El prestigioso intelectual y profesor de la UNCuyo reflexionó sobre los aciertos y errores de estos 25 años de democracia. Habló sobre Alfonsín, los Kirchner y el resurgimiento de la derecha en el país.
En 25 años de democracia, como ciudadanos, vivimos miles de hechos que cambiaron la historia y que transformaron el pensamiento de la sociedad. El profesor de la UNCuyo Roberto Follari habló sobre este proceso, sus repercusiones y los desafíos futuros.
¿Qué significa para usted el sistema democrático de nuestro país?
Significa mucho, porque es el establecimiento de garantías y derechos civiles y humanos básicos que en tiempos dictatoriales no se respeta, lo primero y principal es eso, y las cosas graves que han pasado en nuestro país. En segundo lugar, la posibilidad de elegir a los propios gobernantes y la de corregir en otros comicios lo que se ha elegido cada vez. Tiene sus limitaciones, no todos en la democracia participan por igual, debido a sus condiciones sociales. La democracia está muy lejos de ser perfecta pero es la condición mínima necesaria para una vida civil y política sana.
¿Cómo ve dentro de estos 25 años de democracia el gobierno de Raúl Alfonsín? Fue muy importante como recuperación de peso de lo democrático, como elemento constituyente de la vida política nacional, porque hay que advertir que Argentina, a diferencia de Chile o de Uruguay, nunca había ligado una noción de democracia, de lo popular. Por lo contrario, en Argentina en nombre de la democracia se habían dado golpes de estado, en nombre de la democracia se había ido contra la mayoría popular. La noción misma de democracia estaba enormemente desprestigiada y no era incluida como un espacio, digamos, de apelación importante por casi nadie en la política nacional. Alfonsín tuvo la capacidad y la fuerza para convertir la noción de democracia en un elemento interpelatorio político básico, en un casi slogan eficaz con contenido, que logró atraer a un sector importante de la sociedad argentina que, afortunadamente, quedó inscripto como parte ya de aquello que fue un supuesto de nuestra vida política y que por ahora y felizmente ya nadie pone en discusión. Insisto, se puede ir más adelante con la democracia y hay mucho que arreglar en ella, pero, en cambio, a muy pocos se les ocurre hoy la idea de ir para atrás y de reeditar experiencias autoritarias que han sido nefastas para los argentinos.
¿Qué representó el movimiento de Abuelas de Plaza de Mayo para el sistema democrático de Argentina? Tanto madres como abuelas han significado el peso que en Argentina han tenido ellas. Y no sólo como organismos de derechos humanos en la lucha, por un lado, por producir el esclarecimiento de la represión ilegal en la dictadura, después buscar que haya justicia y respeto de esos hechos, y por otro, en el caso de abuelas, buscan a los jóvenes que habían sido privados de su identidad, que no sabían quiénes eran ellos verdaderamente, porque habían sido secuestrados, o vendidos como bebés de aquellos militantes que habían sido desaparecido o reprimidos. Realmente ha sido importantísimo en la medida en que han permitido a no pocas personas recuperar su verdadera identidad, con el dolor y con la dificultad que esto, sin dudas, produce, pero también con el peso que tiene la verdad en esto de saber finalmente quién es uno y saber que a veces quienes se presentaban como los padres, en realidad, eran apropiadores.
¿Usted cree que en el gobierno de los Kirchner ha habido un gran avance en la política sobre derechos humanos con respecto a otras épocas?
No cabe la menor duda, este ha sido un aspecto importantísimo porque cuando llegaron ellos al gobierno, el tema estaba clausurado. Menem lo había cerrado; primero con los indultos, había acabado con la cuestión ya al comienzo de su mandato, luego con De la Rúa siguió igual o peor sin modificarse y despues a Duhalde no le interesó para nada, prácticamente fue un tema archivado. Pero los organismos siguieron fieles a su lucha y a sus consignas y fue importantísimo que el gobierno de Kirchner decidiera reabrir estos temas. Ahora nos hemos acostumbrado a esta situación como si fuera algo casi natural, pero, en realidad, es exactamente al revés. Esto de los juicios que se han realizado ha permitido que muchísimas persona que habían participado de la represión ilegal por fin hayan sido juzgadas, cuando gozaban de total impunidad.
¿Cuál es su opinión acerca de los juicios de la verdad, que han condenado a torturadores –entre otros a Menéndez– a cadena perpetua?
Primero se llamaban juicios por la verdad y eran para conocer la situación, pero en el comienzo no tenían el peso legal pleno del castigo que tienen actualmente. Todos los juicios que se han realizado, finalmente, dentro de los últimos cinco años, han permitido que las principales figuras emblemáticas como Bussi, Menéndez, Acosta, Juan Bladich estén donde la Justicia ha decidido que estén, acorde a juicios que han sido hechos de manera transparente y en los que ellos han tenido todas las garantías de defensa. Dentro de algunos días se van a recordar los sucesos del 19 y 20 de diciembre del 2001 en el gobierno de De la Rúa.
¿Cuál es su análisis sobre esta situación?
Fue el colapso económico de todas las opciones liberales que había iniciado Menem y profundizado De la Rúa, y fue el colapso político del sistema corrupto que había estado sosteniendo a esa condición económica. Juntos produjeron una situación, realmente, de crisis estructural y dado que a la vez había una crisis de legitimidad política y de mantenimiento de la elemental estabilidad económica, ambas cosas se habían roto juntas y promovieron un enorme dislocamiento que alguien como De la Rúa no tenía la menor capacidad para dirigir y manejar. De ese modo se dio el segundo gobierno radical de la alianza, pero hegemonizado por el radicalismo. Segundo gobierno consecutivo que no puede terminar, con una situación social de enorme movilización que después de pedir “que se vayan todos”, admitió a su vez, que no tenía a quien poner en su lugar, de manera tal que la aparición de Duhalde, con todas sus limitaciones, resultó bastante providencial para tener el mínimo timón para ayudar a remontar la crisis.
¿Cómo ve la figura de Duhalde en cuanto a influencia sobre la política de nuestro país?
Muy contradictoria. Es alguien a quien que se lo acusa de haber tenido que ver con los saqueos que produjeron la situación del 2001, es alguien que estuvo junto con Menem, también se separo y lo enfrentó. Es contradictorio. Le debemos algunos logros importantes pero también representa una de las peores modalidades de relación con lo que es el conurbano bonaerense o con la presión política, por ejemplo, ya últimamente en relación con el actual gobierno.
¿Cómo ve el sistema democrático argentino si lo compara con el del resto de los países latinoamericanos?
Hoy, Latinoamérica pasa por una situación importante de profundización social de la democracia. La democracia no es plena si no incluye a todos los ciudadanos, ¿qué clase de democracia es la que a muchos los deja totalmente afuera de todos lo bienes, de los servicios, de la posibilidad de trabajar y a veces hasta de alimentarse, esa no es una democracia plena. Una democracia que incluye a todos implica una lucha política contra los grandes intereses monopólicos internacionales y eso está sucediendo hoy en países como Ecuador, Venezuela, Bolivia e, incluso, en menor medida en Argentina misma, en Brasil y Uruguay. Creo que hay una condición latinoamericana que está bastante lejos de reproducir el neoliberalismo privatista que se impuso desde Washington en la época de los 90.
¿Hay un quiebre en la cuestión histórica con respecto a la crisis mundial surgida y al sistema capitalista?
No tenemos todavía suficiente horizonte histórico para saber si esto es un quiebre del capitalismo o nada más que un quiebre parcial al interior del capitalismo, que no va a afectarlo nada más que momentáneamente. Todavía no sabemos cuál de las dos opciones es, de cualquier modo, sí es claro que no es una crisis coyuntural o menor, es estructural y fuerte. Seguramente después de ella van a salir redefinidos los lugares de los países en el concepto internacional y también, ciertamente, va a haber una condición nueva de presión política, de muchos sectores que van a quedar económicamente muy afectados por esta crisis, que, por lo menos, va a durar de dos a cuatro años.
¿Cómo ve usted el gobierno de Néstor Kirchner y posteriormente el de nuestra actual presidenta?
Creo que la oposición muy frontal –cuando no directamente furiosa y a veces maniquea– que le hace gran parte de los medios, sobre todo los conservadores como el diario La Nación, o personajes como Grondona o Morales Solá, muestran que es un gobierno que no representa los intereses tradicionales, a las derechas oligárquicas o las derechas pre-industriales de Argentina. Creo que es un gobierno con contradicciones y limitaciones pero que ha representados algunos aspectos importantes de los intereses populares nacionales; que ha logrado conectarse a nivel latinoamericano con las mejores experiencias que hay en el continente; que ha mantenido un crecimiento del país cercano al 8% cinco años seguidos; que ha conseguido crear una fortaleza importante en cuanto a finanzas para el Estado, que ha logrado, de esa manera, evitar la posibilidad de golpes militares, como el que se le hizo a Alfonsín por vía económica, y que ha establecido algunas pautas todavía bastantes tímidas pero, digamos, reales de redistribución, si se lo compara con los estilos ferozmente neoliberales de Menem y De la Rúa y el populismo un poco difuso de Duhalde.
¿Cree que la gestión de Jaque se encuentra dentro de la misma línea que la kirchnerista?
Hay una enorme diferencia. El hecho de que se apoyen mutuamente no significa que sean parecidos. Fue muy clara la presencia del señor Rico en el gobierno de Jaque, que fue enfrentado desde el mismo Gobierno nacional. El progresismo de Kirchner es limitado pero es claro, mientras que el del gobierno de Jaque tiene poco que ver con posiciones progresistas, latinoamericanistas, de reivindicación de los intereses populares frente a los intereses empresariales. De eso, muy poco se encuentra en el gobierno provincial.
Se habla del surgimiento de una nueva derecha a través del conflicto del campo, ¿Usted cree que es así?
No cabe duda. La derecha que apeló a la violencia cuando le convino, haciendo aprietes, escraches y utilizando de manera perversa, invirtiendo el sistema de piquetes, quiero decir de manera perversa, porque los piqueteros son gente que no tenía ninguna forma de presentarse públicamente, eran desocupados, mientras que gente que tiene poder para hacer lock out patronal, además de eso hacía piquetes. Evidentemente ha sido una aparición de una nueva forma de ejercicio político de la derecha con enorme apoyo mediático. La principal oposición en Argentina son los medios, esto es evidente. Y por cierto, algunos políticos que antes eran progresistas y hoy están en esa línea, como Carrió, y algunos periodistas que alguna vez fueron progresistas y que hoy están en líneas cada vez más de derecha, como Lanata, Tenembaum o Caparrós. Hay que hacer un análisis de una recomposición de personajes que son de derecha, que pretenden aparecer, cuando les conviene, con un tinte progresista.
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