La ópera El elixir de amor, jocosa versión producida íntegramente por artistas mendocinos, se estrenó a sala llena el sábado en el teatro Independencia. Allí dará una nueva función esta noche y la última, mañana.
En el escenario del teatro Independencia, transformado en una campiña italiana tal como lo imaginó Donizetti, se estrenó el sábado a sala llena la ópera El elixir de amor, con un elenco totalmente mendocino.
Este drama jocoso en dos actos con libreto de Felice Romani y que marca uno de los hitos del bel canto, llegó a nosotros supratitulado en español, con sus cinco solistas líricos, el Coro de Cámara de la UN Cuyo (dirigido por Fernando Ballesteros), la Orquesta Filarmónica de Mendoza (bajo la dirección confiable de Pablo Herrero Pondal), una pareja de bailarines (Priscila Resca y Gonzalo Cano) y un grupo de actores figurantes, con la dirección escénica de Marizul Ibáñez.
La acción se desarrolló en un pueblito de la Italia del siglo XIX. Un breve preludio en dos partes nos introdujo en el primer acto. La encantadora Adina (Griselda López) se burlaba del pobre Nemorino (Mariano Leotta) que la amaba fielmente pero que era demasiado tímido para confesarle su amor y éste, a su vez, no podía sacarse de la cabeza la historia –contada por ella– del elixir que procuró a un tal Tristán el amor de Isolda. Su rival en amores era el sargento Belcore, interpretado por el intrépido Marcelo Da Cortá, quien cortejaba a Adina con insistencia.
Un gran árbol se imponía en escena y alrededor del cual se encontraba Gianetta (Mariana Rodríguez) acompañada del pueblo (Coro de Cámara).
Adina leía separada del resto y Nemorino, el sentimental campesino, la observaba de lejos. En el momento en que Adina decide compartir su lectura es cuando surge con acierto la propuesta de darle vida a la historia de Tristán e Isolda –cuerpo del argumento– a través de un pas de deux amoroso, cuyos bailarines reaparecen, a modo de incipiente leit motiv, en el final de la obra, cerrando en primer plano el segundo acto.
Esta parte se hubiese visto acoplada del todo si la coreografía hubiese exteriorizado el contenido de lo que se narraba.
Más tarde, en su alfombra voladora, arribó Dulcamara (Fernando Lázzari), un doctor que pregonaba su fama a los cuatro vientos y ofrecía cientos de remedios todopoderosos, entre ellos el elixir de amor.
Con naturalidad, simpatía, muy buen caudal de voz y excelente técnica, Lázzari pareció que se divertía tanto como el público y asombró por su gran dominio escénico pese a su juventud.
Algo similar ocurrió con López. La soprano creó su rica y caprichosa Adina con solvencia y elegante línea vocal.
Por su parte, el cándido Leotta compró al público con su bella voz y reveló verdadero talento para componer el personaje y transmitir emociones, conmoviendo con Una furtiva lágrima, el aria más esperada de esta ópera.
Hubo articulación fresca y alegre entre la Filarmónica, el Coro de Cámara –indispensable en la planificación escénica– y la desenvuelta aldeana Mariana Rodríguez, sumándose a ellos el elogiable trabajo vocal de la maestra Fenicia Pepa Cangemi.
Fue agradable y original para nuestro medio el manejo de planos sonoros, llevando al lugar de la acción a aquellos solos instrumentales que hilvanaban el argumento.
La concepción escenográfica, al igual que la utilería, colorida, alegre y con toque bucólico, apostó por los elementos planos y algunas veces superpuestos, que se mostraron en consonancia con la partitura.
La iluminación adquirió cierto protagonismo narrativo sugiriendo con continuidad el paso de las horas del día, desde las más luminosas hasta la oscuridad de la noche.
El espacio, dividido por lo general en dos alturas, fue utilizado con eficiencia logrando dinamismo. La esmerada dirección escénica respetó la pieza original con ingenio y buen humor y logró el equilibrio entre el componente vocal y el interpretativo. Sólo hay que lamentar la falta de programa de mano.
En definitiva, esta esperada producción enteramente local fue un mágico elixir que también terminó enamorando al cuantioso público.
A la ópera le faltó publicidad
Por Carolina Baroffio uno_escenario@diariouno.net.ar
El elixir de amor, la ópera italiana de Gaetano Donizetti que lleva a escena un numeroso equipo de artistas, profesionales y técnicos mendocinos, y que se estrenó el sábado, dará hoy su tercera función en el teatro Independencia. Las entradas van de $20 a $40 y se consiguen en boletería de la sala.
Con producción del propio Independencia, la obra conquistó el fin de semana al público local y pretende hacer lo mismo esta noche y mañana, a las 21.15, sobre el escenario mayor de nuestra provincia. Serán las dos últimas oportunidades de poder apreciar una ópera de realización totalmente local, comandada por la regiseur Marizul Ibáñez.
Este proyecto escénico encarado por el Independencia, bajo la dirección de Fabricio Centorbi, no contó sin embargo con la difusión publicitaria acorde a semejante producción operística.
Esto porque el público local debió enterarse a través de notas periodísticas pero no hubo una campaña oficial en los medios masivos ni publicidad callejera que siempre se esperan en este tipo de acontecimientos artísticos.
La ópera, protagonizada por Griselda López y Mariano Leotta tampoco contó el día de su estreno, el sábado, con un programa de mano referido a la famosa obra del siglo XIX.
Cinco solistas en escena junto con la Filarmónica de Mendoza, el Coro de Cámara de la UNCuyo, una pareja de bailarines clásicos y un grupo de actores figurantes integraron el gran elenco local.