Cinco rectores coincidieron en que, además de la garantía de financiamiento del Estado, se requiere mayor compromiso de las empresas para aportar recursos y de las universidades para administrarlos con eficiencia
¿Universidad gratuita o arancelada? ¿Masiva o selecta? ¿Con ingreso directo o con exámenes al terminar el secundario y luego de graduarse? Todo ese debate es estéril si antes la Argentina no resuelve si está dispuesta a pagar el costo de la educación superior.
A esa premisa llegaron cinco rectores de universidades públicas y privadas, reunidos por LA NACION, que coincidieron en que ese costo no implica establecer un arancel, sino garantizar más presupuesto, mayor compromiso de las empresas e instituciones para acercar recursos, mejor investigación y aprovechamiento de las transferencias tecnológicas y la convicción de que las universidades están para acercar soluciones a los problemas más graves y más urgentes del país.
Los rectores Marcelo Villar, de la Universidad Austral; Carlos Rosenkrantz, de la Universidad de San Andrés; Daniel Gómez, de la Universidad Nacional de Quilmes; Ana Jaramillo, de la Universidad Nacional de Lanús, y Carlos Newland, del Instituto Universitario Eseade, plantearon distinta s visiones pero un mismo objetivo –fortalecer los lazos de las universidades nacionales y privadas y de ambas con el sector productivo-, durante un almuerzo organizado por la Fundación Diario LA NACION y el Banco Galicia, coordinado por el doctor Roberto Cortes Conde, abogado, sociólogo y profesor emérito de la Universidad de San Andrés, en el tercer encuentro del ciclo destinado a analizar los desafíos y las potencialidades de la educación superior.
Entre otros aportes, Rosenkrantz (doctor en Derecho y especializado en derecho constitucional y filosofía política) expuso la necesidad de evaluar el producto de las universidades, que son los graduados, y ampliar la planta de "profesores full time y en red". Villar (médico e investigador principal del Conicet) recomendó mirar ejemplos cercanos, como la Universidad de San Pablo, y encontrar fuentes de recursos genuinos y mecanismos de estímulo para la inversión de empresas e instituciones privadas.
El doctor Gómez (médico, con formación posdoctoral en oncología) dijo que la población debe sentir y valorar a las universidades como propias, y que no basta con más dinero, sino que es necesario una buena administración de los recursos. La rectora Jaramillo (doctora en sociología) advirtió sobre la deuda de las empresas con las universidades públicas y se pronunció en favor del aporte económico de los graduados, además de nuevos criterios para distribuir el presupuesto. Y Newland (licenciado en economía y doctor en historia) dijo que es urgente diversificar las fuentes de financiamiento, como ocurre en países desarrollados, y promover la cultura de la donación para financiar cuerpos docentes dedicados a la investigación.
Participaron del almuerzo, además, el gerente de Desarrollo Organizacional del Banco Galicia, Enrique C. Behrends; la gerente de Responsabilidad Social Empresaria de la misma institución, Constanza Gorleri; y el director ejecutivo de la Fundación Diario LA NACION, Javier Comesaña.
Roberto Cortés Conde: Esta es la t ercera reunión del ciclo que comenzó con una mesa dedicada a los desafíos de la educación superior en la sociedad del conocimiento. Participaron Enrique Iglesias, Juan Llach, Guillermo Jaim Etcheverry y Antonio M. Battro y debatieron sobre cómo se colocaba la Argentina en un mundo donde la ciencia y la tecnología están dando valiosos aportes y los procesos de campo son muy rápidos. Hoy el capital humano es una herramienta estratégica y el conocimiento se ha revalorizado.
En la segunda reunión, en la que debatieron los rectores Rubén Hallú, de la Universidad de Buenos Aires; Carolina Scotto, de la Universidad Nacional de Córdoba, Juan Pablo Nicolini, de la Universidad Torcuato Di Tella, Enrique Molina Pico, del Instituto Tecnológico de Buenos Aires, y monseñor Alfredo Zecca, de la Universidad Católica Argentina, se discutió en qué medida las universidades respondían a ese desafío de la sociedad del conocimiento. Hubo acuerdos en que se había producido un problema serio y que el mayor desafío que tenían las universidades es cómo equilibrar los dos objetivos deseables de ampliación de la cobertura de alumnos y la buena calidad de la enseñanza y la investigación. Se debatió si son adecuados los recursos para enfrentar este desafío.
Y hoy procuramos reflexionar acerca de en qué medida estos objetivos que tienen las universidades pueden darse con la existencia de recursos que hoy existen. Si no son suficientes, ¿cómo se pueden obtener otros recursos adicionales? Y también es importante ver si esos recursos se usan eficientemente.
No sólo en la Argentina, sino en el mundo, es muy importante la discusión sobre la necesidad de una reforma en la educación superior. El problema de la pasividad y la calidad, por ejemplo, es un problema serio en casi todos lados. Y si no somos autocomplacientes tenemos que ver si realmente hay escasos recursos para el cumplimiento de estos objetivos. ¿Las universidades están cumpliendo su misión o en sus primeros años deben dedicarse a completar parte de las funciones de la enseñanza secundaria?
Estas son algunas de las preguntas concretas que nos debemos hacer, para ver si están dadas las condiciones para mantener una educación de calidad para una cantidad cada vez mayor de gente.
La explosión de la cobertura en la Argentina ha sido enorme. Entre 1999 y 2005 ha sido mayor que el crecimiento de la población del país, lo que no supone que necesariamente redunde en el aumento de la proporción de graduados. Ese índice es menor que en otros países.
Otro tema es la relación entre la universidad y el mercado. ¿La universidad está respondiendo a las demandas que existen en el mercado? ¿Esta creando el nivel de profesionales e investigadores que la sociedad y el mercado demandan? ¿O se está produciendo una cantidad de profesionales que el mercado no absorbe.
Son preguntas que sería importante analizar.
Carlos Newland: Yo no he trabajado en el sector público, pero sí tengo experiencia en el sector privado. Es la segunda vez que enfrento una crisis, ya que como rector la UADE me tocó la crisis de 2002. El principal problema que tiene la universidad privada en la Argentina es cómo tener un cuerpo docente de alta dedicación, que haga investigación, y cómo financiar estos profesores. Hay dos modelos muy fuertes en el mundo. Uno es el europeo, donde predomina la universidad pública, con un financiamiento casi absolutamente estatal, aunque hay aranceles, y muchos profesores con dedicación exclusiva. El otro modelo es el de las universidades norteamericanas, donde están muy diversificadas las fuentes de financiamiento, inclusive en las públicas. Hay aportes estatales, de la matrícula y de donantes. En Harvard, la matrícula representa el 30 % de los ingresos. En cambio, la realidad de las universidades privadas argentinas es que se financian con los aranceles. No tiene accesos a fondos públicos, y los aranceles sirven para financiar a sus profesores, en su gran mayoría de dedicación horaria, se les paga por una dedicación simple. El problema es cómo ampliar la proporción de profesores que puedan aplicar más esfuerzos a la investigación y a la docencia. En las que lo han logrado, esto recae sobre los aranceles de los alumnos. Hoy el desafío de las universidades es diversificar las fuentes de financiamiento. Además de los aranceles es muy importante la extensión, especialmente la de tipo empresarial, que en algunas instituciones puede aportar un 30 % del presupuesto. La otra fuente de financiamiento, la más difícil, es conseguir donantes, como ocurre en los Estados Unidos. Y lo más difícil es conseguir un donante que financie profesores, la creación de una cátedra. Es más fácil convencer a los donantes que hagan un edificio que financien investigación. Hay una tendencia en la Argentina a lograr fondos y donaciones. Es posible conseguir aportes de la sociedad del lado privado. Y del lado público, a veces se financia investigación, pero los gastos y no los salarios de investigación. Todo debe recaer, así, en los alumnos.
Marcelo Villar: Todos participamos de esos problemas y las universidades estatales y privadas tenemos unos cuantos problemas comunes. Ahora hay una crisis mundial y todos hemos leído en los diarios que el primer país que, se prevé, puede salir delante de esta crisis, es el mismo que la creó. Precisamente porque es el que tiene la mayor concentración de talentos en la universidad. El problema común es cómo se logra que ese talento sea cuidado, que haya legislaciones adecuadas para que los investigadores y profesores puedan seguir haciendo su tarea y vivir de un modo digno. Es un punto crítico en la Argentina y el tema universitario no está en la agenda de nuestros gobernantes, porque no hay mayor confianza en el sistema universitario como elemento para salir delante de estas crisis. Es un problema de fondo, muy metido en nuestra cultura, donde parecería que las soluciones están en otro lado y no en las universidades. El gran desafío como universitarios es mostrar que somos capaces de salir adelante con soluciones y propuestas. La universidad, además de formar ciudadanos y profesionales para el mercado de trabajo también tiene que formar personas que ayuden a entender los problemas del país.
Roberto Cortés Conde: El problema de la Argentina es que ha habido una enorme masificación en la universidad y se lo ve como algo positivo. Pero al mismo tiempo, por ejemplo, los profesores con dedicación exclusiva son apenas el 11 % de la planta docente. Tenemos gente que tiene una relación muy liviana con las universidades. ¿Es esa la universidad que queremos?
Daniel Gómez: Yo no sé si concentrarnos en las diferencias entre las universidades públicas y privadas sino en las cosas que nos unen y las necesidades y objetivos comunes, como los de formar ciudadanos con valores y capacitarlos en una profesión y en el ejercicio pleno de una ciudadanía. Partiendo de que la financiación de las universidades públicas no es suficiente, estoy convencido de que existen formas alternativas de aumentar esa capacidad de recaudar paran aplicarlo a aquellas áreas en las que hemos decidido que sean prioritarias, dentro de la política que cada universidad define en función de su autonomía. El dinero es insuficiente pero en los últimos cinco años ha habido una mejora, particularmente en la gestión del ex ministro Daniel Filmus y sus secretarios de Políticas Universitarias, Juan Carlos Pugliese y Alberto Dibbern: se han creado programas específicos, como el de mejoramiento de las carreras de ingeniería, de informática, de promoción de universidades públicas y privadas en el exterior. Y hay mucha diversificación. Hoy nos encontramos con más elementos de los que teníamos antes. Primero, contamos con las empresas, que hoy tienen un concepto de responsabilidad social y algunas de ellas lo aplican a la universidad, como el Banco Galicia, el Banco Santander Rio, con la red Universia. También, la vinculación entre la universidad y la empresa ha mejorado mucho. Antes parecían dos compartimentos estancos que no podían hablar el mismo lenguaje y hoy las universidades públicas y privadas, y la industria hablan de sus necesidades comunes y sus dificultades y se reconocen mutuamente como capaces de solucionar unos los problemas del otro. Nosotros, por ejemplo, tenemos convenios y hemos realizado investigación básica que se transformó en investigación de desarrollo y probablemente antes de fin de año se genere un producto que llegará al mercado. Son universidades e industrias que hacen una inversión de riesgo en conocimiento aplicado. Y un aspecto no menores el propio reconocimiento de las fuerzas internas. Están llenas nuestras bibliotecas de tesis doctorales y de conocimientos patentables y que no patentamos. Estamos cometiendo un error y una falta grave: si yo quisiera dentro de dos años podría acceder a las bibliotecas de todos ustedes, ver lo que sus alumnos hicieron y, como ustedes no lo patentaron, patentarlo yo. La legislación así lo permite. Nosotros y otras universidades hemos agregado a nuestras carreras módulos de propiedad intelectual, y recibimos los mensajes que nos manda la sociedad del trabajo para adaptar los conocimientos a la modernidad que hoy existe. Hay una oportunidad para ampliar la recepción de ingresos que nos permitan cumplir con nuestras obligaciones. Pero, atención, más dinero no significa necesariamente hacer mejor las cosas. Requiere una buena administración. Y la buena administración se ha logrado en algunas universidades con menos dinero y otras, con más recursos, no han logrado los mismos resultados. No sólo tiene que existir una mejora de la capacidad financiera de las universidades para cumplir su rol, sino que tienen que haber un ojo puesto en la buena administración.
Ana Jaramillo: Acaban de incluir $ 2300 millones más para las universidades públicas en el proyecto del presupuesto 2009, lo cual no quiere decir que esté bien distribuido. Las donaciones que tienen las universidades privadas no existen en las universidades públicas. No hay un empresario que haga una donación en las universidades estatal es. Las universidades de Quilmes y Lanas somos de la tercera ola, creadas en los años 90. Con nuestra experiencia previa, hemos intentado armar una universidad eficiente en sus recursos y eficaz en la formación de los jóvenes. Pero el tema no pasa tanto por la cantidad de recursos públicos, más allá de que hay una deuda de la empresa, que siempre aporta a la universidad privada y no a la pública. Quizás porque la ven ineficiente, sometida a los vaivenes políticos. Pero el Estado viene invirtiendo más. Por otra parte, durante la presidencia del doctor Eduardo Duhalde las universidades públicas pasaron a ser las consultoras naturales y privilegiadas del Estado. Esto provocó protestas en el sector privado. Debemos entender también que la tradición en la universidad pública en la Argentina es la tradición escolástica, es el medioevo, cómo se enseñaba y que función cumplía la universidad en ese tiempo. Si ustedes recorren los estatutos universitarios todavía dicen que buscan la "verdad universal". Nosotros nos comprometemos con el desarrollo nacional y con formar buenos ciudadanos. Pero también tenemos una gran responsabilidad en la transferencia del conocimiento, para que no queden en un estante. Lo que menos está resuelto es la perspectiva. Las universidades tienen disciplinas y las sociedades tienen problemas y son indisciplinadas. Con una disciplina no resolvemos ningún problema. Para poder levantar una carrera que tenga significación en la sociedad, por ejemplo, en Lanús hemos creado la carrera de seguridad ciudadana, única en el país. Todos los argentinos nos quejamos del problema de la inseguridad. Parecería que uno no puede ponerle un corpus sistémico a un problema para formar gente especializada. Por ahí ponen de ministro a un abogado, un policía, y no entienden nada. Tratamos de no competir con las universidades públicas de la región, no poniendo las mismas carreras que se ofrecen en Quilmas, La Matanza o Lomas de Zamora, intentamos ofrecer carreras orientadas a resolver problemas, como gestión ambiental ur bana, seguridad social ciudadana, licenciatura en enfermería. Las universidades públicas tienen que acudir a resolver los problemas del país, con enseñanza, con investigación, con transferencia tecnológica y responsabilidad social.
Marcelo Villar: ¿En el conurbano, Lanús es la única que tiene Enfermería?
Ana Jaramillo: Sí. Tenemos 4000 enfermeras. La mayoría viene de hogares humildes. El gobierno nacional quiere incentivar con becas la formación de 48.000 enfermeros más. En la provincia de Buenos Aires es al revés: hay cuatro médicos por cuatro enfermeras. Necesitamos invertir la relación.
Marcelo Villar: El tema de la enfermería es muy crítico y se les hace cuesta arriba a las universidades tenerlas. Nosotros tenemos una escuela de enfermería y hacemos esfuerzos para sostenerla. La enfermería no es una carrera de segunda. Es una carrera de primera, que debe ser dada con todas las necesidades técnicas existentes.
Roberto Cortés Conde: ¿No son demasiado largas las carreras?
Marcelo Villar: En general se elige medicina por encima de enfermería porque no se conoce en el fondo lo que significa el rol de la enfermera en el equipo de salud, que es tremendamente importante.
Ana Jaramillo: Los médicos lo saben. Debe existir un proceso de acompañamiento en la formación de enfermeras. En Lanús aplicamos la cláusula que permite ingresar en la universidad después de los 25 años, si es idónea y dando un examen, aunque no tengan el bachillerato. En enfermería todas trabajan desde hace mucho tiempo. Muchas autoridades, docentes y no docentes aportan parte de sus salarios para un fondo de becas y muchas se destinan a la carrera de enfermería.
Marcelo Villar: De todo lo que pasa en el mundo de la salud el cuello de botellas está hoy en la enfermería. Porque la enfermería está destinada a una clase social no muy apreciada, no está en la agenda.
Roberto Cortés Conde: ¿Son grandes las diferencias en los in gresos entre un médico y un enfermero?
Marcelo Villar: Depende de los lugares. La enfermera empieza de entrada con un sueldo más alto que el médico, que se inicia en un sistema de residencias, con un sueldo más bajo. La enfermera accede más rápido a un sueldo más alto, pero ese puede ser su techo. A lo largo de la vida, después de los diez años, el médico empieza a tener niveles más apreciables.
Roberto Cortés Conde: La orientación de la gente por las carreras también tiene que ver con la remuneración relativa. Se habla mucho de la universidad superpoblada y de que no todo el mundo puede hacer carreras tan largas. Tal vez sea conveniente promover carreras más cortas.
Carlos Newland: Es muy importante la extensión de los estudios, porque hace a los recursos y a la eficiencia. En la Argentina y en el mundo la gente estudia más en las universidades, pero en tramos claramente diferenciados. Yo estudié la licenciatura en economía de cinco años. Las ingenierías solían ser de ocho. En Europa hoy se tiende a hacer el bachellor en tres años, y luego dos años de maestrías y especializaciones. Y es importante porque hoy el gran demandante de trabajo es el sector servicios, donde no es tan importante la profesión sino la flexibilización mental, las habilidades cognitivas. Sería conveniente una formación inicial más general y otra más especializadas en maestrías y posgrados. Las carreras largas eran muy ineficientes porque llegaban muy pocos a graduarse. Muchos quedaban en el camino.
Ana Jaramillo: Si no se tiene en cuenta la posibilidad de ofrecer salidas intermedias, el Estado perdió cuatro años de inversión y la persona perdió cuatro años porque no se pudo recibir y no tiene un título habilitante de nada. Cada carrera debería tener una salida técnica intermedia.
Daniel Gómez: En Quilmes tenemos una estructura departamental, no por facultades, lo cual lo hace mucho más flexible. Todos los alumnos pasan por un ciclo inicial de dos años, en el departamen to que se elija y al cabo de esos dos años tienen un título de diplomado, en ciencias sociales o en ciencia y tecnología, y luego, con dos años más, acceden a la licenciatura. Eso acorta el tiempo que el alumno está en la universidad y aumenta la flexibilidad ante los cambios.
Carlos Rosenkrantz: En una agenda tan amplia es difícil hacer una contribución. Son innumerables temas, todos muy complejos. Yo creo que el problema de la educación superior en la Argentina es un problema de idiosincrasia y un problema general. Hay muy pocos incentivos para la inversión eficiente. Muy poca gente sabe cuál es la calidad del producto de cada una de las instituciones de educación superior. Y eso es un mercado raro. Por lo general, en los otros mercados la gente sabe la calidad de los productos que hacen. Si uno quiere pensar seriamente el problema de la educación superior, lo primero es ver cómo hacemos para que el mercado deje de ser tan opaco. Hay muchas instituciones que tienen el mismo nombre pero son cosas distintas. A muchas se las llama universidades y no son universidades, son enseñaderos.
Ana Jaramillo: Muchos cuando entran a la Universidad de Lanús, con su campus, buenas instalaciones, baños limpios, piensan que es privada. Lo que es el imaginario social…
Carlos Rosenkrantz: Sí, pero hay instituciones que se llaman igual y son cosas realmente distintas. Tienen otras misiones, se articulan alrededor de principios distintos. Y, lamentablemente, la demanda de las universidades, los estudiantes y sus padres, no tienen mucho criterio para distinguir una universidad de la otra. Y no lo tienen porque no hay mucho parámetro objetivo que mida la calidad del producto. Otros países tienen menos problemas en la educación, sencillamente, porque tienen exámenes, que permiten medir qué produce cada uno. Hasta que la Argentina no discuta seriamente este problema, todo lo que hagamos serán parches. La principal contribución que podemos hacer para poner en serio esta discusión en el pan orama político argentino es empezar a pensar la necesidad de hacer exámenes que midan la calidad de nuestros graduados. Eso permitirá medir la calidad de nuestras instituciones. Y, de ese modo, vamos a tener incentivos para una mejor inversión en la educación superior. Si no, es muy difícil resolver los problemas que enfrentamos. Esto es, obviamente, una discusión política mayor, a la que la Argentina le rehúye.
Marcelo Villar: Hay un grupo de personas en la Coneau trabajando para un examen común en el área de Medicina. Veremos si se extiende al ámbito universitario, pero es algo que se está conversando.
Roberto Cortés Conde: Si no pasa como en la Universidad Nacional de La Plata, donde el Consejo Superior le ordena a la Facultad de Medicina que no puede tener su propio sistema de ingreso.
Carlos Rosenkrantz: Ahora la Corte Suprema de Justicia zanjó la discusión.
Daniel Gómez: Una forma directa de medir la calidad es medir la institución.
Carlos Rosenkrantz: Ahí hay un problema. Lo que hay que medir es la calidad del producto, no la carrera.
Daniel Gómez: El producto es más que los estudiantes. Es el graduado, es la investigación, es la transferencia y la extensión. A nivel de investigación, el número de publicaciones es un índice intachable, nadie lo puede dibujar. La investigación de calidad es lo que divide un enseñadero de lo que es una universidad. Sumando lo de Medicina, la Coneau, las investigaciones, podemos armar un corpus y avanzar en el ideario de la evaluación. Cualquier inversión sin evaluación del producto final…
Roberto Cortés Conde: Debe haber ciertos criterios comunes. En la producción de trabajos científicos, Brasil ha avanzado mucho en los últimos años. En la Argentina, insisto, sólo el 11 % del plantel docente tiene dedicación exclusiva.
Ana Jaramillo: En eso hay un mito. Nosotros tenemos carreras tecnológicas en las que no queremos una persona que esté full time dentro de u na academia, porque necesitamos que esté afuera.
Roberto Cortés Conde: Correcto. Pero refleja un panorama más general. Es el tema central en las universidades masivas.
Ana Jaramillo: No estoy de acuerdo con eso. Por ejemplo, ¿Bill Gates produce o no produce conocimiento tecnológico? Tenemos que entender que la universidad perdió el carácter monopólico de la producción de conocimiento. Hay saberes que se producen en toda la sociedad. La universidad todavía pretende tener el rol que tenía en el medioevo. Nuestra función es hoy mucho más articular los conocimientos que existen en la sociedad, no creernos que somos los únicos.
Roberto Cortés Conde: Vayamos por partes. No digo que no haya que articularlos ni que la universidad tenga el monopolio. Pero es el único núcleo institucional que tiene la tradición de siglos de reunir a un conjunto de gente dedicada específicamente a esa tarea. En ese sentido, lo medieval se revaloriza. No son las empresas ni los otros grupos generadores de conocimiento los que, a través de los siglos, pueden seguir transmitiéndolo. Así como las bibliotecas son importantes, las universidades son importantes para eso.
Ana Jaramillo: Son importantes pero…
Marcelo Villar: Es difícil creer que de las empresas salgan humanistas, quiero decir filósofos, es la universidad ciento por ciento.
Ana Jaramillo: Uno puede tener una función hermenéutica para interpretar y formar en valores. Pero en la carrera de audiovisión, de punta, los docentes están en contacto con la gente que produce desarrollo tecnológico, también en empresas. Si yo lo tuviera encerrado dando clases o haciendo investigación adentro...
Carlos Rosenkrantz: Quizás tendría que tener un laboratorio… Las universidades están hechas para producir el conocimiento más duro, que usualmente no se produce en ningún otro lugar en ninguna sociedad. Se produce en las universidades. Hay conocimientos más blandos que se producen en otro luga r y pueden ser transmitidos. Quizás en estos casos se justifique tener gente que no tenga dedicación full time. Pero en principio el conocimiento duro se produce con gente que está full time y en red, con mucha gente que está haciendo lo mismo. Que el modelo de enseñanza en la Argentina esté dado por un 11 % de profesores full time es un dato preocupante. El conocimiento básico que después es trasladado al proceso productivo en los Estados Unidos se produce en las grandes universidades, porque tienen laboratorios, tienen profesores full time y tienen red. No hay que hacer de nuestras limitaciones una virtud. Es un problema y hay que tomar el toro por las astas. También es un debate político grande. Hablamos mucho de educación y la cuestión es si la Argentina está dispuesta a pagar el costo de la educación superior. Porque es muy costosa. Cuesta mucho dinero. ¿Estamos dispuestos a direccional recursos a la educación superior? Es el otro gran debate.
Marcelo Villar: Es costosa si no se tienen en cuenta los beneficios.
Roberto Cortés Conde: Pero no es la relación costo / beneficio, que a la larga es altísima, sino el problema es el corto plazo. En qué medida la sociedad está dispuesta a renunciar a otras cosas para asignar a los presupuestos universitarios argentinos. La cantidad de recursos por estudiante que asignan las universidades brasileñas, como San Pablo, al lado de las de nuestro país es muy superior. Hay gente que tiene que ser part-time, opero debemos tener un número crítico mínimo para sostener el desarrollo.
Ana Jaramillo: Si nos ponemos del lado del Estado yo no invertiría un montón de plata en carreras que son superavitarias o en investigaciones sobre la miopía la almeja. Invertiría en las cosas cruciales que el estado necesita. Hay que invertir en el futuro del país. ¿Necesitamos enfermeras, seguridad ciudadana, turismo? Si vamos a dejarlo al liberalismo más anárquico, eso no le sirve al país.
Marcelo Villar: A mí me parece que el Ministerio de Ciencia y Tecnología hace un tiempo ha definido líneas prioritarias.
Ana Jaramillo: Las universidades, en su interior, deben asumir su responsabilidad y hacer lo mismo.
Marcelo Villar: Hay líneas prioritarias, cuestiones que hacen a necesidades del país y en cosas muy básicas, como el Chagas, que es un tema crítico.
Roberto Cortés Conde: En las universidades argentinas hay menos dedicación a carreras científicas.
Marcelo Villar: Es extremadamente interesante el proceso de la Universidad de San Pablo. Pienso en la Argentina y en su rica historia universitaria, que tiene más de 400 años. La Universidad de San Pablo empezó en 1934. Tiene 70 años. Y es impactante el modo en que la universidad logró una legislación que asegurara un financiamiento muy grande, cercano al 2 % del PBI de la ciudad de San Pablo. Es un presupuesto enorme puesto en una sola universidad, que además tiene sistemas de regulación, control, medición y evaluación notables. En vez de mirar tanto a Estados Unidos, bien podríamos cruzar la frontera y mirar a Brasil.
Roberto Cortés Conde: Un país similar a la Argentina es Australia. Y en el grupo de las 100 principales universidades del mundo hay varias australianas. Dejando de lado los esfuerzos de cada universidad en particular, el problema de la universidad argentina es complejo, para asegurar masividad y calidad, con financiamiento. ¿Cómo se obtienen recursos? No sólo pidiéndole al Estado. Y no sólo limitarlo a algunas profesiones que tienen rendimiento inmediato. Porque tener buenos matemáticos, buenos filósofos, buenos historiadores hizo la Argentina que fue y que tenía un papel importante en el mundo intelectual. Esto tiene efectos y externalidades muy importantes. La Universidad, en eso, sigue siendo irreemplazable. ¿No se contradicen los objetivos de la masividad en la cobertura, muy loable, con la calidad?
Carlos Rosenkrantz: Yo creo que no hay ninguna duda.
Ana Jaramillo: Estamos viendo mal las cosas. Estamos hablando de una megauniversidad en el país, que es la Universidad de Buenos Aires. El resto, yo los invito a visitar la Universidad Nacional de Lanús, están en zonas muy pobladas, como el conurbano, y hemos tenido la responsabilidad de tener dimensiones manejables, no megauniversidades. Estamos hablando de una sola universidad. Ni la Universidad de Córdoba crece. Ni la de Tucumán, tampoco. Ni siquiera la UBA crece. Tengo los datos. Las únicas que crecen son las universidades del conurbano, que son chicas, acotadas, todas con los baños limpios.
Carlos Rosenkrantz: ¿Cuál es la inversión por alumno de su universidad?
Ana Jaramillo: Me deprimo… en este momento tenemos 27 millones de pesos de presupuesto, con unos 15.000 alumnos.
Carlos Rosenkrantz: Son 2000 pesos por alumno. La inversión por alumno en el año te dice algo. Es impensable que uno pueda formar un estudiante universitario gastando 2000 pesos.
Ana Jaramillo: No tiene nada que ver con la masividad.
Carlos Rosenkrantz: La cuestión es cuánto podés invertir en educación por alumno. Nosotros invertimos quince veces más. Entonces, salvo que invirtamos muy mal, es bastante probable que nuestro producto sea mejor. Y si hay alguien que invierte tres veces más que nosotros, como la Universidad de Harvard, es bastante probable que su producto sea mejor. Esa es la gran discusión universitaria argentina. Cuánto estamos dispuestos a invertir por alumno.
Ana Jaramillo: La Universidad de San Juan tiene la misma cantidad de alumnos que nosotros y un presupuesto de 250 millones de pesos.
Carlos Rosenkrantz: Probablemente esté invirtiendo mucho y mal. No tiene nada que ver con que sea pública o privada. Hay universidades privadas que invierten menos de 2000 pesos por año y alumno, porque cobran la matricula y generan plusvalía. La distinción entre pública y privada es errónea.
Roberto Cortés Conde: Entre 1999 y 2005 el número de alumnos matriculados en educación superior pasó de 1.600.000 a 2.082.000.
Ana Jaramillo: Se crearon nuevas universidades.
Daniel Gómez: No es significativo según la tasa demográfica.
Ana Jaramillo: La distribución presupuestaria no se rige por la cantidad de estudiantes. Se reparte por valores históricos. Lanas tiene 27 millones y San Juan, con la misma población, 250 millones.
Carlos Newland: ¿Puedo tirar una bomba? ¿No atenta la gratuidad indiscriminada de la universidad pública contra su propia inversión por alumno? En la universidad pública hay alumnos de clases sociales altas. Y no es esto ponerse un corset impedir que los aranceles constituyan una fuente alternativa de financiamiento, por lo menos acompañado de un sistema de becas.
Daniel Gómez: Como vos tirás una bomba, me toca a mí contraatacar. Podemos tener distintas visiones, pero la defensa de una educación gratuita para el alumnado es una de las banderas que tradicionalmente la Argentina ha llevado en épocas donde la universidad argentina fue muy buena. Es atender las posibilidades de los que menos pueden y es un deber irrenunciable de las universidades públicas.
Carlos Rosenkrantz: Pero hay que hacer una distinción. Lo que hay que garantizar es el ingreso universal, independientemente del dinero. Si vos tenés estudiantes que puedan pagar, ¿por qué no lo van a hacer? El verdadero desiderátum es que nadie se quede afuera de la universidad porque no tiene recursos económicos. No necesariamente pasa por la gratuidad. El 34 % de nuestros estudiantes están becados. El 11 % reciben estipendios: les pagamos alrededor de 1600 pesos por mes para que puedan estudiar en la universidad. Yo estudié en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y hubiera pagado con gusto.
Roberto Cortés Conde: Yo pagué.
Carlos Rosenkrantz: Antes se pagaba…
Ana Jaramillo: El impuesto al graduado, si está trabajando en lo que realmente estudió, puede ser una vía para establecer una cuenta especial para becas. Y así se produce una nueva generación de profesionales.
Marcelo Villar: Si nosotros hacemos las cuentas, dudo que la matrícula nos alcance para sostener los proyectos que tenemos, con lo cual, me parece que el esfuerzo tiene que estar puesto en buscar fuentes de recursos y de financiación bastante más genuino que la matrícula. El Estado tiene que financiar, sin duda, y es un deber indelegable mantener la educación pública, primaria, secundaria y universitaria. Ahora, para que las empresas también participen de ese proceso hay que generar mecanismos de exención. No hay manera, si no, de que las empresas pongan dinero. Cuando hablamos de donaciones, no vienen de las empresas, sino de personas. Quien se entusiasma con un proyecto y apoya a una institución son las personas, mucho más que las empresas. Si hubiera exenciones, el mecanismo sería distinto.
Ana Jaramillo: Nosotros la única donación que tenemos es de una persona que aportó para la orquesta de la universidad. Fue lo único.
Roberto Cortés Conde: El empresario debiera donar si se da cuenta de que hay un ahorro entre la diferencia de recibir mano de obra bien entrenada o mano de obra no bien entrenada. Tendría que dar un equivalente exacto a la cantidad del ahorro que le da tener un personal bien formado. Dejando de lado el entusiasmo y la buena voluntad, esto tiene que ver con la calidad.
Carlos Rosenkrantz: Es bueno que las universidades tengan que generar sus propios recursos, porque las obliga a ser muy sensibles a las necesidades de la sociedad. Si una institución aspira a que sus graduados se conviertan en sus benefactores los tiene que entrenar bien, porque si no los graduados no van a generar los excedentes necesarios para ser benefactores. Las universidades norteamericanas solo son exitosas si forman buenos graduados, porque si no lo hacen no recaudan un peso. Lo mismo pasa con las e mpresas. La mejor manera de generar fondos al margen de la matrícula es siendo muy sensibles a las necesidades de la sociedad. Es complejo.
Ana Jaramillo: Nosotros generamos un 28 % de recursos fuera del presupuesto del Estado, mediante servicios a terceros, en materia de investigación en alas carreras de alimentos, epidemiología o asistencia técnica a distintas instituciones, a empresas y al Estado.
Roberto Cortés Conde: Hay que hacer una distinción con las universidades de tamaño mediano o pequeñas, donde las circunstancias son diferentes. Pero el problema general es la masividad y la relación del número de estudiantes con el de graduados. Es un problema de eficiencia. Estamos gastando gran cantidad de dinero, ¿cuál es el gasto directo de la educación?
Ana Jaramillo: El problema es ver cómo hacemos para que se reciban. Se gradúan porcentajes muy escasos. El tema de la masividad se da en las grandes universidades como la UBA, la Universidad Nacional Autónoma de México.
Marcelo Villar: Los rectores de las universidades públicas y privadas debiéramos hacer una especie de joint venture. Esta división entre el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), por un lado, y el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP), por el otro, debilita bastante. Deberíamos sensibilizar a nuestros gobernantes para modificar alguna legislación que claramente perjudica al sistema universitario.
Daniel Gómez: Estoy de acuerdo, pero algunos pasos ya se han dado. Hay conversaciones entre el CIN el CRUP, puede haber reuniones conjuntas, viajes de exploración al exterior.
Roberto Cortés Conde: Tendríamos que hacer un examen crítico de la situación actual y reconocer dónde están las falencias. Esto no quiere decir que no hay virtudes y que todo es un desastre. Pero la Argentina no está en este momento en una situación competitiva en la educación universitaria. Es fundamental tener un grupo importante de profesores de tiempo completo y, quizás, distinguir entre las universidades que hacen investigación y las que se dedican solamente a la formación de profesionales. Hay carreras cortas, no es necesario que todo el mundo estudie seis años. El conocimiento es costoso. La cantidad de gente que queda desgranada en el camino demuestra una enorme ineficiencia.
Ana Jaramillo: Nosotros tenemos que poner cupos. En audiovisión, por ejemplo, se inscriben 1000 y pueden entrar 100. Eso tiene que ver con el proyecto de universidad que cada institución tiene, con su estatuto, su autonomía, su visión. Las universidades de la tercera ola somos más o menos parecidas, en su tamaño, en su perspectiva de la visión del país. Somos distintas a las más tradicionales, como la de Buenos Aires, Córdoba, donde además los estudiantes son un número. Y en los lugares más pobres los estudiantes necesitan un nivel de contención durante el pasaje del secundario a la universidad.
Roberto Cortés Conde: Muchos llegan muy mal preparados. Varias universidades tienen que dedicarse el primer año prácticamente a suplir las falencias del colegio secundario.
Marcelo Villar: Eso daña a la universidad. Es otro rol.
Ana Jaramillo: No podemos bajar el nivel de excelencia ni dedicarnos a hacer esto.
Carlos Rosenkrantz: Chile tiene, por ejemplo, un examen nacional de aptitud que dan todos los estudiantes secundarios que quieren entrar a la universidad. La Argentina lo debería hacer. Aunque no sea obligatorio, que las universidades serias ofrezcan un examen nacional de aptitud, que genera incentivos correctos en los estudiantes secundarios. Un gran problema en la Argentina es que hay muchos chicos que no saben que tienen que estudiar. El estudio es una capacidad que se aprende. No vienen entrenados. No son chicos acostumbrados a leer, no tienen desarrolladas sus capacidades analíticas y discursivas. El examen de aptitud serviría para saber cómo está cada estudiante y para mandar mensajes a los alumnos secundarios.
Ana Jaramillo: Depende de dónde provienen los estudiantes. La mitad de Lanús es villa miseria. Nosotros tenemos que desarrollar acciones para que sepan que existe una universidad. Que sepan que si van a estudiar, cuando sean grandes, los vamos a estar esperando. Si no, el destino manifiesto es la delincuencia, la droga.
Carlos Rosenkrantz: Hay una división institucional de roles en sociedades complejas. Si el Instituto Balseiro va a ser caridad, no va a hacer nada. Ni caridad ni ciencias básicas bien. Si nosotros confundimos la misión de la universidad con hacer caridad es problemático.
Daniel Gómez: La discusión es tratar de llevar el conocimiento al mayor grado de personas posibles. Otro grado de abordar las cosas sería: ¿puede la universidad solucionar todos los problemas? No. Pero sí tiene que sensibilizar.
Ana Jaramillo: Ningún diario habla de la universidad, salvo cuando nos toman el rectorado. Los medios de comunicación tienen responsabilidad.
Roberto Cortés Conde: El tema comprende a toda la sociedad. El problema que planteamos sobre la misión de la universidad y la situación crítica no tiene que ver solamente con los actores, sino con el conjunto de la población. Muchos creen que el conocimiento no cuenta. Hay padres que se quejan porque los maestros les ponen una mala nota a los chicos y van a la escuela y le discuten. La sociedad argentina, por factores muy complejos, no tiene una relación entre lo que le puede esperar en el futuro y lo que va aprendiendo.
Ana Jaramillo: Pero los medios de comunicación cumplen un rol fundamental.
Marcelo Villar: Esta mesa es un ejemplo de eso.
Carlos Newland: Las universidades tienen que aprender a relacionarse con los medios. Muchas cosas que pasan en la universidad están ocultas y hay que saber comunicarlas.
Marcelo Villar: Relacionarse con los medios exige una formación especial. Tenemos que aprender a comunicar lo que hacemos.
Roberto Cortés Conde: Todos los sectores de la sociedad debieran ocuparse mayormente de la importancia que tiene la educación superior para el desarrollo del país. Especialmente en esta sociedad del conocimiento. Un país no es rico sólo por sus recursos naturales o sus capitales, sino por su capital humano. Somos nosotros los que tenemos que transmitir e insistir. Para eso tenemos que tener ideas claras. Parte del problema es que los mensajes son contradictorios, confusos. En general hay una autocomplacencia sobre la situación universitaria. Tenemos que tener indicadores claros de calidad.
Daniel Gómez: Las universidades no podemos solucionar todos los problemas. Pero somos actores protagónicos, por lo menos para impulsar el debate y la discusión. Los rectores de las universidades públicas y privadas debemos trazar una agenda mínima de los problemas comunes, de las necesidades comunes, de los objetivos comunes, ir sensibilizando al Gobierno, a las empresas y a las organizaciones sociales para que el conjunto de la población sienta y valore a la universidad como algo propio, que le es suyo, al cual tiene acceso y en el cual pueda encontrar soluciones a sus problemas. Ahí hemos fallado nosotros. No hemos logrado en muchos casos mostrar a la universidad como esa fábrica de conocimiento, esa construcción donde todos pueden ir a buscar una solución. Esa tarea es un objetivo común y loable: sensibilizar a toda la comunidad sobre la importancia de la educación superior y trabajar todos juntos.
Javier Comesaña: Gracias a todos ustedes por venir y por sus aportes. Renovamos nuestro compromiso por seguir trabajando en esta tarea.