La promesa es música electrónica y en el medio sorprendiendo aparece Hortensia, hoy con más integrantes que nunca, Sebastián en la primera voz, Dulce en coros y recitados y Jorge aportando lo suyo desde las bases electrónicas. Las letras son fantásticas, las palabras nos pasean por amores, desamores y retorcidos laberintos, el rojo y el negro en los vestuarios marcan una línea estética que se mantiene de show en show.
Dulce canta y a la vez juega con la pelotita anarquista, según nos cuenta, que es de peluche y parece bastante abrigada. Su estilo oscila en un vaivén etéreo y un poco desafinado, pero eso no importa, las notas se dibujan y es posible presentir la entrelínea, la levadura de lo que puede llegar a ser el pan de Hortensia, gran mezcla de intenciones que casi al descuido se pone a cantar.
Mientras escucho, con poco aire y bastante apretada, observo la situación. Ellos cantan al lado de la barra de bebidas, a la que acuden con gritos, a los empujones, sacándose fotos, comentando lo bien que la han pasado durante la semana y Hortensia firme en el intento de ofrecer sus cantos, en una desolada desprotección. En medio de todo esto se me viene a la cabeza una anécdota que, salvando las distancias, es bastante apropiada para el caso. Cuando Piazzolla vino a Mendoza, los músicos locales amigos se empeñaron en llevarlo a la Casona, restaurante en donde cada noche se ofrece un show musical y Él se resistió bastante, finalmente decidieron ir. Durante todo el tiempo en que los músicos estuvieron tocando, Piazzolla no probó bocado ni emitió palabra alguna, sólo se incorporó a la vida social cuando ya no hubo más música que la ambiental. "Cuando alguien hace música sólo queda sentarse y escuchar atentamente" dijo y todos entendieron.
Vuelvo de repente al bar de Jorge, Hortensia sigue cantando y me pregunto si será tan difícil escuchar y escucharse, si uno va a una fiesta a encontrarse o a desencontrarse, si el ritual que proponen los músicos es demasiado para estos tiempos que corren. Creo que ya no entiendo mucho, bajo las escaleras, ya salteando a gente casi desmayada, camino por la Alameda, el frío es mucho, las preguntas son cada vez más.
Natacha Ortega
natachaortega@yahoo.com.ar
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22 de noviembre de 2024