La historia de Emily Wang puede ser como otras tantas historias que trató la cinematografía universal: un camino sembrado de espinas, una oportunidad, un ser muy querido, un cambio y una final redención o salvación. Aunque la diferencia radica en el entorno donde se desarrolla: el submundo de la música rock.
Cuando vemos los primeros minutos de Clean ya nos enteramos de las concepciones generales que Assayas manejará a través de todo el film: el rock, las drogas y una intensa materialidad urbana (tanto en Canadá, Londres o París), que contendrá los esfuerzos de Emiliy por lograr un cambio y los tópicos subyacentes de muerte, soledad y dolor.
A través de los primeros momentos también somos testigos del primer giro que sellará el destino de la protagonista. Es que Emily Wang es la concubina de Lee Hauser (protagonizado por James Jhonston, si J. J., cantante de Gallon Drunk, asiduo colaborador de Nick Cave y otros como Lydia Lunch), un músico “under” que brilló escasamente en los ’80 y pretende dar un nuevo golpe. Pero Hauser es un “junkie” perdido y Emily también. La adicción a la heroína que ambos profesan ha conseguido que Hauser no obtenga ni un momento de inspiración y que ella sea la esposa más vilipendiada y defenestrada por la prensa musical: la mayoría de las notas culpan a Emiliy de la adicción y decadencia de Hauser. Hasta que luego de una discusión Hauser se muere de sobredosis.
Melodrama , drogas & rock ‘n’ roll
A partir de la muerte del músico, la confusión que dominó, tanto el aspecto formal (una cámara en movimiento permanente que recuerda las mejores cámaras al hombro de la “Nouvelle Vague”) como en el nivel de la historia, ceden para dar paso a una sobria dirección y al drama (¿O deberíamos decir melodrama?) de Emily; quien luchará por el cambio, abandonar las drogas y recuperar a su hijo que vive con los padres de Hauser en Vancouver.
Emily pretende empezar de nuevo en París, con pocos amigos, mala reputación y escasos fondos. Las mujeres del film como en todo melodrama, sufren, ayudan, son madres y también mueren: su ex co-keeper en un famoso programa televisivo sufre por lésbico amor, su único apoyo es una vieja amiga (Beatrice Dalle) de las buenas épocas y la madre de Hauser muere lentamente en un hospital de Londres. Es por esta muerte que Emily y el padre de Hauser (Nick Nolte) se acercan y ella podrá recuperar a su hijo. Los hombres del film, en cierto sentido, son crueles (el manager de Hauser, Tricky) excepto el abuelo (un frugal e inmejorable Nolte).
La música posee un especial protagonismo a través de todo el film (leit motiv de Eno, etc.) y otorga una impronta de significativa realidad de la historia (Además de reafirmar el gusto de Assayas por el “Indie rock”. Recordemos que la banda sonora de su película anterior es de Sonic Youth) , ya que todos los referentes de la escena musical que aparecen hacen de ellos mismos: Tricky, Emily Haines de Metric, o David Roback (si el de Mazzy Star) quien otorga la oportunidad final a Emily. Así, del mismo modo que en “Irma Vep” lo hizo con el backstage del cine, Assayas revela el mundo que se esconde detrás de la industria de la música.
Otra idea que cuaja entre la realidad (una realidad no tan ortodoxa a pesar de su paso por Cahier’s du Cinema fundada por Bazin) y los paradigmas que propone el film se encuentra en el tratamiento que Assayas desarrolla sobre la ciudades: la aridez industrial de Canadá ó ciudades emblemáticas para la escena rockera de siempre (Londres, París), metropolitanas, con la aspereza y el glamour necesarios para redefinir la historia que el director propone. Si bien en el film anterior “Demonlover”, Assayas salta al pseudo-futuro en un ecléctico episodio de intriga, en “Clean” vuelve a una Europa “aldea global”, bien ubicada en un presente muy actual y diegeticamente, muy cercana a la realidad.