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Concierto Temporada Oficial de la OS UNCUYO

El próximo viernes 04 de septiembre, a las 21.30 hs., la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo, bajo la dirección del Mtro. Stefan LANO (EEUU), continúa su Temporada Oficial con el Concierto Conmemoración del 200º Aniversario del fallecimiento de Franz Joseph Haydn. El programa presentará la Obertura Trágica Op. 81 Re menor de Johannes BRAHMS y la Sinfonía Nº 9 en Do mayor D.944 “La Grande” de Franz SCHUBERT. La venta anticipada de entradas es en la boletería del Teatro Universidad de lunes a viernes de 10.00 a 12.00 hs. y de 18.00 a 20.00 hs., el valor de las mismas es de $20 para público general y de $15 para estudiantes, jubilados y personal UNCUYO. por Guillermo Díaz

imagen Concierto Temporada Oficial de la OS UNCUYO

Acerca del Director:

Mtro. Stefan Lano
(EEUU)

Director musical del Teatro Colón de Buenos Aires, (Argentina) desde 2005, Stefan Lano comenzó a dirigir por su trabajo como compositor, y tras una extensa ocupación en plantilla musical de la Ópera Estatal de Viena. El estreno de su Sinfonía núm. 1 (Yuval) en el Festival de música de Newport, le aportó experiencia inicial en el género sinfónico, como compositor tanto como director. Tras completar sus estudios de Composición en el Conservatorio de Música y Biología de la Escuela Oberlin, le otorgaron una beca completa en la Universidad de Harvard, de la que tiene un doctorado en composición. Entre sus premios como compositor hay un premio BMI por su Sinfonía núm. 1, el primer premio de la National Society of Arts and Letters por su Concierto para piano orquesta de vientos y un premio de la Fundación Rockefeller American Music Center Composition Grant. Como estudiante de 1. Yun en Berlín, recibió una beca de la Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) en 1977, en cuya época compuso su Sinfonía núm. 2 (Grodek). Como resultado, fue contratado como correpetidor y kapellmeister en la ópera de Graz. En 1982, Lorin Maazel le propuso para la plantilla musical de la ópera Estatal de Viena, donde permaneció muchos años, durante los cuales también trabajó e interpretó en el Festival de Salzburgo, en el Teatro alla Scala de Milán y Teatro Liceu de Barcelona.

En 1988, le nombraron director asociado de la Orquesta Sinfónica de Pittsburg, puesto que ha mantenido durante tres temporadas antes de volver a Europa. Desde su regreso a Europa en 1991, se ha ganado el respeto de crítica y público en los centros musicales más importantes de Europa, Japón, Canadá América del Sur y EE.UU.

Stefan Lano fue invitado a inaugurar la temporada 1993 de] Teatro Colón de Buenos Aires con la versión completa de Lulu de Alban Berg, lo que le inició en las representaciones en América del Sur. La prensa alabó esta producción como una de las más importantes y significantes en la historia de Teatro Colón de Buenos Aires.

Desde entonces, Lano ha sido invitado habitual en Buenos Aires, dirigiendo Wozzek y El Castillo de Barba Azul en 1995, El Amor de las Tres Naranjas en 1998, La Ciudad Muerta de Korngold y Salomé de Strauss en 1999. Al finalizar la temporada 1999, la Crítica Musical Argentina le concedió la distinción al Mejor Director Extranjero. Stefan Lano debutó en la ópera Metropolitan dirigiendo The Rake's Progress en 1997, donde también preparó la producción de la Met de Arnold Schönberg Moses y Aaron. Esto le facilitó contratos con la ópera de San Francisco para Lulu de Berg, The Ballad of Baby Doe de Douglas Moore, la ópera de San Luis La Bodas de Fígaro y Salomé de Strauss en la ópera de Cincinnati. Un debut importante fue en 2002, cuando Stefan Lano dirigió en versión de concierto Wozzek de Alban Berg con la Orquesta Sinfónica de Montreal. La crítica y la prensa aclamaron a Lano y a la orquesta y al final de la temporada se les concedió el premio OPUS al mejor concierto de la temporada 2002, por el Consejo Musical de Québec.

Durante este temporada también volvió a la ópera de Cincinnati para una nueva producción de Jake Heggie: Dead Man Walking, La Damnación de Fausto de Berilos en el Teatro Colón y diversas apariciones en conciertos en Santiago de Chile, Atenas y Vilnius (Lituania), así como conciertos en España con la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Fue invitado de nuevo por la Sinfónica de Montreal en 2003 para dirigir El Castillo de Barba Azul de Bartok y la música completa para ballet de Bacchus y Ariadna, de Roussel. Para estos conciertos, tanto él como la orquesta volvieron a ganar el premio OPUS al mejor concierto de la temporada 2003. Esto fue seguido de una producción conmemorativa de la ópera de Alberto Ginastera Bomarzo en el Teatro Colón, una nueva producción de Turandot de Puccini en el Teatro de Opera Nacional de Lituania y conciertos con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, la Sinfónica de Singapur y la Filarmónica Nacional Lituana con el pianista Muza Rubackyte. El estreno mundial de su Sinfonía núm. 3 (EIKASIA), tuvo logar en diciembre de 2004 con el propio compositor dirigiendo la Orquesta Filarmónica Nacional Lituana. Actualmente está orquestando sus Sieben Lieder, sobre textos de Rainer María Rilke y le han encargado componer un concierto nuevo de piano para Muza Rubackyte y la Filarmónica Nacional Lituana. Durante la temporada 2005, Lano ha estrenado dos óperas en EE.UU.: Lysistrata de Marco Adamo en la ópera de Houston, y Margaret Garner de Richard Danielpour en coproducción con el Teatro de ópera de Michigan, la ópera de Cincinnati y la Compañía de ópera de Filadelfia. En noviembre y diciembre 2005 ha dirigido Porgy and Bess de Gershwin en la ópera de Atlanta y el Capriccio de Richard Strauss en el Teatro Colón.

Además de continuar como director musical del Teatro Colón en 2007, debutará como director en la Semperoper de Dresden y en la Filarmónica de Dortmund, y volverá a colaborar con la Compañía de ópera de Filadelfia y la ópera de Cincinnati.

 

Acerca de las Obras:

Johannes Brahms (1833-1897)
Obertura
Trágica
(Op. 81)
 

“Una ríe, la otra llora”, dijo Brahms de sus dos oberturas. La Trágica es tan seria como graciosa su compañera. Pero mientras que la del Festival Académico, interpretada por nuestra Orquesta Universitaria en el concierto del 12 de junio próximo pasado, fue compuesta rápidamente, los materiales de la Trágica se gestaron a lo largo de poco más de una década. Los primeros bosquejos fueron escritos en 1969, año de la composición de la Rapsodia para contralto, y la partitura sólo quedó terminada en 1880. El estreno se realizó en Viena en diciembre de ese mismo año.

La obra no es el resultado de una inspiración súbita; la complejidad de sus conflictos temáticos, rítmicos, armónicos y la meditada intensidad  del discurso sonoro revelan que fue el fruto de largas reflexiones y que Brahms, como era habitual en él, sólo pudo estar satisfecho con la partitura después de haber logrado vencer una larga serie de dificultades.

La tonalidad de la Obertura Trágica es la de re menor, la misma tonalidad trágico-heroica de la Novena Sinfonía de Beethoven, de la Cuarta de Schumann y del Primer Concierto para piano del propio Brahms. La obra ha sido forjada sobre la forma Sonata, con una sección fugada en la parte correspondiente al desarrollo.

Aunque esta Obertura ha provocado varias tentativas de interpretación literaria, lo cierto es que estamos, como siempre, cuando se trata de Brahms, ante una obra de música pura, muy representativa, sí, de su temperamento nórdico: fogosa, ruda, huraña, con momentos en los que el movimiento parece inmovilizarse e interiorizarse y otros que parecen avanzar al ritmo de una marcha apagada y enigmática.

En su soneto “A Johannes Brahms” (La moneda de hierro), Borges tiene presente “los jardines” que el músico ha “prodigado a la plural memoria / del porvenir” y remata el poema con una metáfora clásica y un verso lleno de admiración que bien pudo haber escrito tras escuchar esta Obertura Trágica: “tuyo es el río que huye y que perdura”.

 

Franz Schubert
Sinfonía Nº 9 en Do mayor:
La Grande
(D. 944)
 

Confusas y misteriosas resultan las circunstancias históricas en que fue compuesta esta Sinfonía, la última de Schubert y la de mayor enjundia de todas sus obras orquestales. Fue iniciada probablemente en 1825 y terminada a principios del año siguiente, y el autor parece haberla sometido a más de una revisión. La Sinfonía en Do mayor no fue estrenada durante la vida de Schubert. Se mantuvo ignorada entre los papeles del compositor por espacio de más de una década, hasta que Schumann la descubrió. Había ido a Viena en una suerte de peregrinación musical, para visitar las tumbas y las moradas de los grandes compositores, y en esa ocasión conoció al hermano de Schubert, Ferdinand, quien le mostró una pila de manuscritos inéditos: “Las riquezas que allí yacían apiladas me hicieron temblar de placer. ¿Dónde empezar? ¿Dónde detenerme?” Entre esos papeles estaba la Sinfonía en Do mayor. “Quién sabe cuánto tiempo hubiera quedado abandonada allí, en medio del polvo y la oscuridad, si yo no hubiera arreglado de inmediato con Ferdinand Schubert enviarla de inmediato a la dirección de Conciertos de la Gewandhaus de Leipzig, al artista que los dirige”. El artista de marras era nada menos que Félix Mendelssohn, a quien tanto le gustó la Sinfonía que la dirigió tres veces, aunque en una versión drásticamente acortada.

La obra, al principio, resultó difícil tanto para los críticos y como para otras orquestas. En París, en 1842, los músicos se negaron a ensayar más allá del primer movimiento; y en 1844 Mendelssohn no pudo presentarla en Londres por las dificultades que tuvo la orquesta para dominar la partitura.

Schumann, que había descubierto la partitura, supo defenderla sin reservas: “En la profundidad de esta obra yace algo que es más que una mera canción, más que mera alegría y pena, como ya ha sido expresado en la música centenares de veces. Nos transporta a un mundo donde no puedo recordar haber estado nunca antes”. En otra ocasión escribió: “Aquí se revela la más bella capacidad técnica, la vida en cada compás de música, la más bella gradación de los matices y el cuidado del más mínimo detalle”.

Sin duda Schumann reaccionaba como un alma sensible ante los muchos momentos maravillosos de la obra: cuando la introducción, larga y lenta, alcanza la nota tónica, del comienzo del Allegro; la gran riqueza de la invención melódica tanto en las secciones de transición como en las exposiciones; las variaciones sutiles de estas melodías; la elegancia vienesa del trío del Scherzo. Allegro Vivace; la “positividad sinfónica” (Adorno) que anima por entero el cuarto movimiento (¡1.154 compases!), uno de los finales más monumentales de todo el repertorio, con un derroche de fuerza y de invención desde el momento en que aparece el primer tema; los poderosos trombones y el motivo de la nota repetida del final; las modulaciones siempre nuevas e inesperadas; el sentido profundamente original de la armonía, a lo largo de todas las páginas de la Sinfonía en Do mayor. Es por la suma de sus quilates artísticos, antes que por el carácter monumental de sus proporciones, que ha merecido en justicia el título de “La Grande”. Hija del genio de un compositor de veintinueve años, anuncia ya a Bruckner y no teme medirse con esa otra cima de la música sinfónica que es también una Novena (y que sigue siéndolo por antonomasia): la de Beethoven.

 

Selección y redacción de las notas

Dr. Martín Zubiria

 

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