Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

Clarín: Un ojo mendocino para observar los rayos cósmicos

Es un observatorio único en el mundo. Aunque no está terminado, ya funciona.

11 de noviembre de 2005, 12:24.

Un enjambre de partículas llamadas rayos cósmicos bombardean la capa superior de la atmósfera. Se sabe que eso ocurre desde hace más de 30 años, pero nadie sabe todavía de dónde vienen los rayos ni qué son exactamente. Ni tampoco nadie se explica cómo estos rayos cósmicos se aceleran. Para aclarar estas cuestiones, se sigue construyendo el Observatorio Pierre Auger, en Malargüe, en el sur de la provincia de Mendoza.
Ayer, se realizó en la sede del observatorio una celebración con más de 300 personas para presentar los primeros resultados. Contó con la asistencia del gobernador de Mendoza, Julio Cobos, y del profesor Jim Cronin, premio Nobel de Física.
"Ya demostramos que este experimento único en el mundo es viable, que puede funcionar con una mejor calibración que los experimentos de observación de rayos cósmicos que se han realizado hasta ahora", dijo a Clarín el profesor de la Universidad de Leeds, del Reino Unido, Alan Watson, uno de los líderes del observatorio, cuyo funcionamiento depende de una cooperación de 16 países.
Entre otras instituciones, están el Laboratorio Fermilab, la Fundación Nacional de Ciencias, y la UNESCO. Por la Argentina: la Comisión Nacional de Energía Atómica (Instituto Balseiro y al Centro Atómico Bariloche); la Universidad Nacional de Plata; la Universidad Nacional de Cuyo y la Universidad Tecnológica Nacional.
Watson es optimista: "Creo que en dos años, si es que terminamos a tiempo la construcción del observatorio, ya tendremos alguna respuesta a las preguntas que nos hacemos". El físico comentó que desde allí se aportará el conocimiento básico, pero que "es posible que los sistemas electrónicos y de telecomunicaciones que se desarrollaron especialmente pueden tener aplicaciones que no se han pensado aún".
En total, el Observatorio de Malargüe costará 50 millones de dólares. Cada país hace aportes con instrumentos y equipamiento. Y también con los científicos y técnicos que suman 360.
Todavía el observatorio no está terminado, pero los investigadores ya pueden hacer observaciones de rayos cósmicos. Por ejemplo, el año pasado detectaron aproximadamente 30 lluvias de rayos de ultra alta energía, que son de interés para contestar a los interrogantes que dieron marcha al proyecto.
El Observatorio Pierre Auge es único. Le gana incluso en tamaño a otro que está en Japón, que ocupa apenas 100 kilómetros cuadrados. Esta superficie era insuficiente para reunir una razonable cantidad de información, hay que tener en cuenta que cae una partícula de rayo cósmico por kilómetro cuadrado por siglo.
En cambio, el de Malargüe cubre un área de 3.000 kilómetros cuadrados (al descampado). Gracias a esta mayor superficie, se tendrá más chances de detectar más rayos y de analizar la dirección de llegada.
Otra característica que lo distinguen es que se trata de un observatorio híbrido: tiene una red de detectores de agua en la superficie y un sistema de telescopios de fluorescencia, que sirven para observar las partículas invisibles que caen.
Se prevé tener 1.600 tanques detectores en la superficie en el sitio de Malargüe. Ya se han colocado 1.000. Esos detectores son de plástico, pueden contener 12 toneladas de agua pura y funcionan con energía solar. Hay una distancia de 1,5 kilómetro entre cada uno.
Los dos métodos se combinan para estudiar las lluvias de rayos cósmicos. Estos rayos llegan a la atmósfera y generan una cascada de eventos. Por un lado, sus electrones provocan una luz de fluorescencia, que puede ser captada por los telescopios.
Mientras tanto, la cascada producida por los rayos cósmicos también está formada por otro tipo de partículas, como los muones que, junto con los electrones, alcanzan la superficie de la Tierra. Para registrarlos, están entonces los detectores de plástico que miden el perfil lateral de la lluvia de rayos cósmicos.
Hasta ahora ninguno de los científicos tiene las respuestas sobre el origen. Aunque están seguros de que se trata de rayos ultraenergéticos y, por lo tanto, nadie duda de que son de origen extragaláctico. Porque ninguna fuente dentro de la Vía Láctea podría ser capaz de emitir algo con semejante energía.
 
Perfil
Premio Nobel
Jim Cronin ganó el Premio Nobel de Física en 1980. Lo recibió por haber logrado con éxito un experimento que demostró que ciertas reacciones subatómicas no seguían ciertos principios de simetría fundamental. Pero "no es más que un premio que permite conocer mucha gente", dijo a Clarín ayer. Ahora su energía está puesta en el Observatorio Pierre Auger, en Mendoza. No puede descansar hasta tanto no sepa de dónde vienen los rayos cósmicos.
 
PERFIL
La científica más joven
"Al principio, todo era como una aventura de artesanos. Ahora pasamos a una etapa de construcción en serie", dice Carla Bonifazi. Esta física argentina de 30 años está también dedicada a revelar el misterio de los rayos cósmicos y ya ha pasado por casi todas las tareas dentro del observatorio: participó en cuestiones como sacar arbustos en el campo para colocar tanques detectores en el campo y los telescopios en pleno invierno y hasta en el análisis de los datos que se obtienen.
Carla está en todo. Es extremadamente diligente y solidaria con sus colegas. Hasta ayer se dio cuenta que el Premio Nobel Jim Cronin necesitaba un vaso de agua mientras daba su discurso y se lo alcanzó al escenario. Dice que la matemática la entusiasmó desde chica. "Pero casi no tuve física en la escuela. La enseñan mal". Entonces un día se enteró que la Comisión Nacional de Energía Atómica daban seminarios de divulgación para chicos y allí fue. Se trata del Laboratorio Cero, que sigue funcionando.
"A través del Laboratorio Cero, empecé a tener contacto directamente con los científicos y con las últimas novedades". Sintió que lo suyo era seguir la licenciatura en física y el doctorado después en la Universidad de Buenos Aires, con beca del Conicet. "La física es un campo muy amplio, aunque no lo parezca". Después, consiguió una pasantía entre la UBA y la CNEA y se involucró en el proyecto de Pierre Auger en 1997, cuando aún no se había elegido a Malargüe como sede. Ahora, forma parte del 10% de mujeres científicas (en total son 360 investigadores y técnicos) que trabajan para el observatorio.
"Había trabajado en óptica antes, pero no me gustaba tanto. En cambio, me fui enganchando tanto con los rayos cósmicos que hoy son parte esencial de mi vida". Ahora tiene un novio cosmólogo y pasa sus semanas entre Malargüe y en el Centro Brasilero de Investigaciones Físicas, Río de Janeiro, Brasil. Planea irse más de un año a investigar a Francia, siguiendo el misterio de los rayos cósmicos.
Valeria Román. MALARGÜE. ENVIADA ESPECIAL vroman@clarin.com 

Contenido relacionado