Por Víctor Ego Ducrot
APM/Agencia Taller
Como no pudo ser de otra forma, las siete plagas de Egipto, las lavas del Vesubio sobre Pompeya y las pestes y hambrunas que arreciaron sobre la Europa premoderna pusieron al rojo vivo las profundas asimetrías sociales que anidaban en los modelos esclavistas y serviles de organización social. Sin embargo, ninguna de esas catástrofes tuvo la fuerza testimonial del huracán Katrina a la hora de desnudar la inequidad profunda que expresa el actual estadio del sistema capitalista imperialista, cuya mejor y más descarnada manifestación política es la Administración estadounidense que encabeza el presidente George W. Bush.
La Oficina de Censos de Washington reveló que el ingreso promedio por familia en la zona mas devastada era de 32.000 dólares anuales, 10.000 menos que la media nacional.
Dos de cada 10 familias en la zona del desastre no tenían automóvil, cuando se trata de un posesión que, a nivel nacional, goza uno de cada diez grupos familiares estadounidenses.
Casi el 25 por ciento de quienes habitaban en las áreas más afectadas vivía por debajo de la línea de la pobreza y era dos veces más pobre que el promedio en toda la nación.
Aproximadamente el 4,5 por ciento recibía alguna modalidad de asistencia pública, cuando en todo el país ese índice llega sólo al 3 por ciento.
El 21 por ciento de los habitantes afectados por el huracán Katrina-Bush, pese a ser pobres, no eran asistidos por ningún programa social.
Más del 60 por ciento de la población castigada pertenece a la comunidad negra, la misma que representa a casi el 70 por ciento de la población carcelaria del país.
Uno de cada 200 hogares estadounidenses no cuenta con cañerías adecuadas, pero ese porcentaje se duplica -más de uno sobre 100- en los estados de Louisiana, Mississippi y Alabama.
A nivel nacional, alrededor del 7 por ciento de las familias con hijos son mantenidas por una madre sola. En las zonas golpeadas por el Katrina-Bush ese porcentaje asciende al 12 por ciento.
La Oficina de Censos gubernamental también reconoció que las "disparidades" socioeconómicas en el área se concentran entre la población urbana. En uno de los barrios más afectados, en el corazón de Nueva Orleans, el ingreso familiar promedio no llega a los 7.500 dólares anuales, cuando las necesidades básicas exigen un piso de ingresos de entre 30.000 y 35.000 dólares anuales.
En ese mismo barrio, tres de cada cuatro habitantes vivían bajo la línea de la pobreza. Y escribimos "vivían" porque en su mayoría ya ni siquiera viven.
Este mapa de las asimetrías sociales y de la pobreza que afecta a la población del Estados Unidos "profundo" es estructural. Sin embargo, desde la llegada de Bush al gobierno federal la tendencia se ha profundizada a un ritmo del 25 por ciento anual.
Los gastos militares oficiales de la administración Bush del año fiscal en curso -desde octubre del 2005 a septiembre de 2006- llegarán a los 420 mil millones de dólares, 120 mil millones más que los aplicados hasta ahora en la invasiones a Afganistán y a Irak, sin contar que el Pentágono anunció que necesitará y demandará al Congreso la aprobación de otros 100 mil millones de dólares.
La Casa Blanca estimaba un déficit de 341.000 millones de dólares para el año fiscal 2005-2006, cifra que, pese a ser sideral, representa una variación en menos en términos reales aproximadamente del 20 por ciento respecto de los dos ejercicios anteriores.
Esa disminución del déficit fiscal Bush la logró por dos vías.
La actual Administración convirtió al gasto militar en inversión, vía privatizaciones de los servicios de defensa ( más del 50 por ciento del personal de seguridad desplegado en Irak pertenece a contratistas privadas), y la misma invasión a Irak generó facturaciones record para las corporaciones energéticas y del complejo bélico industrial, como es el caso de Halliburton, en cuyo directorio figura una parte del gabinete de Bush.
Por el otro lado, la Administración enderezó una política de recortes en gastos sociales y educación del 20 por ciento, a la vez que mantuvo casi sin tocar los índices impositivos al Valor agregado (IVA), que paga toda la población en cada acto de abastecimiento familiar.
Sin embargo, las grandes corporaciones -el entramado que componen los sectores financieros, energéticos, bélico industriales y grandes productores de bienes y servicios- se vió favorecido por una reducción impositiva que llegó al 15 por ciento.
Esa lógica explica por qué la Administración demoró cinco días en aprobar una ayuda de 10.500 millones de dólares para las víctimas del huracán Katrina-Bush, mientras que tras los atentados en Nueva York y Washington, el 11 de septiembre de 2001, la secretaría del Tesoro y la Reserva Federal, con la asistencia del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), movilizaron una suma cercana a los 450.000 millones de dólares.
Se trató de una masa dineraria que en buena parte provino de los fondos que los aparatos bancarios y no bancarios del sistema financiero mundial extrajeron de las llamadas "crisis" de fines de los ´90 y de los países endeudados del Tercer Mundo, aplicados por último en esa reconversión del gasto militar en inversión que se menciona en párrafos anteriores.
Esa lógica, esa dialéctica perversa que tantos frutos le diera a la economía estadounidense en la invasión a Afganistán y a Irak, es la misma que la camarilla corporativista de Bush está aplicando en Nueva Orleans.
Y como dice el refrán popular, para muestra sobra un botón.
Tras el desastre del huracán Katrina-Bush, la Bolsa de Nueva York registró una subida imparable en el valor de las acciones de la empresa Halliburton. Un cable de la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP), difundido el 7 de septiembre afirma lo siguiente.
El pasado de Halliburton, la preferida del gobierno, está marcado por corrupción y favoritismo en torno a las concesiones y los trabajos realizados en Irak. Mientras Bush comenzaba a reaccionar ante la tragedia, decenas de empleados de esa compañía ya inspeccionaban y reparaban los daños en las bases militares situadas en la costa del Golfo de México y dañadas por el huracán.