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Esto no es puro circo (Parte II)

Mendoza, en vacaciones de invierno, estaba llena de niños y turistas. La demanda era grande y la oferta también. Una de las posibilidades es el “Circo”, y no cualquiera,  el Circo más grande de Argentina. Agencia Taller aporta una mirada más allá del espectáculo.

22 de agosto de 2005, 15:03.

Por Emilio Alfano

Departamento de Cultura

emilio.alfano@gmail.com

Los espectáculos de circo son las representaciones artísticas más antiguas de la humanidad. El arte circense, como tal, se origina en la teatralización de los mitos, algo así como: “la fiesta espontánea que el clan primitivo celebraba en algún momento”. Tanto el clan primitivo como los mitos evolucionaron y surgieron los ritos.

La exhibición de la destreza del cuerpo y el juego con objetos existe desde tiempos remotos en los cinco continentes, de la misma manera que la utilización de animales.

Cuando este arte dejó de ser sagrado, continuó con los artistas trashumantes que eran quienes debían ir de un pastizal a otro con sus animales. Durante la edad media, estos artistas siguieron recorriendo caminos y trasmitiendo sus conocimientos de generación en generación. Recién en el siglo XVI surgió la comedia del arte, en Italia principalmente, cuando los artistas comenzaron a unirse en compañías que hacían comedias improvisadas.

El Circo conserva a través del tiempo el espacio circular del rito y su calidad de comunicación directa con los espectadores y en algunos casos también conserva los animales exóticos.

Agencia Taller visitó el Circo “Los Hermanos Servián”. Este Circo no es un circo cualquiera, es uno de los 10 más grandes de Sudamérica. Tiene unas 100 personas trabajando y posee la particularidad de no estar en decadencia, realizan todas sus funciones a sala llena, conserva el glamour y el brillo de las lentejuelas y presenta un espectáculo artísticamente impecable, otro detalle es la organización que se puede apreciar a simple vista y el claro mensaje que emite su función denominada “alegría”.

Este circo utiliza, además, animales: leones, tigres de bengala, chimpancés, gorilas, ponys y un oso. Esta práctica milenaria, ha ido a lo largo del tiempo modificándose en función de las necesidades de la sociedad que la demanda. De esta manera el circo romano quedó atrás y el barbarismo de ciertos espectáculos fue mutando hasta adaptarse a su sociedad. Este tema tiene diversas maneras de interpretación.

Para profundizar sobre el por qué de la utilización de animales en los circos Agencia Taller dialogó con Jorge Yovanovich, el dueño del circo “Los Hermanos Servián”.

Yovanovich, nació y se crió en el Circo, es descendiente de yugoslavos, y cuarta generación de cirqueros. Nos cuenta que los animales que posee son nacidos y criados en cautiverio desde hace muchos años en el seno de su familia. Estos animales tienen la particularidad de reproducirse en cautiverio, cosa poco común en su especie. Gracias a esto han donado leones al zoológico de Buenos Aires. Todos están declarados en Flora y Fauna, y poseen papeles y registros al día, también libreta sanitaria que se actualiza cada tres meses. Yovanovich nos explicó el método de entrenamiento sin castigo que utiliza para sus animales, que se basa en la recompensa con alimento, y nos habló sobre cómo los números artísticos  fueron modificándose en función de la necesidad social. “Al principio de siglo los números demostraban ferocidad, de ahí que recordemos el clásico domador de bigotes y látigo que hacía gruñir a las fieras. Hoy por hoy los números son de pruebas de equilibrio, y si en la función algún animal no quiere realizar su proeza es dejado de lado y no se lo obliga a realizarla”.

Otra cosa interesante es cómo ven en el Circo la prohibición de la utilización de animales, ya que para esta gente es una praxis cultural. Recordemos que se consumen de 600 a 700 kilogramos de carne por semana dentro de un circo de estas características. Esto constituye a su vez una fuente de trabajo bastante importante de la que dependen muchas familias. Jorge Yovanovich nos dice “si la comunidad no quiere circo con animales, que se realice una votación, pero que no sean los funcionarios quienes nos lo prohíban sin tener en cuenta el buen estado de nuestros animales y nuestra fuente de trabajo”.

El 80% del éxito del circo son los animales. “Nosotros le pedimos a las protectoras que cuiden y vigilen las condiciones de los animales en los circos, que se fijen si están maltratados o si sufren hambre, pero que sea la sociedad la que decida ir o no al circo, no una prohibición impuesta” concluye el circense.

La función fue buena. De las dos horas de espectáculo, solamente en tres números aparecieron los animales. La gente aplaudía y los niños vieron a los tigres que, pese a no estar en su selva natal, lucían mejor que en el programa de Susana Giménez. Entonces, ¿Quién tiene la culpa?

Quizás para responder éstas pregunta haya que tener en cuenta  ciertas cosas: una es la praxis cultural que la minoría cirquera realiza desde siempre; otra, que son los padres quienes deben decidir adónde llevan a sus hijos; y la otra son los animales, tema tratado con la “asociación protectora de animales”.

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