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EL VIAJE COMO CUESTIÓN MORAL

¿DÓNDE QUEDA LA CASA DE MI AMIGO? (Irán) Dir.:Abbas Kiarostami Primer film de la Trilogía de Koker, que se completa con Y la vida continúa y Detrás de los olivos, esta obra plantea una serie de temas y relaciones que pueden resumirse en la expresión \"cuestión moral.\" Por MARCELA RAGGO

27 de diciembre de 2004, 11:34.

imagen EL VIAJE COMO CUESTIÓN MORAL
Como otras películas de Kiarostami, esta delinea los rasgos que caracterizan a su autor. La línea argumental es sumamente sencilla: un niño debe viajar al pueblo vecino para devolverle el cuaderno a un compañero de clase. Si no lo hace, el maestro expulsará al amigo por no haber hecho los deberes. Kiarostami trabaja en su conocido universo de seres simples: niños, ancianos que caminan lentamente, mujeres que cuidan bebés. El paisaje esta vez es también el pueblo abigarrado en contraste con el desierto, en el que hay un camino zigzagueante y un único árbol.

El relato mismo se articula sobre una serie de repeticiones y duplicaciones, plasmadas en los diálogos (la pregunta del título, los consejos del maestro, las órdenes de la madre, el orgullo del anciano por sus ventanas); en los desplazamientos de ida y vuelta entre un pueblo y otro, y en la acuciante necesidad interna del protagonista de cumplir con su cometido.

El marco de la narración lo constituye la relación entre los adultos y los niños. El maestro, casi sin quererlo, humilla a los alumnos al exigirles los deberes. La madre del niño protagonista le ordena lo mismo, pero se contradice al pedirle a la vez que cumpla con las tareas domésticas. Y sobre todo, la anécdota del abuelo, cuyo padre le pegaba cada quince días aun sin motivo. Los tres casos funcionan, según la justificación de los adultos, para imponer disciplina al niño. Lo que ellos no saben es que el protagonista, aparentemente tan desobediente, tiene internalizado un profundo sentido de la disciplina, término que puede equipararse, iconográficamente, al viaje repetido una y otra vez.

La solución lógica del problema, la que el espectador anticipa desde el comienzo, cierra un film cargado de la magnífica sencillez que, desde esta obra, Kiarostami ha sabido explayar en una filmografía que es, aunque parezca redundante y obvio, esencialmente cinematográfica, es decir, verdadera.

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