Los fenómenos de masas siempre son sorprendentes. Para hablar sólo de los apoteóticos entierros de presidentes o ex presidentes argentinos en las últimas décadas.
Yrigoyen había sido derrocado poco antes de su muerte sin que la ciudadanía hubiera salido en su defensa y en la de la democracia
Perón había sido abandonado por la “maravillosa juventud” y la izquierda peronista después de intercambiar insultos en la plaza de Mayo
Alfonsín transcurría sus últimos días sin que la clase media porteña o la dirigencia política argentina estuviese preocupada por su inminente muerte.
Sin embargo, todos ellos recibieron una despedida multitudinaria. Más allá de los notorios oportunistas de siempre, es evidente y emocionante el auténtico sentimiento popular que los acompañó a sus tumbas.
Mucho se puede decir y ya se ha dicho en estos últimos días acerca de Alfonsín y la democracia que hemos decidido encarne su figura. A mí me interesa manifestar públicamente por qué lo voté. Y esto no es resultado de un repentino brote de narcisismo sino la necesidad de recordar hechos históricos que parecen haber sido olvidados, aunque aún siguen vigentes, de formas no por atenuadas, menos peligrosas.
Lo voté porque tuvo la valentía de denunciar y oponerse al pacto militar sindical que por esos días intentaba armar un proyecto falsamente democrático, una democracia “a la chilena” con los militares sueltos por la calle y reivindicados por una Ley de Amnistía, apañados y protegidos por la ortodoxia peronista y la burocracia sindical. Los mismos que convalidaron a López Rega y sus AAA, inicio del terrorismo de Estado que luego se expandió y sistematizó durante la dictadura militar.
El triunfo de Alfonsín fue la derrota de este proyecto y posibilitó la aparición de una línea interna de renovación en el PJ cuyos resultados, desafortunadamente, terminaron en el neoliberalismo menemista. Pero poco se pudo hacer para mellar la dirigencia sindical de corte “peronista” que no sólo asistió impertérrita a la privatización de nuestro patrimonio y a la destrucción del empleo y del salario sino que aprovechó para acrecentar su fortuna personal.
Los que creemos que la democracia es más que ir a votar cada dos años al candidato menos malo, despedimos emocionados al Dr. Alfonsín.