El 10 de diciembre se cumplen 25 años de que asumiera Raúl Alfonsín la presidencia argentina y diera fin a siete años de una dictadura militar que provocó miles de muertos desaparecidos, una deuda externa multiplicada por tres en relación a la existente en 1976 y que impusiera un modelo económico que, a través de los años y profundizado por Carlos Saúl Menem, arrojó a miles de personas a la pobreza e indigencia.
El día elegido para la asunción del radical, que había vencido en las elecciones al justicialista Ítalo Luder, fue el 10 de diciembre. Irónicamente, el gobierno que más violaciones de derechos humanos cometió se retiraba el día de la conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dándole paso así al inicio de la era democrática más extensa que ha tenido Argentina desde su independencia en 1816.
Con la llegada de Alfonsín al poder, los militares intentarían volver a las sombras, mientras algunas de sus voces se levantaban para pedir una amnistía general, algo que el gobierno radical se negó a dar y que respondió a través del Juicio a las Juntas, por el cual se condenó a los altos mandos militares, aunque después se perdonó al resto de los militares involucrados en casos de delitos de lesa humanidad mediante la Ley de Obediencia Debida y de Punto Final.
El gobierno radical sufrió varios levantamientos, que, junto con la hiperinflación, provocaron que en 1989 Alfonsín dejara el gobierno seis meses antes para dejarle el sillón de Rivadavia a Menem, quien, durante 10 años, reelección mediante, gobernó el país profundizando un régimen neoliberal que provocó más excluidos y con una flexibilización laboral que facilitó que mucha gente quedara sin sus empleos.
El sistema económico implementado por los militares y profundizado por Menem hizo su explosión con el gobierno aliancista de Fernando de la Rúa, que luego de asumir en 1999 tuvo que huir en helicóptero de la Casa Rosada en el 2001. Mientras, miles de personas eran reprimidas en Plaza de Mayo y otros puntos del país.
Luego de la salida de De la Rúa vendrían cuatro presidentes en una semana, hasta que, provisoriamente, durante casi un año y medio, Eduardo Duhalde se hizo cargo de la presidencia, para luego ser remplazado por Néstor Kirchner, quien gobernó hasta el 2007, cuando su esposa, Cristina Fernández, venció en las elecciones presidenciales, convirtiéndose en la primer mujer en ganar las elecciones presidenciales encabezando la lista.
Los 25 años que se cumplen este 10 de diciembre constituyen un momento especial para recordar lo que pasó con nuestras instituciones y para reflexionar sobre los aciertos, los errores y saber qué hay que mejorar dentro del sistema democrático para vivir con más igualdad. La docente, socióloga y vicedecana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNC, Graciela Cousinet, analizó el proceso.
¿Qué significa para usted la democracia?
La democracia es un régimen de gobierno que tiene la característica de que se elige por votación, por voto popular a los dirigentes, es la posibilidad de cambio y transformación, es una herramienta que permite el cambio y la transformación de la sociedad, porque la democracia, en definitiva, se define y redefine constantemente en sí misma, por eso es muy difícil dar una definición de democracia que sea definitiva.
Se cumplen 25 años del sistema democrático, ¿qué cree que falta para mejorarla?
Indudablemente falta muchísimo, parece que 25 años no son nada, fundamentalmente falta incentivar, estimular y permitir la participación, porque la democracia ha terminado siendo patrimonio de unos pocos, de una llamada clase política que lo que consiguió es que la gente esté cada vez menos entusiasmada con la política, con la democracia, hasta el punto que la palabra política ha sido transformada en una mala palabra. Es necesario transformar radicalmente la democracia, abrir canales de participación, permitir la participación, porque aún aquellos que tienen interés en participar se ven permanentemente coartados, no satisfechos en sus reclamos, hasta el punto que prefieren reclamar a través de los medios que en los canales instituidos. Hay que mejorar las formas de la representación, hay que establecer formas de democracia directa, revocación de los mandatos, hay que hacer una profunda limpieza, porque la corrupción también se ha adueñado de muchos sectores de la democracia. Por suerte, después de 25 años de democracia, la gente no quiere volver nunca más a los golpes militares. Yo recuerdo que antes de la dictadura del 76, cuando había un problema o una crisis, una parte importante de la ciudadanía empezaba a golpear las puertas de los cuarteles para pedirles a los militares que se hicieran cargo, eso, por suerte, ha desaparecido.
¿Cómo ve el sistema político argentino? Cree que ha habido un retroceso o un avance?
Yo creo que a partir de la crisis del 2001 se volvió a recuperar la capacidad de transformar, de decidir, de ser escuchada, hubo un cambio importante, luego ha ido diluyéndose, lamentablemente, acá lo que es cierto es que recuperar los partidos tradicionales es prácticamente imposible, porque durante los 90 se destruyeron, justamente, por ese tipo de política, en la cual todo se decidía en cónclaves de muy pocos y en lugar de estar al servicio de los intereses de la mayoría los políticos están al servicio de sus propios intereses. Esto, indudablemente, la gente lo percibe y es muy difícil recuperar la credibilidad en los partidos políticos tradicionales, por eso, creo que hay que constituir nuevas fuerzas. A partir del 2001 se recuperó la concepción de que la política sirve como herramienta de cambio frente al discurso monolítico de los 90. Yo creo que estos últimos años han demostrado que la política puede cambiar las cosas, que el mercado de ninguna manera es sacrosanto o intocable, que se puede manejar, intervenir, modificar. Se nota en Argentina y en toda América latina, donde gracias a la vigencia de la democracia están llegando al gobierno sectores que de otra manera nunca lo hubieran podido lograr, esto es lo importante de la democracia, que abre las posibilidades, mas allá de las frustraciones y de todas las críticas que podemos hacerle a las democracias reales que hemos sabido construir, lo rescatable de la democracia es que es una esperanza, una posibilidad, que en otros tipos de regímenes está completamente anulada.
¿Qué marcó el gobierno de Alfonsín dentro de la historia del país?
Lo importante de Alfonsín fue que le ganó al famoso pacto militar sindical que era una continuidad de la dictadura. Ese pacto existió realmente y nuevamente se demostró que, desde la política, se podía romper aún contra los intereses más consolidados, vino a romper con la posibilidad de la impunidad absoluta, del continuismo, eso fue lo importante; más allá de las frustraciones que significó el gobierno de Alfonsín con el famoso golpe de los carapintadas, la hiperinflación, las “felices pascuas” pero, sin duda, eso fue lo más importante del gobierno de Alfonsín.
El movimiento de desocupados fue muy importante durante el gobierno de De la Rúa
¿Cómo analiza usted este movimiento y el gobierno de la Alianza?
Los movimientos de piqueteros, de desocupados, fueron una novedad a nivel mundial, porque lo que se conocía es que los desocupados eran sectores que no tenían armas para luchar por sus reivindicaciones, por el hecho de estar desocupados y no poder hacer huelga, que es la herramienta que tienen los trabajadores para mejorar su situación, cualquiera sea su reclamo. Los desocupados agrupados demostraron al mundo una forma de lucha novedosa y eso generó una corriente de movimientos sociales, la mayoría de los cuales, después del gobierno kirchnerista empezaron a decaer, en su mayoría, y otros, como Barrios de Pie, cambiaron y crecieron.
¿Qué diferencias ve usted entre el gobierno de Néstor y el de Cristina Kirchner?
Hay diferencias en las formas de participación que promueven. Con Kirchner se intentó armar una instancia de participación política fuera de los partidos tradicionales pero, ya desde el final del gobierno de Kirchner y en el gobierno de Cristina, se está volviendo a reflotar al PJ como el aparato político del gobierno. Yo creo que es un error grave, porque el Partido Justicialista es un partido muy desprestigiado y eso contribuye a que la gente se aleje de la participación y de la política, yo creo que no es Néstor Kirchner quien controla el Partido Justicialista, sino que el partido lo controla a él.
¿Cree que a partir del paro del campo ha surgido una nueva derecha en Argentina?
Creo que sí, que algunos pensadores la llaman la “nueva derecha”, aunque no demuestra vocación de unidad, porque a las distintas fracciones de lo que llamaríamos “las clases dominantes”, sobre todo las fracciones más concentradas que conducen esta nueva derecha, lo único que les importa son sus intereses sectoriales inmediatos, esto se ve claramente en la mesa de enlace. Mientras ellos necesitaron utilizar sectores de los pequeños y medianos campesinos o propietarios terratenientes, los utilizaron y mantuvieron la unidad, cuando lograron lo que querían, abandonaron la lucha y los dejaron a su merced. No tiene vocación hegemónica de conducción, de organización, de una oposición política fuerte al gobierno o más allá la vocación de constituir una fuerza política propia. Las clases dominantes argentinas nunca han tenido fuerza política propia, justamente por estas condiciones de su accionar.
¿Cómo ve a la sociedad argentina?
Ha sido una sociedad muy golpeada por la dictadura militar y después ha sido golpeada por el neoliberalismo, entonces, la dictadura militar destruyó las formas de organización, las formas de participación más revolucionarias, destruyó una generación y lo peor es que sembró un miedo esencial en la gente, un gran miedo a participar. El neoliberalismo destruyó la solidaridad, las redes sociales, el empleo, esto, a su vez, destruyó a miles de familias, a la cultura del trabajo, heterogeneizó la sociedad argentina. Al haber tantos sectores diferentes, al estar tan atomizada la sociedad, cada uno pelea por sus pequeños intereses. El neoliberalismo en Argentina, llamado menemismo, significó “pizza con champagne”, “Robo para la corona”, toda esa frivolidad, corrupción, y nos quedamos cortos con los adjetivos para describir lo que fue el menemismo, también la destrucción del patrimonio común, todo eso hace que esta sea una sociedad muy golpeada.