A partir de una red de nanoláseres acoplados, científicos de Argentina y Alemania observaron un novedoso comportamiento en un metamaterial de fluidos de luz y sonido. Descubrieron que las nanoestructuras estudiadas se comportan con patrones “temporales” al fijar sus frecuencias de emisión de luz de forma periódica en una diferencia constante. Esto podría tener un impacto en el desarrollo de tecnologías cuánticas y las comunicaciones, como por ejemplo en la transducción de señales de microondas a luz.
Los resultados del trabajo —reportados en la revista Nature Communications— ayudarán a comprender mejor y a manipular el fenómeno de acoplamiento de señales de luz y sonido a escalas diminutas. El artículo fue realizado por docentes e investigadores del Instituto Balseiro y del Centro Atómico Bariloche, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el CONICET y el Paul-Drude-Institut de Alemania.
Los experimentos se basan en la arquitectura de una red de nanocavidades o trampas optomecánicas, que son estructuras fabricadas con semiconductores que funcionan como espejos diminutos. Así se genera, a partir del estímulo de un láser externo, una mezcla de luz y electrones en los también llamados resonadores u osciladores polaromecánicos.
Ese combinado de fotones —la luz— y electrones es un fenómeno físico llamado condensado de polaritones o fluido de luz —un avance que este mismo equipo reportó hace tres años—. Este genera de manera espontánea fonones, es decir, vibraciones mecánicas de los espejos (sonido), que altera al sistema y, por lo tanto, a la luz dentro de ella (que generó espontáneamente al sonido), siendo un proceso donde se afectan mutuamente. En esa especie de danza entre luz y sonido de la red de nanolaseres, los físicos hallaron un patrón.
Para medir esas frecuencias y sus diferencias, analizaron la luz emitida como producto de la interacción en estos nuevos materiales entre fotones (luz), electrones y fonones (sonido). Para tener una dimensión: un hercio (Hz) corresponde a una repetición por segundo de un fenómeno dado, mientras que un gigahercio es igual a mil millones de hercios. En las nuevas redes de comunicaciones con celulares 5G, se transmite información de unos pocos gigahercios a una veintena de gigahercios.
“Es esa diferencia de frecuencia de la luz del campo electromagnético lo que se fija espontáneamente en diferencias que coinciden con cantidades enteras de la frecuencia del sonido”, comentó Alejandro Fainstein, uno de los autores del artículo, y egresado y docente del Balseiro.
En los experimentos reportados en el paper, el patrón temporal encontrado —la repetición en varios experimentos que sorprendió al equipo— es ese lockeo de frecuencia. Ocurre debido a que el fluido de luz y sonido se comunica entre cavidades, donde hay absorción y pérdida de energía, pero que resulta en un patrón de diferencias constantes entre las frecuencias emitidas de la luz. Esas diferencias corresponden justamente a la frecuencia del sonido o múltiplos enteros de la misma.
“Los resonadores o nanotrampas se comunican y la frecuencia se bloquea a una diferencia constante”, sintetizó Axel Bruchhaussen, también docente del Balseiro y jefe del Laboratorio de de Fotónica y Optoelectrónica. “Al igual que en un cristal se observa un patrón o una periodicidad espacial, una repetición en cómo se organiza la estructura de las moléculas, en nuestros experimentos observamos un patrón una periodicidad temporal en la luz emitida originada en esa diferencia de frecuencias en las vibraciones mecánicas resultantes de este combinado de fotones, electrones y fonones, o sea, de luz y sonido”, comentó.
Dimitri Chafatinos, primer autor del paper y estudiante del Doctorado en Física del Balseiro en el mismo laboratorio barilochense, comentó que todo el trabajo fue un desafío. “Fue emocionante el proceso que viví. El inicio, ir a buscar algo y no saber qué es. El sistema en sí es muy rico físicamente, hay mucho por explorar, muchas preguntas por responder y mucho más aún por indagar”, dijo desde Berlín, donde ahora realiza una estadía de investigación en el Paul-Drude-Institut.
Miradas desde Francia
Dos científicos que no participaron en la investigación compartieron su visión sobre los aportes del trabajo que lidera Fainstein. Uno de ellos, Alejandro Giacomotti, director de investigación del CNRS en el Laboratoire Photonique, Numérique et Nanosciences (LP2N) del Instituto de Óptica de Bordeaux, destacó que estos nanoláseres, también llamados osciladores lineales, no se sincronizan a una misma frecuencia, sino que lo hacen con una diferencia de frecuencia que corresponde a un número entero de la energía del fonón, que es de 20 GHz de forma mediada por los fonones. “Así se demuestra una funcionalidad única de estas redes de estado sólido: el control coherente ultra-rápido, abriendo una puerta interesante a la preparación de estados cuánticos vía las llamadas transiciones de Landau-Zener-Stuckelberg”, comentó el físico.
Por su parte, Ariel Levenson, presidente de la Société Française d’Optique, explicó que los fotones, partículas elementales de luz, los electrones, portadores de electricidad, y los fonones, que transportan el sonido, son omnipresentes pero rara vez pueden colaborar. El trabajo “demuestra un avance suplementario al coordinar la interacción fotón-electrón-fonón”, agregó Levenson. Y destacó que manipular de manera eficaz una interacción podría abrir la posibilidad a “una nueva ingeniería de interacción luz-materia con aplicación potencial al procesamiento avanzado de información, tanto en régimen clásico como cuántico”.
Para los investigadores, como próximos pasos, hay propuestas teóricas de que un sistema como el estudiado podría propagar luz entre los láseres “de manera no recíproca”. En palabras simples, esto permitiría que la luz viaje para la derecha, por ejemplo, pero no para la izquierda. También hay propuestas de usar estas redes complejas como simuladores cuánticos. Es decir, que existen varias aplicaciones que se generan a partir de este nuevo concepto de metamaterial de fluidos de luz y sonido.