Desde la Universidad Nacional de Cuyo, el director General de la carrera de Arquitectura de la Facultad de Ingeniería, Emilio Piñeiro, se refirió al significativo impacto que tiene el cambio climático en la arquitectura y cuáles son las prácticas para que en las casas y en los edificios se desarrollen acciones tendientes a atenuar ese cambio.
Se enfocó en el fuerte calor que enfrenta Mendoza, que en este momento el clima se manifiesta con el récord de temperaturas elevadas y posiblemente suceda con temperaturas mínimas extremas en invierno.
Para paliar esos fenómenos, explicó, el ser humano ha generado la arquitectura como refugio, para desarrollar su vida, convirtiendo ese refugio en sus viviendas, sus edificios institucionales, y demás lugares que frecuenta. En resumen, es el hábitat humano sobre el universo.
La arquitectura y el urbanismo son, en ese contexto, los encargados de construir ese hábitat, adecuado a las condiciones ambientales y culturales de cada sitio.
Piñeiro destacó que, cómo los antepasados, con menores recursos tecnológicos que los que existen hoy, acudieron a estrategias y materiales que les proveían a los edificios y a las ciudades los escenarios apropiados para que sus habitantes vivirán de manera confortable. Ese confort estaba relacionado con las posibilidades tecnológicas de cada época.
El especialista subrayó la implicancia del avance de la tecnología en los siglos XX y XXI, el gasto desmesurado de los recursos naturales, la contaminación que la especie humana ha provocado en el planeta y de la necesidad de confort de los seres humanos, realidades que deben ser repensadas.
“Hemos concluido que la tecnología que utilizó combustibles fósiles generando gran contaminación ambiental para lograr el confort en nuestros edificios no puede continuar. Debemos lograr estrategias que, en muchos casos, se relacionan con aquellas originarias del hábitat humano”, afirmó Emilio Piñeiro.
Respetar las condiciones naturales
Como primera estrategia, sostuvo el profesional, luego de conocer las condiciones climáticas y cultuales de cada sitio hay que elaborar el diseño del hábitat. Usar materiales adecuados, orientar correctamente las construcciones, hacer un uso conveniente del sitio y respetar las condiciones naturales.
En este contexto es clave minimizar el uso de energías de origen fósil o que no son renovables, durante el proceso de construcción, en el habitar y en la deconstrucción: “Para esto debemos elegir sistemas constructivos sustentables adaptados a nuestra condición ambiental que logren las condiciones de aislación necesaria, estrategia que sirve para verano e invierno”. Lo recomendable es lograr ventilaciones cruzadas sur-norte, ser eficientes con los cerramientos y las envolventes para evitar infiltraciones y regular los aventanamientos en dimensiones y protecciones.
“El urbanismo y la arquitectura sustentable son el buen urbanismo y la buena arquitectura. Si no contemplan esta condición no responden a las necesidades sociales de hoy”, consideró Piñeiro.
Para el arquitecto, el aprovechamiento de los recursos naturales tendrá diferentes escalas en lo urbano con el tratamiento de los espacios públicos y su consumo de agua y energías.
En cuanto a las viviendas y edificios institucionales instó a aprovechar el reciclado de agua, eficientizar la iluminación natural y promover la vida saludable.
“En el repensarnos podemos adecuar áreas urbanas y edificios que fueron concebidos de una manera y que hoy es indispensable acercarlos a que disminuyan sus consumos de recursos naturales no renovables, renovables y energías”, concluyó.