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Elecciones sin propuestas económicas

Los distintos candidatos no basan su campaña en cuestiones económicas. El gobierno evita mencionar posibles aumentos de tarifas tras las elecciones. Y la oposición no se anima a apoyar iniciativas.

05 de septiembre de 2005, 19:53.

Por Pablo Ramos

APM/Agencia Taller

pramos@perio.unlp.edu.ar

 

A 51 días de las elecciones legislativas para renovar el Senado y la Cámara Baja, el debate en Argentina evita realizar definiciones específicas sobre la economía. Tanto el gobierno encabezado por el presidente Néstor Kirchner como la oposición prefieren confrontar en el ámbito de lo político. Si bien es cierto y comprobable que nadie en la Historia argentina hizo compaña electoral refiriéndose a medidas concretas que afecten el bolsillo de la ciudadanía, en esta oportunidad la mayoría de los contendientes evita mencionar la política económica.

¿Cuáles son los pilares económicos del programa gubernamental? En lo monetario, la Casa Rosada enuncia a cuatro vientos que se va a defender un tipo de cambio alto; se cerró con decoro la salida de la moratoria de la deuda pública, mientras que con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se cancelan vencimientos en efectivo dentro de lo que, en palabras del jefe de Estado, se conoce como “política de desendeudamiento”. Gracias al dólar caro, se les cobran impuestos al comercio exterior (retenciones) que sirven para que este año la Tesorería tenga un superávit fiscal de 5.000 millones de dólares. Por último, ha vuelto un cierto proteccionismo –además del paraguas que otorga un peso devaluado- que permitió una importante recuperación industrial.

¿Qué postulados económicos sostiene la oposición? En realidad, no se ha escuchado demasiado al respecto. En anteriores artículos hemos tratado de develar quienes estaban detrás de la falsa discusión por el valor que debe tener el tipo de cambio, y podemos inferir que quienes más defienden la revaluación del peso son los sectores de derecha. En estos momentos, la agrupación que encarna esta tendencia política se ha bautizado como PRO -por Propuesta Republicana- cuyos líderes son el empresario Mauricio Macri y el economista Ricardo López Murphy.

Mauricio Macri es el presidente del club de fútbol Boca Juniors –el más popular de Argentina- y proviene de una familia que ha conformado un imperio económico con distintos negocios, la mayoría de ellos ligados al Estado. De hecho, tenía la concesión del Correo Argentino, la cual fuera retirada por la actual administración por falta de pagos del canon a que se habían comprometido.

Por su parte, Ricardo López Murphy fue el más notable miembro de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), en tiempos en los que integraba el misceláneo partido Unión Cívica Radical. Fue ministro de Economía del presidente Fernando De la Rúa (1999-2001), aunque duró sólo dos semanas: lo dejaron a su suerte cuando pretendió realizar el mayor ajuste en la historia económica argentina.

Políticos, empresarios y economistas ligados a PRO son los que defienden dejar que el peso se acomode a la baja –se revalúe- como sucede en los países vecinos. Llama la atención que mencionen a naciones vecinas personas que en el fondo no les simpatiza el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), sino las alianzas con los países del llamado Primer Mundo –donde las corporaciones pagan impuestos.

Algo difícil de explicar para los que no viven en Argentina es el doble rol que cumple el oficialista Partido Justicialista (PJ). Este partido lo integra también el ex presidente Carlos Menem (1989-1999), quien hoy se encuentra en las antípodas absolutas del actual residente de la Casa Rosada.

Por este motivo, no existe una coincidencia económica en el PJ ni en ningún otro aspecto, salvo en la vocación de poder. Menem, por ser el artífice de la Argentina de la década de los ´90, defiende el continuo endeudamiento, el dólar barato y a las empresas extranjeras que manejan los servicios por él privatizados.

La Unión Cívica Radical, partido centenario que ha sido gobierno en distintas ocasiones, tampoco se define mucho en cuestiones económicas, y las críticas que se oyen desde ese sector son más de forma que de sustancia.

Podemos mencionar a la agrupación Alternativa para una República de Iguales (ARI) de centroizquierda que hace hincapié en la redistribución del ingreso, pero su caballito de batalla eleccionario son las denuncias de corrupción.

Mencionamos a estos partidos porque son los que mayores probabilidades de obtener bancas en el Parlamento tienen.

Como podemos inferir, el escenario económico en sí no corre riesgos con el acto eleccionario.

Con respecto a qué puede ocurrir tras los comicios de octubre, no debieran esperarse grandes cambios. Aunque, quizás, los cambios sean de nombres y no de políticas. Se ha especulado mucho con la salida del ministro de Economía, Roberto Lavagna, quien sería el nuevo Canciller a partir del 10 de diciembre. Recordemos que el actual jefe de la Cancillería, Rafael Bielsa, encabeza la lista de candidatos oficialistas por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Entonces ¿Quién reemplazaría a Lavagna en Economía? Se menciona a Aldo Ferrer, un economista de su misma línea de pensamiento pero que dice que el tipo de cambio se encuentra atrasado, y que debiera elevarse hasta que cada dólar se pague a 3,10 pesos.

El verdadero autor del libreto económico actual es el mismo presidente. Kirchner llevó adelante la misma política cuando fue gobernador de Santa Cruz. Redujo la deuda provincial y mantuvo por años un superávit de caja importante, aunque le debe mucho a las regalías petroleras que recibió. Por lo cual no se vislumbra un cambio importante en caso de que el actual titular de Hacienda deje vacante su despacho.

Es más, los mandatarios anteriores dejaban el desarrollo de un plan económico en manos del ministro del área, y luego preguntaban los pros y contras de las medidas adoptadas. Si les parecían correctas, rubricaban el plan. Así fue siempre.

Kirchner participa del diseño de las medidas y es él mismo quien, lapicera en mano, aporta o rechaza las medidas que luego van a ser aplicadas. Ejemplos de ello son el congelamiento de las tarifas de servicios públicos, donde Lavagna sostuvo y sostiene que deben “adecuarse” para que se realicen inversiones en este sector, mientras que el presidente las desautoriza de cuajo; también durante la negociación para dejar atrás la cesantía de pagos de la deuda pública fue la “tozudez” presidencial la principal impulsora de la quita récord.

Lo que puede ocurrir si el actual ministro deja su cargo en diciembre es la llegada al Palacio de Hacienda de una persona de menor perfil, con un traslado aún mayor de la exposición económica hacia el propio presidente. Es una jugada importante, ya que en nuestra nación siempre el ministro de Economía cumplió la función de “fusible”, es decir, quien debe pagar con su cabeza por las recurrentes crisis económicas. Quizás, si para fines de año Lavagna deja su puesto, veremos a un presidente aún más elocuente en cuanto a cuestiones que hacen a la economía.

Lo cual no deja de ser una jugada riesgosa.

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