El tema de la formación docente recibió una especial atención en el contexto de la reforma educativa iniciada en 1993. Su diseño se ajustó al criterio de elaborar un proceso de capacitación continua. Se estableció entonces un plan por cumplir en diversas instancias, como la formación de grado, el perfeccionamiento en actividad, la preparación del docente para ejercer nuevos roles profesionales y la capacitación de graduados no docentes. Hoy el tema se ha retomado y al respecto cabe considerar ciertos puntos de referencia que reclaman particular atención.
Vivimos una época de cambios acelerados, en la cual se ha modificado tanto la composición social del alumnado primario y secundario como la de los estudiantes de los profesorados; han variado los tipos de familias y su funcionamiento, y el contexto social de las escuelas.
Los problemas más agudos, perceptibles en la actualidad, se concentran, sobre todo, en las escuelas urbanas denominadas vulnerables, que marcan un tope en cuanto al clima de violencia y de amenazas que se observan y que alcanzan a los docentes. En esos establecimientos, el maestro o profesor, que debe reafirmar principios de equidad educativa, sufre a menudo el desconocimiento de su autoridad y en los conflictos que se suscitan poco puede contar con el apoyo de los padres.
Todo eso transcurre en un medio pobre de recursos, aunque rico en tensiones exacerbadas por el desempleo de los mayores y una constante inseguridad. Tales escuelas son minoría en el sistema educativo, pero muestran una dimensión de las dificultades que se han de encarar y para las cuales se necesita una capacitación que no es sólo pedagógica. El futuro docente necesita adquirir una clara visión de la realidad en que viven barrios y distritos conflictivos. Materias como Sociología o Psicología Social y Educacional pueden proveer un apoyo teórico valioso, pero se requiere, además, una experiencia directa guiada, que puede cumplirse en el período de la residencia escolar.
En otros medios, en ciudades medianas o pequeñas del interior, en diversas regiones rurales de nuestra geografía, los docentes que proyectan trabajar allí también necesitan conocer concretamente en el tiempo de su formación los medios locales donde actuarán y dotarse de habilidades para la conducción eficiente de los alumnos.
Los maestros que se recuerdan han tenido como rasgo distintivo una particular capacidad para motivar y comunicarse. En una época de avance prodigioso de los medios de información y comunicación, es indispensable que el docente sepa servirse de esas tecnologías, pero sin dejar de desarrollar capacidades para la motivación de los aprendizajes sirviéndose de la comunicación interpersonal, que es la óptima mediadora para crear los ámbitos deseables de convivencia y trabajo.
El tema se abre sin duda al debate. En ese espacio, se ubican también los métodos de enseñanza tradicionales y los innovadores, unos tan importantes como los otros. Por último, la calidad de la formación del docente lleva a sostener el criterio de que por lo menos una etapa de su formación se cumpla en la universidad. En ese sentido, la ley de educación superior N° 24.521 establece las formas de articulación necesarias.