Todo empezó hace cuatro años, cuando tres estudiantes de biotecnología de la UNQ decidieron proponerle a su universidad que financiara un laboratorio de genética.
“Estábamos en los últimos años de la carrera, nos surgió la inquietud de qué podríamos hacer después de recibirnos y se nos ocurrió presentar un proyecto para montar un laboratorio”, recuerda Diego Faccone, uno de los licenciados en biotecnología dueños de la iniciativa.
Primero hicieron un estudio de mercado para ver si analizar ADN era rentable. Una vez que comprobaron que podía ser un buen negocio emprendieron la lucha para que las autoridades de la universidad aportaran los fondos necesarios. El proyecto se convirtió en realidad hace dos años y hoy puede decirse que ese grupo de ex-alumnos formó el único laboratorio universitario de estas características. Faccone trabaja en EGA junto a otro licenciado en biotecnología, Paulo Mafia. Ambos se recibieron en la UNQ y como llevan dos años y medio trabajando en el “laboratorio infiel” tienen anécdotas para todos los gustos.
Recuerdan que una vez se acercaron a EGA un hombre, una mujer y un nene. “El estudio de paternidad demostró que el hombre no era el padre del nene y la mujer estaba super contenta. No entendíamos nada. ”Lo que no sospechaban los científicos era que la mujer había ido al laboratorio con su amante y que el resultado negativo demostraba que el padre de su hijo era su legítimo esposo".