Por Emiliano Guido
APM/Agencia Taller
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"Las próximas guerras no van a ser por el petróleo, como en Irak, sino por el agua", afirmo Adolfo Pérez Esquivel cuando la producción dirigida por Mausi Martínez cubrió el Foro Social de la Triple Frontera compartida por Brasil, Argentina y Paraguay.
La joven realizadora, que vive a orillas del río en la localidad de Tigre (Buenos Aires), configuró una realización ágil donde cruzo testimonios de científicos desfinanciados, funcionarios pragmáticos y miembros de la comunidad libanesa para contrarrestar la propaganda norteamericana de “las células dormidas de Al Qaeda”.
La gráfica del afiche que promociona “Sed” tiene una línea soviet en fondo rojo, es que provocar fue la consigna de Martínez, aunque el fílmico no se estanca en una denuncia panfletaria. Gracias a la prolija edición de José Castells que intercala noticieros de época, imágenes de cocodrilos como símbolo del imperialismo voraz, y apoyado sobre todo en un sólido guión, el mensaje de “Sed” es claro como el agua: el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) va evaporando una de sus riquezas naturales más estratégicas a manos de los organismos internacionales de crédito.
Antes de estrenarse en salas comerciales, el documental tuvo una grata repercusión en circuitos alternativos: ganó una mención especial en Derechos Humanos en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. El Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) lo seleccionó junto a la taquillera “Luna de Avellaneda” para estrenar una sala de cine en la base argentina en Antártida y fue declarada de interés por la Cámara de Diputados de la Nación.
La película se presenta así: “El planeta Tierra está rodeado de agua. Sin embargo, en nuestro planeta uno de cada cinco habitantes no tiene agua potable. El 97,5 por ciento de agua disponible en el planeta es salada. El 2,5 por ciento del agua del planeta es dulce y está en proceso de pérdida. Pero en América del Sur, abarcando los cuatro países del MERCOSUR, duerme silencioso el Acuífero Guaraní: una reserva subterránea capaz de abastecer de agua pura a todo el planeta por los próximos 200 años. Un recurso que ha sido detectado por quienes ya han extinguido sus recursos acuíferos.
En ese marco, los especialistas predicen dos estrategias: la instalación de bases militares estadounidenses en puntos centrales de recursos naturales, amparados en el rediseño mundial del concepto de lucha antiterrorista; o la privatización de las aguas y el servicio de potabilización impulsados por el Banco Mundial. Desde el pantanal brasileño hasta la Pampa argentina, desde la Triple Frontera, con el fantasma de “la invasión terrorista”, hasta la Casa Rosada. Una investigación siguiendo la ruta abierta por “quienes vienen por el agua”.
Lejos estaría de ser apocalíptica esta mirada si los gobiernos del MERCOSUR tuviesen política para darle un marco soberano a los subsuelos de la Triple Frontera, un dique de contención a las multinacionales asentadas en el lugar.
Desde ese núcleo se extiende una de las reservas subterráneas de agua dulce más importante a escala mundial, a la que los expertos le calculan unos 50 mil kilómetros cúbicos de líquido y una extensión superior a la superficie de España, Francia y Portugal juntas.
Martínez utiliza un mapa de la socióloga mexicana María Esther Ceceña, quien plantea tres cartografías superpuestas con distintos acentos políticos: bases militares norteamericanas, recursos naturales estratégicos y la resistencia de los movimientos sociales.
“El Acuífero Guaraní tiene una superficie enorme, es como si una cisterna de agua tuviera como base el equivalente en su superficie a la Capital Federal. Por eso, se calcula, que podría darle agua a 6.000 millones de habitantes durante dos siglos, a un ritmo de 100 litros por día”, explica Miguel Auge, doctor en geología y profesor de hidrogeología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), quién se erigió para la directora como uno de los protagonistas principales de “Sed”, porque representa “a un tipo que tiene mucha bronca, y con razón, por darle 40 años de su vida a la ciencia sin el reconocimiento que se merece”.
Mausi Martínez repasó para APM los momentos más valiosos del documental. “Fuimos con todo el equipo a Foz de Iguazú para entrevistar a uno de los acusados de encabezar una célula del Hezbollah en la Triple Frontera. Ahí vés autos con antenitas todo el tiempo y tipos que son canas (policías) por la forma que se visten y se comportan, hay mucha gente del FBI y la CIA”, recuerda Martínez.
El personaje en cuestión es Ismail Mahoumud Muhamed, dirigente de la comunidad libanesa, quien sostiene aquello que es silenciado por la prensa hegemónica: “somos pioneros en el lugar, los primeros en fundar escuelas, hospitales y si movemos mucho flujo de capital es por el ritmo de este mercado de frontera y enviamos dinero a nuestro país como lo hace cualquier inmigrante.
Cifras oficiales de Estados Unidos indican que las remesas familiares enviados por inmigrantes latinoamericanos en ese país y en Europa alcanzaron este año un valor de 35 mil millones de dólares. A nadie se le ocurre plantear que esos envíos forman parte del “financiamiento al terrorismo internacional”.
En una década de investigaciones los estadounidenses no hallaron ni una prueba de nuestras supuestas actividades como financistas del terrorismo”, dijo Muhamed.
Es mucho el terreno a clarificar en las campañas de desinformación. Por ejemplo no se dice que el “terrorífico” Hezbollah es en el Líbano un partido tan popular como el peronismo en la Argentina, con nazcas en el Parlamento y ministros en el actual gobierno de ese país.
“Lo único que se esta investigando y explotando en el Acuífero está a cargo del Banco Mundial. Esta financiando nuestras universidades, a los científicos y lo que está haciendo en el último tiempo es trabajar en red. Que es la manera globalizada de hacerlo, es decir todo el tiempo están buscando distintos proveedores de información y a todos los abrochan con un presupuesto. Entonces no todo esta concentrado, nadie puede decir yo tengo una base de datos. Vos tenes uno, yo tengo otro y el que compra todos es el Banco Mundial. Nuestro gobierno no tiene toda la base de datos completa, la universidad tiene una parte, lo mismo algunas ONG extranjeras”, dice Martínez y se ríe porque el café que acaban de servirle esta “un poco aguado”.
Y nos regala una anécdota de antología. Rubén Rujana, funcionario del Instituto de Agua de la provincia de Corrientes y parte de los entrevistados den el film, al participar en un Congreso que organizó el Banco Mundial en Buenos Aires sobre la Cuenca del Plata, abrieron la posibilidad de asistir a la trastienda de un organismo que sabe vedar sus leyes internas de funcionamiento. “Entré a filmar un Congreso de tres días con todas las provincias ahí. Su modus operandi es enseñarles a las provincias como llenar los formularios para que ellos lo financien. Cubrí un seminario de 72 horas sobre como pedir dinero”.
“Con la Cancillería argentina me contente con el testimonio de la embajadora María Esther Bondanza, de la Dirección de Asuntos Ambientales, la cabeza de la política ambiental en ese Ministerio. Ella remarca a cada rato irónicamente: primero pedimos plata y después nos quejamos que se lleven nuestro dinero. Al final como despedida la dejo señalar mientras se ríe: -cómo vera hay muchos versiones sobre la privatización del Acuífero pero por suerte nada ha trascendido.
El otro testimonio fuerte es el que habla del Protocolo de Kyoto. El embajador argentino Estrada Oyuela, Negociador de Asuntos Internacionales, presidió las negociaciones para que este Tratado internacional se aplique en el país. El fue muy claro: nuestra Cancillería está floja en estos temas, en el discurso de asunción de Rafael Bielsa como canciller argentino jamás se nombro el agua ni nada del medio ambiente”, termina Martínez y renueva el impulso de volver a mirar el documental que ahora gratifica las salas de Buenos Aires.