Por Moisés Ortiz y Germán Petrich
Agencia Taller – Enviados especiales a Chile
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- En la elección de 1990 para el retorno de la democracia, hubo dirigentes comunistas que formaron parte de la Concertación y después se retiraron. ¿Usted participó en ese proceso?
- El Partido Comunista, después de algunas dudas, terminó participando en el plebiscito y apoyando incluso la candidatura de Elwin. Yo no participé porque estaba cumpliendo otras tareas, no porque no tuviera una posición política. Igualmente creo que era lo correcto, creo que había que participar del plebiscito, era lo que la gente quería, (...) pero nosotros no fuimos nunca parte de la Concertación. No tanto porque los comunistas no quisiéramos sino que la Concertación nace en la Embajada norteamericana en Santiago, y ésta nunca estuvo de acuerdo en que estuvieran comunistas en la Concertación. No debe olvidarse jamás que en Chile Pinochet no fue derrotado. La transición chilena nace por un pacto, por una negociación entre los sectores burgueses en oposición a la dictadura y los militares. Hubo muchas reuniones, se preparó el plebiscito en conjunto, se designaron personeros de ambos lados para que trabajaran juntos en la transición, así es que no es que haya sido derrotada la dictadura sino que hubo una negociación, y en esa negociación los comunistas no estuvimos, fuimos excluidos. Incluso viajó desde Estados Unidos a Chile, en octubre de 1986, el Subsecretario para asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado porque este fue un año muy importante. Primero porque se produce el atentado en septiembre, pero en Mayo y a comienzos de Octubre se producen dos huelgas muy importantes que conmovieron al país porque fueron muy amplias. Contaban desde sectores de la derecha democrática hasta los comunistas y el MIR. Entonces Estados Unidos se fue dando cuenta que se estaba abriendo paso una salida popular en nuestro país. El atentado que fracasó mostró la fuerza militar que tenía el pueblo, la capacidad de hacer acciones colectivas importantes y, por consiguiente, Estados Unidos advirtió que si no se movilizaba rápido, Chile podía tener una salida democrática popular.
Por lo tanto debe quedar claro que nosotros no hemos participado de los gobiernos democráticos. Primero porque no estábamos de acuerdo con sus propuestas, pero además, aunque lo hubiéramos estado, aquí quedó claro por disposición del Departamento de Estado que la condición era que los comunistas no jugaran. Ahí está el ejemplo de las leyes electorales binominales, la exclusión que se hace del movimiento sindical de que los dirigentes sindicales no pueden ser candidatos a parlamentarios, y toda la monstruosidad de una Constitución que rige hoy y que es la misma constitución que la de Pinochet.
- ¿Aunque se hayan transformado algunos artículos?
- Pero son operaciones de maquillaje porque si la lees entera te das cuenta que desde lo esencial mantuvieron, desde luego, el modelo económico. Es interesantísimo leer la Constitución actual, la que está vigente, que a mi me pareció ridículo que Lagos hablara de una nueva Constitución porque firmaba él. Es la misma Constitución, no hay ninguna duda, se mantiene el sistema binominal de que los dirigentes sindicales no puedan ser parlamentarios. Pero lo más importante es que no se garantiza constitucionalmente el derecho al trabajo, a la salud, a la educación. El modelo económico está establecido en la Constitución pero literalmente está dibujado el modelo neoliberal y la economía de libre mercado. No puede ser que en plena democracia sigamos aceptando un texto constitucional que fue aprobado en un plebiscito espurio durante la dictadura. Lo que hay que hacer en un país democrático es convocar a una Asamblea Constituyente que apruebe en un plebiscito libre y soberano una nueva Constitución, cosa que la Concertación no se encuentra dispuesta a hacer.
- Cómo analiza la política exterior chilena?
- Es terrible constatar que este es un país rico, que crece y se desarrolla, pero que equivoca su política exterior. Tenemos tratados de libre comercio con Japón, China e Indonesia; mientras más lejos mejor, pero qué pasa con Argentina, Perú, Paraguay, Bolivia y Brasil. Es un país que ha equivocado el rumbo y yo creo que la gente ve eso y se explica el por qué empiezan a volcarse hacia la izquierda.
- Los problemas limítrofes que ha tenido Chile últimamente con Perú y Bolivia, responden a tratados firmados hace más de cien años. El no poder solucionarlos, ¿responden al modelo de política exterior que lleva adelante Chile?
- Eso entra en el modelo que hay en política exterior, que es absolutamente funcional a Estados Unidos. Creo que el país entró en una etapa de subordinación absoluta a los intereses económicos de los norteamericanos (...) Eso no me parece muy lejano a la circunstancia que Ricardo Lagos, que nunca fue una figura muy importante durante la Unidad Popular ni tampoco un político de izquierda notable, cuando sale de Chile, que no sale exiliado, sino que se va a Estados Unidos y allí estudia economía. El mismo Lagos que había escrito el libro “La Concentración del Poder Económico” con citas de Lenin, vuelve transformado en un hombre de Chicago, amigo de Rockefeller. O sea que la impronta yanqui del actual presidente de Chile es notable. Es un hombre de los gringos, eso hay que entenderlo, y no hará nunca nada que no le dicten desde país del Norte.
Somos la representación del departamento de estado norteamericano acá en América del Sur, en eso ha transformado Lagos la política exterior en Chile, y en ese contexto se explica lo de los tratados limítrofes con Perú, Bolivia, y lo de la soberanía marítima que está todo enmarcado dentro de lo mismo.
- ¿Qué potencialidad tiene el ALBA en la integración latinoamericana?
- Por su puesto que un gobierno democrático debería estar incorporado dentro del ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas. Nosotros miramos con enorme simpatía el proyecto porque son nuestros compañeros y trabajamos muy bien juntos. Creo que ha sido un aporte esperanzador. Chávez lo tiene todo: tiene el apoyo del pueblo, los militares y tiene el petróleo y le está yendo muy bien.
- ¿Qué espera del Partido Comunista en futuras elecciones teniendo en cuenta el crecimiento que ha tenido en los últimos años, doblando en número de votos a las elecciones presidenciales anteriores?
- Se está dando que los sectores más concientes del Partido Socialista están por buscar acuerdos con sectores de la izquierda chilena, y este fenómeno, fatal para la concertación, se viene dando en estas elecciones con la cantidad de socialistas que apoyan a Tomás Hirch. En las próximas elecciones va a haber unidad socialista-comunista, con una alianza superior a la de “Juntos Podemos”, con un programa que presente una alternativa democrática profunda de cambio viable.
- ¿Cómo comenzó el proceso contra Pinochet?
- Yo regresé a Chile en 1989. La querella fue algo que armé en mi cabeza en 1986. Cuando fracasa el atentado contra Pinochet, en medio de la pena que nos produjo y la rabia de que hubiera fracasado este ajusticiamiento tan merecido del dictador; esa misma noche empecé a pensar que más hacer. Dije bueno, lo que hay que hacer es una querella, si no pudimos matarlo, mandémoslo preso. Claro, pensar eso en el 86` era una locura, porque no había ninguna condición para hacerlo. Pero empecé como a redactarla, tratando de buscar los elementos para la tipificación del delito y ver cómo podía defenderlo. Llegué a Chile con esa idea, pero pasaron muchos años para que esto cuajara, porque no había credibilidad de que fuera posible. Me parece que era muy lógico que no creyeran, porque había desaliento con la actitud de los jueces que habían sido muy venales con respecto a la dictadura.
Pasaron los años hasta que de repente empieza el juicio en España del Juez Garzón en el 96`. Al año siguiente, Pinochet deja la Comandancia en Jefe del ejército y pasa a ser senador vitalicio. Y cuando tú ves al tipo que además se nos iba a quedar de senador, la indignación fue muy grande. En ese momento me llamó Gladis Marín, la secretaria general del partido (Comunista), y me dijo: ‘Eduardo, tú andas transmitiendo desde hace mucho tiempo el asunto de una querella. ¿Cómo es el tema?, porque yo creo que ahora es el momento’. Y ella tuvo la capacidad de percibir el momento político correcto en que una querella podía prosperar. Para ese tiempo ya habíamos analizado la conducta de diversos jueces y cómo habían evolucionado los tribunales. Se habían producido algunos fallos en que, por primera vez, se hablaba de los tratados internacionales, y todo este escenario hacía más factible que esta querella prosperara. ,
A pesar de esto, el día que lo presentamos, 2 de Enero de 1998 los periodistas de Chile no nos dieron bola, no apareció nota en ninguna parte. Se pensaron que era una tontera lo que estábamos haciendo. Se designó como Juez investigador a Juan Guzmán Tapia, muy conocido por ser muy católico, conservador, y que había apoyado al golpe. Entonces nadie daba un centavo. Pero sucedió que de a poco este juez, que es un hombre muy culto y muy sensible, (...) empezó a impresionarse por el testimonio de las víctimas y cuando las mujeres empezaron a relatarle las violaciones, los horrores cometidos con los niños y los ancianos, este hombre, que había sido muy escéptico al comienzo, empezó a cambiar. Yo lo vi al tipo con lágrimas en los ojos y me dijo: ‘ustedes tienen razón, esto fue peor de lo que yo imaginaba, son unos salvajes’. Empezó a apasionarse con el juicio y a tomárselo muy en serio.
- ¿Qué papel cumplió en la detención del dictador en Londres en 1998?
- Si bien es cierto que la detención en Londres en Octubre del 98’ fue posterior a la presentación de nuestra querella, que se hizo en Enero del mismo año, yo no puedo negar que la detención en Londres fue impactantísima, determinante de lo que pasó en Chile. Creo que ha habido una retroalimentación de ambos procesos porque mucha información le fue entregada a España desde aquí, como es obvio, porque aquí se generaron los hechos.
Nosotros, antes de que Pinochet fuera detenido, ya lo habíamos procesado, con lo cual yo sostengo que sin lo de Londres, Pinochet hubiera sido desaforado igual, pero aceleró el proceso, porque golpeó mucho al Poder Judicial chileno. Le demostró a este país que el mundo estaba preocupado por lo que había sucedido en Chile y no podía ser que los tribunales chilenos se quedaran atrás. Ahí fue cuando Pinochet pasó el año y medio en Londres y cuando lo salva el gobierno de la Concertación con el expediente de que ‘se trata de razones humanitarias, que está loco y que no puede seguir allá’, lo traen comprometiéndose a que aquí va a ser juzgado.
Pinochet entra en silla de ruedas, se levanta, camina, se burla de todo el mundo; pero nosotros lo estábamos esperando con una desagradable noticia: le habíamos preparado el primer desafuero, y al llegar ya lo habíamos desaforado, luego procesado, preso varios meses en su casa; tal como está hoy, preso, en su casa pero preso.
Y la historia empezó a cambiar, ya no es más senador vitalicio, perdió todo su peso político y es una figura que ni la derecha ya quiere cargar sobre sus hombros.
Yo creo que fue muy importante esa querella y las que han venido después. Llegaron a sumarse 400, lo hemos desaforado varias veces y hay más de 200 altos oficiales del Ejército que están procesados, la mayoría en prisión y muchos incluso cumpliendo ya condena, y unos pocos cumpliendo presidio perpetuo como Alvaro Corvalán.
- ¿Qué significó para el pueblo chileno el proceso contra Pinochet?
- Todo esto ha significado, a mi juicio, algo que es mucho más importante incluso que la cosa propiamente jurídica ya que, desde el punto de vista político, ha sido muy trascendental, pero también desde el punto de la calidad de vida de los chilenos. Me refiero a lo siguiente: este pueblo, que era un pueblo alegre, después del golpe se transformó en un pueblo bastante amargado, triste, gris, oscuro, había perdido chispa. Esto tenía que ver con que persistía, y hasta hoy de algún modo persiste, el temor y el terror a los militares y a lo brutal que fue la dictadura, entonces haber logrado tocar al intocable, vulnerar al invulnerable, le devolvió la sonrisa a los chilenos. Yo tengo la sensación física experimentada en mi propia vivencia de que los chilenos empezaron a atreverse cada vez más, a solidarizarse con nosotros. Más gente apoyando a los derechos humanos y a entender el papel que esto cumplía en materia política y jurídica. Eso nos hace muy bien para tener más tiempo, para pensar en libertad, para imaginar cosas nuevas. Metió la idea de la importancia que tiene luchar por los derechos humanos. Derechos humanos también referidos a la salud, a la educación, al trabajo, la cultura, el derecho a vivir.
- Sin embargo hasta hace no mucho tiempo había un sector muy importante de la población que apoyaba incondicionalmente a Pinochet.
- Yo creo que se ha revertido, hay muchos factores que han jugado su papel. Tú ves que hoy día ni Lavín ni Piñera hablan de Pinochet. A su cumpleaños numero 90 fueron cuatro viejas locas. Sin embargo ha jugado un papel muy importante algo que, a mi juicio, es muy discutible, que es el descubrimiento de sus cuentas secretas millonarias en dólares en varios bancos extranjeros. Eso ha sido muy impactante, la gente no puede asumir que además de asesino sea ladrón. Pero lo que a mi me choca es que a la sociedad chilena le parezca más grave el robo de dinero y no la muerte de seres humanos. Entonces yo he escuchado expresiones como esta: ‘mira yo puedo entender que matara gente porque era una lucha muy intensa, eran comunistas, intentaban subvertir el orden, pero robar es muy grave’. Esa es la moral de la derecha, la moral del bolsillo. La derecha quiere mucho más un dólar que un niño, que salvar una madre, es muy terrible.
Está muy mierdada la sociedad chilena, y ese mierdamiento se lo metió la dictadura que le comió la cabeza y el alma a los chilenos; y espero que nos podamos recuperar de este golpe terrible que tiene que ver con los sentimientos, con la confianza, que va más allá de las cosas legales. Es así, desde que se descubre su manejo en los bancos, la correlación de fuerzas cambia de una manera abrumadora a favor nuestro y en contra de Pinochet. Bueno, sea por lo que fuera, lo concreto es que la correlación de fuerzas cambió y hoy día Pinochet está bastante aislado