Generalmente se asocia el botulismo con la intoxicación alimentaria, es decir, cuando se ingiere comida infectada con la bacteria Clostridium botulinum; sin embargo, el botulismo del lactante es una toxiinfección producida por esa bacteria, causante de una hipotonía o flaccidez muscular en los niños menores de un año y pueden infectarse con esporas del suelo y contraer botulismo. Así lo explica el especialista en Bioquímica, Rafael Fernández, que dirige el proyecto de investigación “Inhibición de la colonización y/o toxinogénesis de Clostridium botulinum por probióticos”, financiado por la secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la UNCuyo.
Uno de los primeros indicios que pueden indicar la presencia de esta enfermedad en bebés de hasta seis meses de edad es la constipación. Ya que como la toxina se produce en el intestino, el primer órgano de choque que reacciona es éste, disminuyendo la movilidad (tres o más días sin defecación del lactante). Otros posibles síntomas son llanto débil o enfermizo. El hecho de que parezca estar dormido pero en realidad se le caen sus párpados por la hipotonía (disminución del tono de los músculos) que mantienen los ojos abiertos. A veces, puede babear demasiado porque no puede tragar bien. Inclusive, no se alimenta correctamente porque disminuye su reflejo de succión, lo que impide ser amamantado por su madre, generándole pérdida de peso.
La prevención
Impedir el mecanismo de infección es muy difícil, aclaran los investigadores, sobre todo cuando la adquisición de la bacteria proviene del polvo ambiental. Por eso recomiendan intentar evitar el ingreso de las esporas al organismo. Algunos de los consejos para prevenir esta enfermedad involucran reprimir el polvo ambiental; mantener una buena higiene en el entorno del niño y no suministrar en los menores de un año miel, jarabe de maíz ni té de hierbas, ya que en ellos se han detectado esporas de Clostridium botulinum.
No obstante en esta investigación se considera “que si los probióticos ya están confirmadas científicamente como preventorios de diversas enfermedades intestinales y respiratorias, entonces podemos utilizarlas para esta enfermedad producida por el Clostridium botulinum”, indicó Fernández. Entonces al suministrar a los niños recién nacidos, en determinadas condiciones de frecuencia y cantidad, las bacterias lácticas probióticas, estas frenarían o reducirían la colonización del Closridium botulinum cuando entra al intestino.
Las bacterias probióticas beneficiosas para el organismo son microorganismos lácticos o ácidos lácticos, porque en su fermentación producen ese ácido. Son comunes en los productos como los yogures, leches, suplementos dietarios, entre otros, indicó el director del Proyecto.
Clostridium botulinum
Es un bacilo (forma de bastoncito) esporulado, es decir, una espora que tiene un alto grado de resistencia a los medios adversos. Corrientemente se encuentra en la tierra. Tiene la característica de ser anaeróbico, porque existe en ausencia de oxígeno. Por lo tanto, tiende a desarrollarse colonizando los ambientes carentes de oxígeno, como pueden ser las conservas y el intestino.
La toxina que genera el Clostridium botulinum es muy potente. Una vez que ingresó al organismo del niño actúa a través de la placa mioneural. Es decir, donde se produce la traducción del estímulo nervioso a una liberación de un mediador químico que origina la contractura muscular. Así la toxina del botulismo al inhibir la liberación de ese mediador químico (el neurotransmisor acetilcolina) produce que la musculatura no pueda contraerse.