim Etcheverry, fue al prestigioso instituto Weitzman, en Israel, para ver un programa súper moderno de aprendizaje por computación. Sin embargo, el rendimiento de los chicos no superaba el promedio mundial. ¿Qué país lidera ese ranking?, preguntó. Singapur, donde se enseña matemáticas con los métodos tradicionales. La clave del éxito allí es la cultura del esfuerzo. Métodos hay muchos, pero sin estudio y sin constancia las matemáticas no entran.
La extensión de clases es resistida por empresarios turísticos. Un clásico argentino: una cosa es proclamar la importancia de la educación y otra, demostrar con hechos que la educación interesa. Así, como dice el mismo Etcheverry, la escuela secundaria seguirá siendo una larga preparación para el viaje de egresados.