El éxito de un programa oficial que alienta el regreso de investigadores contrasta con el poco apoyo que aquí reciben
Un programa oficial que promociona el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva está logrando el retorno a nuestro país de investigadores que desarrollaban sus tareas en el exterior. Ese programa se llama Raíces, y su nombre alude a la importancia de conseguir que vuelvan los talentos que no han podido arraigarse aquí. Según la información ministerial, son ya 600 los estudiosos, en su mayoría especializados en áreas de vanguardia, que han podido instalarse nuevamente, lo que puede considerarse un dato sumamente promisorio.
El programa ofrece el pasaje de retorno al investigador y una suma de 5000 pesos que puede ser utilizada para diversos fines, como la compra de equipos o el pago de gastos de mudanza. En caso de que el estudioso no tenga ninguna oferta laboral en la Argentina, se le asegura la difusión de su currículum en una base de datos conformada por 3500 empresas, institutos y universidades.
Entre los que han vuelto, se reconoce una gran variedad de situaciones: algunos científicos solamente estuvieron en el exterior los dos años que exige, por lo común, un posdoctorado, pero otros llevan veinte de residencia en el extranjero. Las motivaciones que los guían son igualmente variadas, porque se entrecruzan en ellas sentimientos y opiniones de diferentes naturalezas.
En algunos casos, la pérdida de afectos o la dificultad para integrarse en ámbitos muy distintos de los nuestros se muestra importante. Para otros, tiene un fuerte peso el deseo de ofrecer su aporte al país, lo mismo que la posibilidad de abrir áreas de desarrollo científico y tecnológico que todavía se encuentran en un estado incipiente.
De nuevo en la Argentina, encuentran con frecuencia panoramas para nada estimulantes, porque ni las universidades ni las empresas pueden todavía ofrecer el decidido apoyo a sus tareas o un número de especialistas que permita los intercambios sin los cuales su actividad hoy se vuelve sumamente difícil. Los repatriados no necesariamente regresan de Europa o los Estados Unidos, porque algunos han desarrollado sus carreras en Brasil, donde afirman encontrar una visión estratégica y políticas de Estado que en poco se parecen a las nuestras.
No es ningún secreto que nuestro país no se ha distinguido por el apoyo a sus estudiosos y que la mayoría de ellos debieron desenvolverse, cuando estuvieron entre nosotros, con los módicos apoyos del Conicet y en medio de ambientes indiferentes cuando no hostiles, más signados por las políticas de poder y las guerrillas ideológicas universitarias que por un auténtico compromiso con las necesidades del país.
Algunos de los campos en que se desenvuelven estos investigadores demuestran su interés por los temas considerados de "punta", como son los relacionados con las neurociencias, las modernas industrias de alimentos o las biotecnologías. Todos siguen creyendo, aunque la realidad no siempre acompañe sus esperanzas, en la posibilidad de hacer aquí lo que comenzaron en otros lugares, para lo cual necesitan, obviamente, un acompañamiento constante que impida su regreso permanente a los centros de excelencia que pudieron conocer de cerca.
Hay un patrón común en las expresiones de estos hombres y mujeres cuando afirman que el país necesita un cambio de mentalidad. La mentalidad negativa, asociada con el atraso y la falta de desarrollo de los mejores recursos humanos, nos está haciendo mucho daño, en una Argentina que lleva muchas largas décadas malquistándose con sus mejores talentos.
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22 de noviembre de 2024