A orillas del Mississipi comenzó a sonar hace muchas décadas un híbrido. Era el jazz que nunca fue escrito, y si no fuera por los discos o cintas estaríamos ayunos por completo de registros.
De los blancos procedían los instrumentos, los elementos armónicos, las influencias de marcha y de iglesias; el ritmo lo imprimían los negros librados seis décadas atrás.
En poco tiempo nacieron los estilos con sus variantes el New Orleans stile característico de los negros, el Chicago stile practicado por los blancos y el Dixieland stile que ajeno a las limitaciones locales se distinguía por los códigos. La trompeta asume la dirección del conjunto, el trombón forma contrapunto y los clarinetes prodigan formas decorativas sostenidos todos por la batería el contrabajo y la guitarra.
En el canto el jazz proporcionaba su mayor diferencia con la música ortodoxa y bella. Expresaba sentimiento en su estado puro y crudo, humanidad, dolor y alegría al interpretar sus blues y espiritual formas musicales derivadas del jazz.
Las voces traían nombres, Luis Amstrong, James Rushing, Bessie Smith, Billie Holliday, encargados todos de difundirlo por el mundo, y ahora todos conocemos palabras como swing o be- bop.
Podemos comparar en algún punto los géneros musicales que la cultura popular originó en Estados Unidos y en Argentina a principio del siglo veinte, es complicado pero aún así posible; tomemos el tango y el jazz.
Los dos nacieron en el arrabal, caseríos habitados por gente de escasos recursos económicos caminando en el borde de la ley.
Las letras expresan sentimientos opuestos, dolor melancolía y el júbilo que el alcohol proporciona en un bar.
Las variaciones de estilos dentro del mismo género se verifican casi con simultaneidad y como cada estilo fue adoptado por una casta diferente dentro de la sociedad de su época.
El papel de la mujer como objeto de dolor y de amor para los orgullosos compadritos del suburbio.
El carácter citadino de los protagonistas de sus letras, y la falta de inocencia de las bellas mujeres.
Estas son algunas de las similitudes que presentan los dos géneros musicales. Sin embargo no podemos dejar de lado las diferencias estructurales que presentan. La improvisación del jazz, la raza que los produjo y sus raíces, la religión como un elemento significativo en el jazz, lo que derivó en los blues que acompañaban las carrozas fúnebres en New Orleans .
Nuestro país cuenta con numerosos y afamados músicos de jazz y de tango, ese no es el problema tenemos talento para exportar. Pero en cuanto al público mostramos cierta indiferencia.
Son pocos los jóvenes Argentinos que alguna vez escucharon la improvisaciones estilísticas, las variaciones rítmicas y la riqueza expresiva del jazz. Cuando se les pregunta quién es Gillespie la respuesta inmediata es que es un tipo que toca la trompeta, habla por radio en Buenos Aires y que a veces salía tocando en fútbol de primera los domingos por la noche. Lo que no saben es que toman el nombre del imitador por el del gran maestro Dizzy Gillespie que generó su estilo propio dentro de la música del siglo veinte.
En cuanto al tango en Argentina que se puede decir que cualquier Argentino no tome como obviedad, significa parte de nuestro patrimonio musical, sin embargo, para la gran mayoría de nuestros jóvenes pasa desapercibido, solapado por la cumbia Villera destinada a la excitación de una masa anárquica. Algo similar ocurre en Estados Unidos, el jazz suena como telón de fondo de antimusicales raps anclados en el sexo desaforado.
Por ahora en los barrios que algún día vieron nacer géneros musicales de suma riqueza artística y expresiva como el jazz y el tango resuena solo un eco de originalidad, variación, armonías y expresividad que día a día se apaga.
Darío Zogbi
zogbirito@hotmail.com
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22 de noviembre de 2024