Se sabe que en todas las guerras (y en las invasiones, como es este caso), se cometen delitos de lesa humanidad y de todas clase. La guerra en sí, es un delito. En el afán de tomar control (más aún) de puntos estratégicos del planeta, la potencia más grande del mundo, ha experimentado a lo largo y a lo ancho del planeta el “asco” de millones de personas que repudian las terribles torturas que vieron “la luz pública” a través de medios electrónicos y gráficos.
El mismísimo secretario de defensa de Estados Unidos: Donald Rumsfeld admitió que hay muchas más fotos y videos sobre los vejámenes proporcionados a los presos militares de Irak. Más aún, Bush, ha querido poner paños fríos al asunto expresando su indignación por el “trato” proporcionado a los prisioneros de guerra. Ha habido acusaciones, declaraciones de los mismos soldados estadounidenses, promesas de separaciones de cargos a algunos culpables, pero las torturas se hicieron y desgraciadamente es casi imposible impedir este tipo de hechos. ¿Qué nos da la seguridad de que de ahora en más esto no se repita, o que por lo menos se hagan interrogatorios con métodos “menos” crueles?
Lo que sí se sabe, es que la gran potencia de Norteamérica está dispuesta a todo para conseguir el petróleo que tanto necesita (entre muchas cosas más que no tiene y que quiere conseguir a la fuerza) y que por más que se enjuicie a culpables y se demuestre indignación por los métodos utilizados por los propios hacedores de estos, el terrorismo a nivel mundial no se detiene con más terrorismo. Porque evidentemente los Estados Unidos son tan terroristas en sus maneras de “expandirse” por el mundo como los terroristas a los que acusan. La “policía del mundo” juega al policía y al ladrón al mismo tiempo y a pesar de que todo tiene un límite, no se sabe hasta donde puede llegar el del gobierno y la milicia estadounidenses.
Diego Riquelme
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22 de noviembre de 2024