Una huella estampada en una roca. Este elemento, que a la vista de cualquier persona parece un agujero más en el piso, es la llave para abrir las puertas del pasado de los dinosaurios en esta región de Sudamérica, según los paleontólogos.
Y no es sólo una, sino más de 200 las huellas que se han descubierto hasta ahora en un yacimiento de Malargüe, Mendoza, donde trabaja desde hace tres años un grupo científico del IANIGLA-CONICET y de la UNCuyo. El hallazgo se produjo a principios de 2006 y se ha constituido en uno de los más importantes de la paleontología argentina.
Aunque ya han realizado 12 campañas para estudiar el yacimiento, los investigadores dicen que no quieren que se dé a conocer su exacta ubicación hasta que el sitio tenga una declaración de protección de la Legislatura de Mendoza. La iniciativa ya tiene media sanción y propone crear el Parque Cretácico Huellas de Dinosaurios, que transformará el lugar en un verdadero museo a cielo abierto donde se podrán ver las huellas, fósiles de invertebrados (caracoles, ostras) y distintas formaciones geológicas (Anacleto, Loncoche, Roca) que representan etapas de una historia natural, con faunas y ambientes distintos, según explica Bernardo González Riga, quien lidera las investigaciones junto a otro paleontólogo, Jorge Calvo.
“En el yacimiento se han localizado más de 200 huellas asociadas con huesos fósiles de dinosaurios y tortugas. Las huellas más abundantes son las de saurópodos titanosaurios, típicos dinosaurios herbívoros de cuello largo”, explica González Riga, quien tiene evidencias de que los dueños de las pisadas fueron animales de dimensiones importantes.
“Las huellas traseras tienen entre 40 y 60 cm de largo. En contraste, las huellas delanteras son más pequeñas. No hay evidencias de falanges manuales ya que estos animales no poseían dedos en sus extremidades delanteras. De acuerdo con estas evidencias y el registro fósil de la región, se estima que fueron producidas por titanosaurios que habrían tenido unos 14 metros de largo”.
Las huellas están preservadas en rocas de la Formación Loncoche, cuando la zona era una laguna conectada con deltas y estuarios que terminaban en el océano Atlántico que cubría la Patagonia y llegaba al sur de Mendoza. Cuándo: entre 65 y 71 millones de años atrás.
Hasta hoy las investigaciones han revelado algunos datos. “El yacimiento brinda relevante información paleobiológica sobre las faunas de dinosaurios, antes de la gran extinción de fines del Cretácico”, dice González Riga. “Nos permite conocer qué tipos de titanosaurios habitaban esta región de América del Sur, su locomoción, velocidad de marcha, desplazamiento en manada (con probable hábito gregario) y adaptación para caminar en ambientes marino-marginales (deltas, estuarios). También estamos conociendo algunos aspectos sobre los dinosaurios terópodos (carnívoros) que habitaron esos ambientes, mediante el análisis de sus huellas”.
Pero además, están estudiando huesos fósiles de otros vertebrados, como tortugas y plesiosaurios, “que nos ofrecen la posibilidad de reconstruir los ambientes y las faunas del pasado”, agrega el paleontólogo, cuando Malargüe no era el desierto que es hoy sino una cuasi selva marina habitada por dinosaurios y otros animales ya extintos.
Para los científicos, esta maravilla prehistórica habla por sí sola, pero debe ser protegida y acondicionada mediante cierres, guardaparques y accesos especiales antes de dar a conocer su ubicación geográfica. Según ellos, a partir de esta protección patrimonial, se transformará en un parque natural de interés cultural.