Por su altitud y latitud, y por la cantidad de días soleados al año (unos 300 en promedio), Mendoza tiene una alta radiación solar en su atmósfera. Esto redunda en una mayor posibilidad de desarrollar fotodermatosis; es decir, alguna enfermedad de la piel inducida por el sol. Dentro de éstas están la fotoalergia, la fototoxicidad y la fotocarcinogénesis, que es la más grave. Por esta razón, desde la UNCuyo alertan sobre la necesidad –en esta época- de prevenir el daño solar crónico, acumulativo e irreversible que genera la alta exposición al sol adoptando métodos de fotoprotección.
“Quienes están mucho tiempo expuestos a la radiación ultravioleta, como trabajadores rurales o marineros, aunque dejen de exponerse ya tienen un daño solar acumulado, lo que los hace más vulnerables a padecer tumores”, explicó la dermatóloga María Papailiou, investigadora de la facultad de Ciencias Médicas, que incluye entre estos carcinomas de la piel a los epitelios vasocelulares (los más comunes) y a los melanomas (los más dañinos).
Papailiou advirtió que los tumores cutáneos son cada vez más frecuentes, por lo que es necesario concientizar a la población –y sobre todo a los más chicos, que son los más vulnerables- sobre los peligros de la exposición prolongada al sol. “La radiación ultravioleta es absorbida por los cromóforos de la piel, como el ADN, y esto produce una excitación de las moléculas con liberación de radicales libres. Estos radicales tienen la capacidad de dañar no solamente el ADN sino también las estructuras celulares, provocando un daño a corto plazo que es la quemadura solar o eritema solar, que es cuando uno estuvo todo el día al sol o en horarios prohibidos”, detalló la especialista.
Claro que este daño en la piel no se limita al momento de la quemadura -explicó Papailiou-, sino que llega al nivel de la célula. Y a largo plazo, cuando se produce un daño constante de este tipo (por trabajo o hábitos recreacionales que implican largo tiempo de exposición a la radiación ultravioleta), se va produciendo un daño solar crónico acumulativo, que se manifiesta en el envejecimiento y la aparición de lesiones epiteliares malignas: las manchas en la piel.
“El sol a su vez provoca una disminución de la inmunidad, porque disminuye la cantidad y calidad de las células de Langerhans que hay en la piel. Estas células tienen la capacidad de reconocer las sustancias extrañas que hay en nuestra piel, como una célula maligna, y pueden eliminarlas. A su vez, hay un sistema enzimático de reparación de ese ADN dañado”, amplió la dermatóloga.
Bronceados, pero no tanto
La coloración de la piel es un mecanismo de protección del organismo. Hay seis tipos de esta pigmentación, que van de la más clara a la más oscura y que predominan cada una en distintas zonas del planeta. Y así como algunas personas, por su color de piel, sufren casi de inmediato la exposición al sol, a otras no las afecta (pieles oscuras). Sin embargo, Papailiou destacó que en todos los casos es vital algún grado de radiación solar. “El bronceado es un mecanismo de defensa del organismo. Cuando uno se broncea, la melanina se distribuye arriba de los núcleos de las células para proteger la información genética. Por eso se produce la acumulación de pigmento sobre el núcleo en forma de sombrilla o paraguas. Es negativo o pernicioso cuando la exposición es prolongada o en horas prohibidas (de 10 de la mañana a 5 de la tarde en nuestro clima). También hay que evitar las superficies refractantes: arena, nieve, una pared blanca, un lago...”.
En cuanto a la época del año en la que estamos más expuestos al daño solar, explicó que el verano es más nocivo porque la radiación ultravioleta es mayor, pero que esa radiación se recibe todo el año por lo que los cuidados deben implementarse siempre.
La especialista de la UNCuyo también detalló que hay dos tipos de radiación ultravioleta: la A, que es la que produce el daño en la dermis (nivel más profundo) y provoca las arrugas; y la B, la más peligrosa: es carcinogenética (deja manchas y tumores) y penetra solo superficialmente en la piel. Es, justamente, el tipo de radiación solar que se genera al mediodía, por eso hay que evitar exponerse en ese horario.
Los niños, lejos del sol
Por otro lado, Papailiou advierte sobre el riesgo de exponer a los más chicos al sol. Como bien explica, las quemaduras solares antes de los 18 años son más nocivas porque son las que están relacionadas con los melanomas posteriores. Por eso, la investigadora lleva a cabo un plan de prevención con niños de edad escolar, porque –como reconoce la doctora- “es la edad en la que están permeables a todas las medidas de protección. Una vez que las internalizan de niños, los van a acompañar durante toda la vida”.
Entre las recomendaciones para preservarlos del daño solar destaca: usar pantallas de (al menos) factor 35 de protección; alguna protección mecánica (gorro, sombrilla, árbol); colocarse en una zona donde no hay exposición solar directa; y usar la ropa de una trama bien cerrada, oscura. “Los niños menores de 5 años, que tienen la piel más delgada, no deben estar expuestos a la radiación ultravioleta, porque penetra y provoca esa inmunosupresión que provoca el sol”, cierra Papailiou.