Contar lo que pasa, interpretar por qué pasa, anticipar lo que pasará, en definitiva, informar, NO son acciones que tengan que diferenciar a hombres y mujeres. Sin embargo, el periodismo no es ajeno a lo que pasa en todos los ámbitos. Es indudable que la mujer ganó protagonismo en el mundo despiadado de la información, pero también es cierto que falta para consagrar la igualdad respetando las diferencias.
Desde el retorno de la democracia, la presencia de mujeres en las redacciones empezó a afianzarse. Basta recordar que hasta 1987 en la sección Política del diario de mayor tirada en la Argentina no había una sola firma femenina. A lo largo de estos pocos más de 20 años, son muchas las que lograron dejar su impronta en los temas más candentes y superar la muralla de la supuesta “agenda femenina”.
En 1908, 129 obreras de la fábrica de Cotton de Nueva York tomaron pacíficamente el establecimiento reclamando el derecho a sindicalizarse, mejores salarios equiparables al de los varones, reducción del horario laboral, rechazo al trabajo infantil y tiempo para la lactancia. El propietario las encerró y prendió fuego a las instalaciones. Todas murieron.
Desde 1977, Naciones Unidas invita a conmemorar el 8 de marzo como la fecha de la mujer. ¿Por qué utilizar un día para recordar a la mujer? Le preguntó la periodista Alicia Cytrynblum, directora de Periodismo Social a Diana Marzorati de la Fundación Agenda para la Mujer. ”Porque los reclamos de las 129 obreras siguen vigentes” fue la respuesta.
Es una verdad reconocida que el sistema patriarcal, antecedente de la sociedad de clases, no fue un fenómeno natural de las especie humana. Sin embargo las mutaciones que transformaron las formas de opresión a la mujer, desde un patriarcado clásico al complejo del nuevo orden mundial globalizado, fueron y son percibidas con ambigüedad.
Trescientos treinta millones de trabajadoras sobreviven con menos de un dólar diario. Cabe preguntarse entonces ¿Hasta dónde el reconocimiento de la igualdad de los derechos, traducidos en ciertas normas de legalidad liberal que alcanza a la gran mayoría de las mujeres? Las implicancias de la hegemonía cultural son tan profundas que emerge un reconocimiento simbólico de la desigualdad, mientras oculta la lógica que determina la realidad social y utiliza sus propias contradicciones para garantizar la reproducción de la opresión.
A la mujer se le sigue considerando un producto que vende, una cara bonita que trae mas audiencia y eleva el rating en las noticias, además de que se sigue menospreciando el trabajo que muchas realizan en las calles exponiendo sus vidas muchas veces para conseguir informaciones.. Porque se entiende que la prensa no ofrece una imagen equiponderada de la diversidad de la vida de la mujer y de la contribución de esta en la sociedad y a través de la práctica periodística cotidiana se alimenta –lamentablemente- las funciones tradicionales de la mujer.
En realidad, no se trata de asumir una competencia. El talento, la inteligencia, la formación, el carisma, por suerte, no dependen del género. Se trata de complementar las miradas, de poner a prueba los criterios, de enriquecerse en el juego de las diferencias. El siglo pasado fue, para parte del mundo, el de las conquistas femeninas, logros que marcaron su aparición como protagonista en el escenario social y político. El voto y el dominio de los métodos anticonceptivos le dieron un control inédito sobre si misma y sus representantes. Quizás el desafío de esta nueva centuria sea encontrar el equilibrio. No se trata de ahora promover el dominio de ellas sobre ellos. Se supone que ellos también son distintos.
Natalia Bulacio
Editora Departamento de Cultura