El replanteo de la educación castrense apunta a modificar la formación profesional y a ampliar con materias jurídicas, humanísticas y sociales el perfil del “ciudadano militar”.
Cambiar la educación es uno de los trabajos más arduos y lentos. Y la educación militar más aún. Contenidos anquilosados, valores antidemocráticos y métodos denigrantes fueron durante décadas el estigma de la formación castrense. Pasaron más de veinticinco años de democracia, mucho cambió pero mucho queda por hacer. Entre marzo y junio se va dictar un curso intensivo para oficiales instructores, los encargados estrictamente del área militar, de las escuelas de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas. La formación de jóvenes en la Argentina contemporánea, ciudadanía y desarrollo profesional, transmisión de saberes técnico-militares y el ejercicio del mando son los ejes ideados desde el Ministerio de Defensa para encauzar la relación entre ese militar que, por el régimen de internado, se transforma en virtual tutor y los cadetes y aspirantes. El abuso de autoridad en un sistema donde las denuncias ya no se pueden mantener en secreto es una las principales causas que motiva la mayor cantidad de bajas dentro de la formación. En simultáneo, se amplió también el espectro de materias generales: desde derechos humanos hasta derecho constitucional, pasando por historia desde 1810 hasta la actualidad, entraron a los institutos castrenses en boca de docentes civiles, jóvenes, egresados de universidades.
En diálogo con Página/12 la subsecretaria de Formación Militar, Sabina Frederic, explica que en el curso para instructores “se va a tratar toda la problemática de lo que es ser un militar ciudadano, que es esto de servir a la patria, que a su vez significa renunciar a algunos derechos por elección, como es la representación política, la agremiación, pero al mismo tiempo significa una serie de derechos que ejercer y que los cadetes tienen que asumir, ellos y el prójimo”. El ejercicio del mando es otro de los módulos centrales de capacitación. “Los valores morales del ejercicio del mando y la disciplina: ahí hay todo un tema sobre el abuso de autoridad. Esta gestión ha trabajado mucho sobre este tema, los directores de los institutos tienen un control muy estrecho: cualquier problema de abuso de autoridad inmediatamente llega acá. En general una de las principales causas de baja dentro de la formación es por abuso de autoridad de los cadetes mayores sobre los más jóvenes”, dice Frederic.
Si bien la estructura jerárquica hace a la esencia de la organización militar, son otros los códigos que entran en juego. “Hoy en día, a diferencia de hace quince, veinte años, entre el cadete y el aspirante y el oficial instructor hay una comunicación por teléfono celular. Lo que pasa en el Colegio Militar o en la Escuela Naval no pasaba hace una década: los oficiales instructores que hoy son docentes de estos alumnos no vivieron esto, la distancia que había entre el oficial instructor y el cadete era inaccesible”, compara esta mujer de 43 años que empezó a indagar sobre la formación militar desde el prisma de la mirada de género, derivó en la coordinación de un consejo para aggiornar los planes de estudio y acaba de asumir como subsecretaria (ver aparte).
Haciendo camino
La formación de oficiales y, sobre todo, de oficiales superiores, es decir aquellos preparados para ejercer la dirección estratégica de las Fuerzas Armadas, ha sido un refugio para muchos retirados. El año pasado saltaron a la luz dos casos extremos: el del almirante Roberto Pertusio y el de Julio Cirino. El primero, procesado por la represión ilegal en Mar del Plata, y el segundo, identificado como personal de inteligencia comprometido con la dictadura. Ambos se habían desempeñado hasta hace poco como docentes en la Escuela de Guerra y en el caso de Pertusio como investigador del Centro de Estudios Estratégicos de la Armada. Ambos están presos en Marcos Paz.
–¿Qué pasa con la selección de los docentes de las materias que no son estrictamente militares? Todavía hay muchos militares retirados que dan clases y que no han pasado por un proceso de selección como el que requiere la actividad universitaria –le preguntó este diario a Frederic.
–Eso es algo sobre lo que el ministerio ha trabajado y tiene para hacer. El año pasado se implementaron siete materias en los institutos de formación que fueron el resultado de un Consejo de Educación que se constituyó apenas asumió la ministra. Se introdujeron Derecho Constitucional y Administrativo, Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario; Estado, sociedad y mercado; Derecho Militar –ahora está la reforma del Código de Justicia Militar y la reglamentación que es insumo para las materias–, Historia argentina desde 1810 a la actualidad, Sociología de las Organizaciones y Nuevos escenarios de las relaciones internacionales. Tienen una batería de contenidos que cubren aquello que el ministerio detectó como fundamental que se aprendiera y no se dictaba. Este año se van a dar talleres de orientación a esos docentes tanto con gente de la subsecretaría como con profesores de las universidades nacionales. Nos interesa que se sumen, es importante la apertura de los dos lados. Es cierto que hay profesores que tienen como derechos adquiridos, que hace mucho tiempo que están dando clases, no en estas materias. En estas materias se incorporó personal docente nuevo que viene de dictar clases en universidades. Más o menos un 30 por ciento dicta clases en universidades también y el resto sí es gente que está trabajando desde hace mucho tiempo. Los currículum los hemos visto, es gente que tiene trayectoria pero hay que ir con cuidado para que la reforma sea viable y no se generen resistencias.
–¿Qué resultados arrojó el diagnóstico sobre la aplicación de esas siete materias?
–Los docentes están interesados en que estas materias funcionen, entre comillas, como una cátedra del ministerio. Provocó la necesidad de discutir entre ellos cómo dictan cada curso y cómo no superponer contenidos. Creo que hay una apertura en las fuerzas que es importante aprovechar, a través del ministerio, con el sistema universitario nacional. Eso es algo en lo que la ministra y la Presidenta están muy interesadas: en comprometer a las universidades nacionales en este proceso. Todos sabemos que tiene una historia muy complicada pero sin la colaboración de los intelectuales y los académicos de las universidades públicas se hace difícil, si no se queda capturado por algunas universidades privadas que, a veces, no son realmente de calidad: articular que los docentes de universidades públicas participen en los institutos militares y que los estudiantes de los institutos puedan cursar materias en las universidades nacionales. Ya en el Colegio Militar de la Nación, los cadetes de cuarto año cursan Metodología de la Investigación en la Universidad de Tres de Febrero y los de la Escuela Naval Militar cursan Derecho en la Universidad Nacional de La Plata.
–Cuando comenzaron las reformas en los planes de estudio, algunos sectores conservadores plantearon el riesgo de que entrara la política a la formación de los militares, ¿cómo lo evalúa?
–Por ahí es bueno que entre la política, no en un sentido partidista. Los militares son personas que están interesadas también en la política nacional, son ciudadanos y tienen que votar, aunque no sean representantes. Lo que permiten esas materias es abrir el pensamiento, pensar más pluralmente; la realidad es compleja, hay perspectivas diferentes y en función de esas perspectivas hay consecuencias distintas sobre la operación de esa realidad. Creo que introducir eso en la formación militar es fundamental, es poner al profesional militar a la altura de la formación universitaria. Y bueno, aquel militar que quiera hacer política va a tener que pedir la baja. Creo que son fantasmas que son lógicos. Hay que tener en cuenta que uno puede avanzar, pero hay que tener cuidado porque tenemos que formar militares, no podemos formar médicos ni sociólogos. Creo que estos conocimientos van a permitir formar profesionales capaces de discernir situaciones, de relacionarse con el prójimo. Es importante que académicos, intelectuales empiecen a ver con otros ojos la realidad del mundo militar, que no es la historia de los ’70. Además el Estado ha decidido que las Fuerzas Armadas son necesarias.
La resolución de los juicios por los delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar es una de las claves para que los nuevos militares puedan recuperar “prestigio”. Frederic señala que “es fundamental la articulación” con la sociedad civil porque las Fuerzas Armadas son una institución que “requieren del honor, del reconocimiento. Afortunadamente la institución militar de hoy no es la de los ’70. Dentro de las fuerzas hay un rechazo absoluto, a mi criterio demasiado individual, a lo que pasó. Creo que más allá de lo que dijo algún general, tiene que haber una posición institucional de las Fuerzas Armadas: los mayores les deben eso a los jóvenes. Eso va a contribuir a integrar”.
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