Investigadores de la UNCuyo aconsejan la construcción de contenedores recubiertos con este mineral para almacenar los residuos tóxicos.
Insisten con la urgencia de la recolección diferenciada debido a su peligrosidad.
El destino final de las pilas y baterías sigue siendo un motivo de desvelo para fabricantes, científicos y usuarios. No existe todavía una metodología que permita controlar la contaminación que estos elementos causan, sólo la certeza de que eso ocurre y de que hay que minimizarla lo mejor posible.
En la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria de la UNCuyo, en San Rafael, investigaron una nueva tecnología para el tratamiento y disposición final de estos residuos tóxicos que sea económica, viable y que prevea un reciclado futuro. Su objeto de estudio fue la bentonita, un mineral natural que tiene usos diversos, entre ellos como impermeabilizante de suelos, ya sea para obras civiles o para vertederos controlados. Esta arcilla tiene propiedades absorbentes que impiden el ascenso de las napas freáticas.
En sus experimentaciones, los investigadores comprobaron que metales de las pilas como cromo, manganeso, mercurio, zinc, cadmio, níquel y cobre son atraídos por la bentonita, lo que les permite afirmar que el mineral es óptimo para diseñar contenedores para almacenar pilas y baterías usadas.
“Por otra parte, observamos la movilidad de los metales aún en condiciones de baja humedad. Muchos investigadores consideran a las arcillas como la bentonita como una buena aproximación de lo que ocurre en un suelo, por lo que es muy posible que una pila usada, abandonada en un suelo que no tenga contacto directo con fuentes de agua, vaya contaminándolo poco a poco con estos metales”, explica Rogelio Di Santo, director de la investigación.
La bentonita funcionaría así como una buena “barrera química” para evitar que los metales contaminen el ambiente. Sin embargo, advierten que es necesario instalar en los contenedores otra “barrera física”, compuesta por algún material impermeable y resistente que impida que la bentonita entre en contacto con el agua y el suelo y libere los metales adsorbidos. Pero el problema es que no se ha descubierto todavía un material resistente adecuado para esto, por lo que la solución la aportaría una “doble barrera física”: un material plástico (“un polímero de alta densidad”) para impermeabilizar y otro estructural, como el cemento, para que el contenedor resista al paso del tiempo.
Una pila de tóxicos
Los científicos de la UNCuyo aclaran que su propuesta no es la solución mágica a este problema y que es sólo un avance en el tratamiento de estos residuos.
“La idea de este tipo de tratamiento es impedir la contaminación que pueden causar las pilas, y por eso se aíslan de esta manera. Lo ideal sería que todas las pilas que se usan se pudiesen reciclar, pero actualmente la tecnología de reciclado no es económicamente viable, salvo para algunos casos muy específicos. Por lo tanto, nuestra idea es que estas pilas retenidas en los contenedores no contaminen”, dice Silvana Martínez, integrante del equipo de investigadores.
“Actualmente estamos estudiando posibles diseños de contenedores que permitan recuperar las pilas en el futuro, y reciclarlas cuando esta tecnología sea rentable. Es por esto que no hemos considerado la disposición final de las baterías de níquel-cadmio, ya que éstas se reciclan actualmente”, agrega la profesional.
¿Pero de qué manera contaminan las pilas y baterías? Liberando los constituyentes tóxicos (metales pesados) al medio, generalmente al agua, aunque también puede ser al aire o al suelo, con lo cual pueden aparecer en la cadena alimenticia. Por ejemplo, una sola pila alcalina puede contaminar hasta 175.000 litros de agua, más de la que consume una persona en toda su vida. Aunque son menos contaminantes que las pilas botón (las de reloj), son las más peligrosas porque son las más usadas y no existe ninguna técnica para su reciclado.
“La solución es reemplazar el mercurio por productos no peligrosos, algo que los fabricantes de pilas están haciendo actualmente”, dice Martínez.
En el caso de las baterías de níquel-cadmio (que se usan en teléfonos celulares, filmadoras, cámaras de fotos, etcétera) tienen la ventaja de que tienen mayor vida útil porque se recargan, lo que retarda su disposición como residuos. “Están constituidas por níquel laminado y cadmio separado por polipropileno o nylon, todo arrollado en espiral. No contienen mercurio, el metal más peligroso, pero sí cadmio”, explica la investigadora, que aconseja no tirarlas porque sí pueden ser recicladas. “Cuando se incineran producen vapores muy tóxicos y cancerígenos”, advierte.
¿Es decir que vivimos rodeados de potenciales venenos sólo para que nuestros aparatos electrónicos tengan autonomía? El peligro se debe a que como en nuestro país no se realizan tratamientos para pilas y baterías –salvo en algunos municipios, como Bahía Blanca- todas van a parar a la basura común, junto a otros residuos.
Di Santo reconoce que es posible que estemos en contacto con agua o suelos contaminados sin saberlo. “También existe la posibilidad de estar en contacto con vapores de mercurio provenientes de pilas usadas que estemos dejando en nuestras casas, ya que como las personas saben que las pilas contaminan, muchas veces no se animan a arrojarlas a la basura común, y las van acumulando. Esto puede ser peligroso, sobretodo si están todas juntas, ya que eso acelera el proceso de oxidación”.
Una solución sería arrojarlas de a una a la basura, para reducir los índices de contaminación en grandes volúmenes de residuos. Sin embargo, ya vimos que una sola pila, en contacto con las napas freáticas, puede contaminar miles y miles de litros de agua lentamente.
De ahí que, por el momento, la solución sea la de separar y seleccionar las pilas y baterías usadas para su tratamiento y disposición final de forma que no alteren el ecosistema. Y, según comprobaron estos científicos, un sistema posible para ello pueden ser los contenedores de bentonita como “barrera” para los metales tóxicos.
“Asesinos” en potencia
Todos los metales de las pilas y baterías son perjudiciales para la salud humana. Los más peligrosos son:
-Mercurio: puede causar daños en el sistema nervioso, insuficiencia renal, trastornos gastrointestinales, dermatitis, ulceraciones de conjuntiva y cornea (ceguera). En exposiciones continuas pero en bajas dosis, en forma crónica: debilidad, anorexia, pérdida de peso, insomnio, diarrea, pérdida de dientes, gingivitis, irritabilidad, temblores musculares suaves, y sacudidas repentinas, sialorrea (salivación profunda). De acuerdo con la dimensión de su ingestión, puede provocar hasta la muerte.
-Manganeso: produce daños en el sistema nervioso central y fallas hepáticas.
-Cadmio: está calificado como cancerígeno, causa trastornos en el aparato digestivo y renal. Es muy peligroso para las embarazadas (provoca anencefalia, abortos y malformaciones congénitas). También produce una enfermedad llamada ITAI-ITAI, caracterizada por intensos dolores óseos y fracturas espontáneas debidas al ablandamiento de los huesos.