Muchos creen que cuando se retiran sólo les espera una vida dedicada a cuidar de los nietos. Pero un taller local muestra un mundo de posibilidades.
No se trata de “qué hacer” porque se terminó el tiempo productivo que la sociedad tan bien se encarga de marcarnos. Esa interminable carrera contrarreloj con la que lidiamos desde jóvenes ya sea para lograr sueños, seguir el ritmo social o, simplemente, sobrevivir.
Se trata de poder vislumbrar una puerta que se abre cuando se está en los preliminares de la jubilación o cuando ya se ¿disfruta? de ella. Una situación que muchos adultos viven cuando luego de años en una profesión, carrera u oficio, sienten el terror helado del “y ahora qué”.
Una sensación de vértigo para la que no se sienten preparados y que los deja en la angustiosa latencia de la incertidumbre.
Sin embargo, y desde el año pasado, el Damsu (Departamento de Asistencia Médico Social Universitario) lleva a cabo una experiencia inédita, configurada en un programa especial llamado “Programa de preparación para la jubilación. Nadie se jubila de la vida”.
Una experiencia que está abierta a todo el que la requiera, y cuyo balance desde los propios protagonistas fue desechar prejuicios, temores, y redescubrirse con la familia y para sí mismos.
¿Y ahora qué hago?
Esta es una pregunta recurrente para muchos que sienten que su actividad generadora ha caducado, y que sólo les espera la pasividad del retiro. Pues nada más irreal, ya que -según nos cuentan los especialistas- los cincuenta o sesenta en adelante conforman el punto de inflexión para descubrir lo que en realidad aún se añora, pero no se pudo emprender por diversos motivos.
Por ello, desde el Damsu, la idea del programa de preparación para la jubilación -puesto en marcha desde el año pasado- fue poder brindarle cabida a un espacio real de interacción y reconocimiento propio, para todos aquellos que lo necesitaran. El proyecto parte del área de programas preventivos, cuya coordinadora general es la licenciada Roxana Jaleff.
Con un equipo multidisciplinario de psiquiatras, fonoaudiólogos, médicos, y psicólogos, todos los sábados y durante ocho meses, la experiencia augura con hechos un balance tan fructífero, como enriquecedor para quienes quieran emprenderlo.
Según Adriana Castro, del equipo del programa del Damsu “la vivencia piloto tuvo un éxito más que importante y es algo inédito en la provincia. Es la primera vez que se da un programa orientado a personas que están jubiladas, o próximas a hacerlo. La propuesta es que en esta nueva etapa que implica tantos cambios desde lo físico y lo emocional, podamos acompañar a las personas en una etapa que para algunos implica liberación, pero para otros, una amenaza, ya sea por la pérdida de relaciones sociales, de reconocimiento o disminución de salario”.
Desde el equipo, la propuesta es poder brindar herramientas, descubrir capacidades, y todo el universo de oportunidades que se tienen. Una mirada vinculada a poder guiar a cada participante del curso hacia lo que desea, bajo la premisa de que se está en una etapa ideal para hacerlo, sin miedos ni limitaciones sociales.
Así, sin límite de edad ni sexo, nuevas carreras, hobbies o actividades son descubiertos o redescubiertos como nuevas alternativas, por medio del curso.
“La idea del modo de trabajo es generar un espacio en donde todos puedan sentirse cómodos, tanto los profesionales que trabajamos en el programa como los participantes. Es importante que aquella persona que se arrime a saber más del programa entienda que acá nadie es juzgado, sino más bien se lo invita a participar en un grupo en el que todos se encuentran en las mismas condiciones. Todos vienen a volcar sus expectativas para poder llevarse respuestas”, argumentó Castro.
Una nueva actividad
Ideas erróneas como pensar que quien se jubila sólo está para cuidar de los nietos o llevar una vida de total pasividad y autoexilio, son parte de los fantasmas y mitos con los que muchos de los participantes suelen llegar. El temor al ridículo o la idea de que la vida activa ha concluido son también parte de una sensación que muchos experimentan. Algo que trabajado con el grupo y los profesionales permite vislumbrar la realidad de los hechos.
Según la profesional existen diversas dinámicas con las que trabajamos para que la persona se dé cuenta de que hay que derribar estos mitos y miedos que no los dejan crecer y les hace pensar que esas ideas son reales: “Nada es ridículo para no decirlo ni ningún sueño es imposible para no realizar. Todo lo que quedó atrás por diversas circunstancias de la vida puede retomarse. Hemos tenido casos de integrantes que a partir de esta experiencia han empezado una carrera nueva, emprendido viajes o comenzado actividades artísticas. Esto marca que, a esta altura, hay más vida que nunca”.
La creatividad, el papel vital del pensamiento lateral, el hecho de enfrentarse con una alternativa de poder volar con la imaginación por medio de dinámicas lúdicas, la reflexión, los testimonios e interacción grupal, conforman el amplio universo para poder trabajar desde adentro hacia afuera.
“Esto no debe ser confundido con un plan de asistencialismo. Tomamos los sueños de estas personas para reivindicarlos desde el potencial que cada uno tiene. Acá el mismo ambiente invita a que todos hagan posible desde ese lugar, el poder ‘hallarse’. Incluso con sus propios familiares que participan de este cambio desde sus hogares, viendo cómo esos ocho meses marcan una diferencia para aquellos que así lo quieren.
“Creo que lo importante es poder animarse, que las personas consulten, se acerquen y sin ninguna presión ni miedo formen parte de esta experiencia, abriendo puertas para las que les sobra capacidad”, concluyó Castro.
Ficha
Programa
Día: a determinar.
Lugar: salón de usos múltiples del Damsu.
Cursado: sábados de 11 a 13 hs.
Informes: 413-5000, interno 3202.
Marta Lorenzo: “Hay que entender que uno no se jubila de la vida”
“En mi caso, si bien aún estoy en actividad, el año pasado me di cuenta de que estaba próxima a la jubilación. Frente a esto es real que uno termina por sentir un gran vacío y una lluvia de preguntas acerca de toda esa nueva etapa. Por una cuestión de conciencia me decidí a acercarme al programa para prepararme para este período, porque lo que hay que entender es que uno no se jubila de la vida.
Sólo debe descubrirse en una nueva etapa. Para mí fue algo inspirador no sólo por lo ameno del encuentro sino porque cada uno de los que integramos el curso pudimos expresar nuestros miedos más profundos y también deseos. Mi miedo más profundo tenía que ver con perder el sentido de la vida, el pensar que nadie me iba a escuchar, o que mi opinión no iba a tener validez porque ya no era una persona activa... era como un estigma.
Me encontré en la vida con muchas personas que me decían: ‘Cuando me jubile me quedo en casa con mis hijos’ pero la realidad es que a esta altura los hijos ya han crecido, se han ido y tienen su vida. Entonces hay que bucear en uno para comprender finalmente que ahora también viene lo mejor.
Desde lo personal, el programa me permitió expresar cuestiones sabidas para mí, como engancharme en una carrera que había dejado a medias -licenciatura en gestión curricular- y especializarme como curriculista de lengua.
Pero no sólo me impulsó a hacerlo, o incluso plantearme como ayudante de cátedra de la Facultad, sino visualizar una carrera que nunca llegué a ver: la locución, los medios de comunicación y la posibilidad de formar parte de todo esto.
El balance del curso fue genial porque todos salimos con ideas mucho más claras de lo pensábamos e incluso el acompañamiento en el cierre de nuestra familia, en mi caso mi esposo. Él debió contar cómo vivió la experiencia junto a mí, y nunca pensé en escuchar los cambios que se habían dado y él había visto. Fue como renovar el vínculo”.
Ana María Gutis: “Fue un punto de partida para el cambio”
“Me enteré del curso a mediados de año, en un almuerzo junto a mi marido, Osvaldo Masei. Él fue quien me propuso ir al programa y yo me entusiasmé porque me encanta poder ir a cursos y compartir en pareja. En realidad mi preocupación no era tanto por mí, sino por él, ya que si bien trabaja como enólogo y le faltan tres años para jubilarse, hay que prevenir situaciones.
Pienso que la mujer, cualquiera sea su profesión, tiene muchas actividades que la sostienen, mientras que un hombre, limitado a su trabajo específico durante 30 o cuarenta años como mi marido, me generaba un fuerte temor de que se planteara el famoso ‘y ahora qué’.
Si bien tenía terror por la situación, él me sorprendió cuando durante el desarrollo del curso me enteré que tenía pensados muchos proyectos dentro de su ámbito, de una manera independiente. Mi alegría al verlo con tanta claridad y compartiéndolo en ese ámbito fue enorme, porque si bien es un hombre de empuje, no sabía cómo lo iba a tomar.
Pero por mi lado, el placer no fue menor. En mi caso fue extraordinario, porque más que tomarlo por el lado de la jubilación lo tomé por el lado de qué hacer en la etapa de mi madurez. Lo transformé desde mis intereses. Descubrí en concreto que no tenía por qué considerar conflictivo este período, y que debía encararlo de la mejor forma posible. Asistir al curso fue un punto de partida para el cambio.
Aprendí a romper estructuras, aprendí a disfrutar más, tanto que diría que encontré en ‘mi’ la expresión motivadora y me dije: ‘Si no es ahora, ¿cuándo?’. Eso me empujó a realizar puntos pendientes, porque si bien tenía actividades como pilates, taller de psicología, gimnasia, encontré lo que siempre quise hacer como actividad social: narrar cuentos para chicos, ancianos y enfermos. Estoy en proceso de formación y muy feliz. Antes, el miedo al fracaso me paralizó. No iba a dejar que me sucediera de nuevo”.