El cine es un arte eminentemente espacial que fundamenta gran parte de sus pretensiones estéticas en la creación de escenarios donde sus criaturas de celuloide se desenvuelvan lo mejor posible acorde a sus características particulares.
Desde su presentación en sociedad, el 28 de diciembre de 1895 en el Grand Café de, París, el entonces llamado cinematógrafo ha mantenido una obsesión por el espacio y su construcción. Como todo invento (por ese entonces no era considerado un arte) con pretensiones de representar lo real debía asegurarse que la dimensión espacial -crucial para la experiencia humana- tuviera la atención que se merece.
La construcción del espacio
El creador que trabaja la materia fílmica, como todo demiurgo, debe armar un espacio para que sus criaturas interactúen y se desarrollen. Este ?espacio dramático? no funciona sólo como un recipiente inerte que contiene a los actores, sino que influye en sus motivaciones y acciones.
El espacio cinematográfico se construye principalmente por medio de dos procedimientos técnicos claves en la historia del cine: la puesta en escena y el montaje.
La puesta en escena es un concepto tomado del teatro, pero luego ampliado su alcance por la teoría fílmica (exactamente por los cineastas y teóricos de la Nouvelle Vague) y refiere al cuidado de todos aquellos elementos significativos que van a formar parte de lo filmado, lo que se ubica delante de la lente: desde los actores, los decorados y el vestuario hasta el tipo y tamaño de encuadre elegido para cada toma. Las decisiones estéticas y la construcción del mundo del realizador se juegan en el momento de la filmación.
El montaje, procedimiento significativo privilegiado por la escuela rusa de principios del siglo pasado, consiste en la operación de empalmar una toma con otra para crear un continuum que mantenga una cronología. Aquí el sentido se produce no dentro de cada plano-como en la puesta en escena, sino en el choque o la combinación de un plano con otro. El universo del director se construye no al momento de la filmación sino después de capturado todo, y una vez en la sala de montaje.
Doble programa
Estos dos mecanismos cinematográficos son completamente diferentes pero se complementan para dar forma al mundo que un (buen) director decide representar. Ejemplifiquemos con dos filmes, que si bien responden a concepciones cinematográficas muy distintas, se elevan por encima del promedio de la producción fílmica actual.
El ambiente opresivo que emana del filme de Francois Ozon ?Gotas que caen sobre piedras calientes? (1999) (adaptación de una obra teatral juvenil del director alemán R. W. Fassbinder) está creado por una combinación de un montaje de planos ?cortos? (o cercanos) con una cámara casi inmóvil y confinada a los límites de dos o tres ambientes vestidos de colores opacos y con escasa iluminación. Así se crea un lugar genérico-indeterminado (el departamento puede estar en cualquier lugar del mundo que poco importa) que funciona como reflejo del mundo interno de los personajes.
Estos procedimientos confluyen para dar forma a los tópicos de la película: la angustia, la autodestrucción y el ?encierro? sentimental característicos (por lo menos para Fassbinder y Ozon) del mundo contemporáneo, en un excelente ejemplo de adecuación entre materia y contenido o materia y forma.
En otra vereda estética encontramos un filme como ?El señor de los anillos. La comunidad del anillo? (Peter Jackson-2001) que se sustenta en la grandeza visual para figurativizar la odisea descomunal de un pequeño ser que debe vencer a las huestes del mal casi sin ayuda y por designio de fuentes que no alcanza a comprender.
Para construir visualmente la inmensidad de tal tarea heroica, Jackson opta por usar planos ?largos? de los majestuosos paisajes de Nueva Zelanda, con una gran amplitud de campo que literalmente abre el espacio y deja que lo majestuoso y lo horroroso (ver las cavernas de Moria) dominen la pantalla. Si en el filme de Ozon lo claustrofóbico estaba sostenido en el ascetismo de los vestuarios y decorados, aquí la grandeza se afirma en la profusión impecable de vestuarios, decorados y paisajes naturales. La diversidad recrea el ojo y lo oxigena mientras que la repetición y la escasez lo necrosa y asfixia.
Estos dos casos concretos muestran cómo las decisiones tomadas al momento de representar un espacio fílmico no son inocuas, sino que vehiculizan innumerables significados y la cosmovisión particular de un artista. El espacio está cargado de sentido.
Fichas técnicas
Gotas que caen sobre rocas calientes [Gouttes d\'eau sur pierres brulantes]
Francia, 1999.Dirección: François Ozon.
Intérpretes: Bernard Giraudeau (Leopold), Malik Zidi (Franz), Ludivine Sagnier (Anna), Anna Thompson (Vera).
Guión: François Ozon, adaptación de la obra Tropfen auf heisse Steine, de Rainer Werner Fassbinder.
Fotografía: Jeanne Lapoirie.
Montaje: Laurence Bawedin, Claudine Bouché.
Sonido: Eric Devulder.
Decorados: Arnaud de Moléron.
Vestuario: Pascaline Chavanne.
El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo [The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring]
Nueva Zelanda / EEUU, 2001.
Dirección: Peter Jackson.
Intérpretes: Elijah Wood (Frodo Bolsón), Ian McKellen (Gandalf el Gris), Liv Tyler (Arwen Undómiel), Viggo Mortensen (Aragorn / Trancos), Sean Astin (Samwise ?Sam? Gamyi), Cate Blanchett (Galadriel), Ian Holm (Bilbo Bolsón)
Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens y Peter Jackson, a partir de la novela de J.R.R. Tolkien.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Andrew Lesnie.
Montaje: John Gilbert.
Escenografía: Tanea Chapman, Dan Hennah, Alan Lee, Victoria McKenzie.
Vestuario: Ngila Dickson, Richard Taylor.
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22 de noviembre de 2024