Un estudio que realizaron investigadoras de la facultad de Ciencias Económicas de la UNCuyo reveló que las personas que perciben que el consumo de tabaco representa un alto riesgo para la salud tienen menos probabilidades de consumirlo. Concretamente, probaron que la probabilidad de fumar disminuye 2,3 puntos en los hombres jóvenes (30 años o menos) y 7,5 puntos para las mujeres jóvenes.
“Nos propusimos verificar si se cumplía la teoría de la adicción racional bajo condiciones de incertidumbre, que sostiene que los individuos incorporan su percepción de riesgo al momento de decidir sus consumos -explicó la licenciada en Economía María Inés Lara, integrante del equipo de investigación-. Si una persona es racional, en sentido económico, debería disminuir su consumo de bienes adictivos a medida que aumenta el riesgo percibido. No es que no consuma, sino que consume menos”, aclaró.
Así, las investigadoras comprobaron que existe una relación inversa entre el consumo de tabaco y la percepción del riesgo de salud en los jóvenes. Según el estudio, los hombres que perciben un riesgo de bajo a moderado consumen 21 cigarrillos menos que aquellos que no perciben ningún riesgo, y este coeficiente aumenta a 78 y 83 cuando se considera a los hombres que perciben un riesgo alto.
En el caso de las mujeres, las que perciben un riesgo bajo a moderado consumen 3 cigarrillos menos que las que no perciben riesgo en absoluto. Y las que perciben un alto riesgo fuman 82 o 87 cigarrillos menos que las mujeres que perciben menos riesgo. “No obstante, no encontramos resultados similares para personas mayores. Parece que solo las mujeres toman en cuenta los riesgos para la salud en su decisión de consumir o no. Pero no tienen en cuenta el riesgo cuando la decisión de consumo es sobre la intensidad, es decir cuántos cigarrillos fuman”, amplió Lara.
Para hacer su análisis, utilizaron los datos de la Encuesta Nacional de Prevalencia de Consumo de Sustancias Psicoactivas (INDEC) del 2011, que relevan simultáneamente información de consumo de tabaco y percepción de riesgo. “Encontramos que hay dos grupos en la población argentina bien definidos: por un lado, todos aquellos que se desarrollaron como adultos en el contexto donde el fumar era bien visto desde el punto de vista social, hasta la década del ’80; y por otro, todos los que nacieron después. Ahí se observa que en los más jóvenes sí se verifica la teoría de la adicción racional: que cuanto mayor es el riesgo percibido del consumo de tabaco, menor es la probabilidad de que consuma”, detalló Lara.
Esta diferencia generacional se repite –según explicó la economista- cuando se observa la evolución del consumo de tabaco a lo largo del último siglo: aumenta fuertemente hasta mediados de los ‘80 y a partir de ahí empieza a disminuir sistemáticamente. Esa época se corresponde a cuando en Estados Unidos un informe oficial alerta sobre los efectos dañinos del consumo de tabaco y “nace toda una corriente que expone a la opinión pública los problemas perjudiciales que tiene el tabaco”, continuó Lara. En el ’97, finalmente, “la OMS toma cartas en el asunto y crea el programa MANPOWER para limitar el consumo de tabaco y avanzar en la lucha contra esta epidemia”.
El estudio también confirmó que el porcentaje de hombres fumadores es más alto que el de mujeres, “porque era una actividad eminentemente masculina en sus orígenes”. Pero que es más probable que las mujeres aumenten el consumo con la edad y los hombres lo disminuyan. Y en ambos casos, el consumo disminuye cuanto mayor es el ingreso de la persona: “Eso podría estar asociado a mayores niveles educativos”, indicó Lara.
De la misma manera, hay mayor consumo de tabaco en los estratos más bajos de la población. “La probabilidad de consumo aumenta cuando estás desocupado”, ejemplificó la investigadora.
Como explicó Lara, la baja en el consumo de tabaco se debe a que “hoy el cigarrillo ha perdido su importancia como actividad social. Ha aumentado el costo de oportunidad para el fumador, entonces éste disminuye su consumo”.
Para las investigadoras, este aporte tiene “implicaciones políticas” ya que puede ayudar al mejor diseño de las campañas públicas en materia de salud al poner en evidencia la importancia que tienen “las percepciones individuales de riesgo del tabaco” para disminuir el consumo de las generaciones futuras.
“Las campañas publicitarias ayudan, la prohibición para fumar en espacios cerrados también, pero tiene mayor influencia la educación del individuo”, dijo Lara. Y completó: “Si hombres y mujeres no se comportan de la misma manera en cuanto a sus percepciones de riesgo, entonces, no interpretan de la misma manera la publicidad ni la información. La economía, al estudiar comportamientos, analiza cómo los individuos toman decisiones y qué variables influyen sobre éstas. Una de esas decisiones, que tiene importantes implicancias en materia de salud pública presente y futura, es la decisión de fumar o no fumar, y por lo tanto es un tema que vale la pena investigar y profundizar” concluyó la investigadora.