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La ausencia esquiva

El regreso (Vozvrashcheniye, 2003).Dirección: Andrey Zvyagintsev,Guión: Aleksandr Novototsky, Vladimir Moiseyenko Protagonistas: Vladimir Garin, Ivan Dobronravov, Konstantin Lavronenko. La opera prima de Andrey Zvyagintsev es un viaje simbólico hacia la figura paterna y la esterilidad afectiva de la niñez en forma de sórdida fábula, un tema recurrente en el cine ruso for export. Una obra de admirable belleza y de innumerables capas para desmarañar. por Pablo Pereyra

11 de abril de 2005, 11:31.

imagen La ausencia esquiva
A vuelo de pájaro, parece una especie de tradición en el cine ruso post Perestroika la historia del patriarcado o en todo caso de la figura paterna, tanto de los padres naturales como simbólicos en la joven cinematografía de la rusia luego de la caída del muro de Berlín.

En el film de 1991 "The inner circle", el premiado cineasta Andrei Konchalovsky le dedicaba las últimas secuencias del film a mostrar un pueblo hundido en la desesperación al quedar acéfalo, tras la pérdida de la figura paterna más representativa del socialismo, el tan amado y odiado dictador Stalin. Había un aire de melancolía de la orfandad en el rostro de las jóvenes que se agolpaban a los portones del Kremlin. En "Sol ardiente", de Nikita Milkhalkov de 1994, ganadora del premio Gran Jurado en Cannes y el Oscar a la mejor película extranjera, contaba la historia de la ausencia de diez años de Dimitri (en el film de Zvyagintsev son 12 años), un héroe de la revolución que llega a casa de la mujer que amó, ahora casada y con una hija,a pasar unos días previo a enfrentar su propia muerte. El largometraje, con deslumbrante fotografía, también ganó el Oscar a la mejor película extranjera y el Gran premio del jurado en Cannes. El cine periférico a la Rusia Central, el checo, también abordó el tema con la también ganadora del Oscar "Kolya", de Jan Sverák, una tibia comedia dramática con claros homenajes formales a la célebre escuela de la década de los 60´. El film, más allá del contexto de odio y desprecio entre checos y rusos, hablaba de la soledad, la incapacidad de dar amor junto con el egoísmo de un hombre maduro pero aún adolescente que no quiere hacerse cargo de un niño que la casualidad le impuso en su rutina. El extraordinario creador de "El arca rusa", Alexander Sokurov también tocó el tema en la poco vista y espectacular "Madre e hijo" (1997); un sofisticado experimento pictórico sobre la agonía de una madre y la observación paciente de un hijo obligado a vivir muy de cercca la tristeza de la pérdida de su progenitora.

"El regreso", transcurre en la Rusia contemporánea, en un alejado y solitario pueblo costero, que desde las primera tomas se introduce en la íntima relación entre dos hermanos, Iván y Andrei de 13 y 15 años, respectivamente. Ellos han fortalecido sus lazos afectivos para compensar la falta de su padre, quien los abandonó de niños y que de repente encuentran durmiendo en la cama de su madre. Al día siguiente, mientras en el almuerzo reparte vino y pan - simetrías con la iconografía ortodoxa cristiana -, la sorpresa los mantiene desconcertados y alegres, y sin ninguna explicación, su robusto padre decide llevarlos de pesca sin saber por qué les faltó en sus vidas durante 12 años. Durante la excursión, el hombre se revela como un ser autoritario y violento, confundiendo a los niños al punto de hacerles dudar si ese hombre es quien dice ser y empujando a los tres a una tragedia de raíces bíblicas. Lo que comienza como un drama familiar se convierte en un thriller psicológico, pero contado con un contundente despojo de efectos y dotando a la imagen de un naturalismo ascético y cargado de símbolos en la mejor tradición del cine ruso - la tradición visible ahora gracias al prestigio que han adquirido los nuevos y sólidos realizadores contemporáneos - a través de las capas que en la superficie que dejan al relato abierto interpretarse desde una parábola cristiana, una tesis psicológica o una alegoría política.

El hecho de que el padre nunca da razones claras de su accionar, tampoco habla demasiado y su autoritarismo está asociado a un pasado en algún cuerpo militar, despierta una ambiguedad exasperante, cargada de una amoralidad que se dispara hacia varias aristes y al que sólo se puede abordar a través de las acciones, en la lectura que sus hijos, uno rebelde y otro sumiso, traducen en mandatos crueles e imprevisibles. La construcción de este "monstruo simbólico" al que muchos críticos quisieron delegar la figura de todos los Stalins,

Lenins, Ivanes y Romanovs de la historia tradicional rusa, un ejemplo claro podría ser la asociación que hacen algunos con el film "La infancia de Iván", de Andrei Tarkovski.

Mientras su perfeccionismo formal hacia el clímax se descubre una admirable capacidad para el manejo del concepto estético - la imagen va perdiendo el color, la presencia humana se va desvaneciendo, los silencios se abren tan contundentes como los paisajes desolados - en la recta final el thriller se troca hacia una abstracción tan desconcertante como dramática, convirtiendo al triángulo de afectos - el hijo rezagado, el hijo obediente, el padre violento - descentrados en una tragedia que dispara más preguntas que respuestas.

Es allí donde el film, en su desconcierto, en su dramatización, sustenta su poder. Las últimas escenas son tan hipnóticas como emocionantes, viendo como en primeros planos, estos niños huérfanos se convierten en hombres y aprenden una lección; quizá la lección que sin querer quiso el padre entregarles, aunque quizá fue incapaz de hacerlo, porque también él fue un huérfano cínico y regido por la mano dura, que nunca aprendió a demostrar el afecto. Los niños, así, en la más inolvidable e inesperada odisea, se enfrentarán

a un desesperanzador fárrago de muertes; la muerte del pasado, la muerte de sus miedos, la muerte del mito paterno, la muerte del rencor, la muerte del odio, la muerte del amor; más allá de lo que hubieran deseado alguna vez en ese paseo familiar transformado en pesadilla.

El melancólico epílogo despierta algunas preguntas existencialistas: ¿Qué es ser hombre?¿Qué es ser padre?¿Qué es ser hijo? ¿Dónde están los límites de los afectos?¿Dónde está la recuperación de los años de ausencia? ¿La recuperación de los años del olvido? ¿Cuando se aprende mejor a vivir? ¿En la ausencia o la presencia de los afectos familiares?

La intención, aunque siempre esquiva y ambigua del padre de "El regreso" quizá fue hacerles aprender la más terrible lección a sus hijos; aprender a vivir sin depender de los afectos paternos; "hay que matar a la co-dependencia afectiva y recuperarse de las huellas de los vacíos de la niñez para llegar, a través de la contundencia de la muerte, a crecer sin sufrimientos y finalmente, convertirse en hombres, aunque sólo tengas doce o quince años".

El film de Andrey Zvyagintsev deja una profunda huella para los espectadores que sintieron el peso de la representación. El bote hundiéndose en el lago al final del film, repitiendo la primera toma de la apertura, cierra en forma poética el círculo de estos afectos aprendidos desde los dos extremos; la ausencia y la presencia. Algunas veces, podemos encontrar en una mismo padre, natural o simbólico, ambas polaridades, esté vivo o esté muerto.

Trivia:

Mientras "El regreso" se estrenaba en el Festival de Venecia, uno de los protagonistas, Vladimir Garin, de 14 años, se ahogó en el lago que aparece en el film una vez finalizado el rodaje, aunque esta circunstancia fue aireada por la prensa italiana, Zvyagintsev quiso homenajear la muerte de su "huérfano" en la presentación en la sala.

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