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La construcción mítica de la realidad

Los mitos populares manifiestan el modo en que un pueblo se aferra a creencias colectivas para encontrar una forma de cohesión en una sociedad que ha perdido sus lazos. En Mendoza, el caso de la Rosa Mística es un ejemplo de búsqueda de respuestas frente a las crisis sociales.

Por Emilce Palazzo

emilcepalazzo@yahoo.com.ar

Departamento Cultura

20/04/06 Para la ciencia oficial el mito se vincula a la ficción, al error, al relato falso, a lo que no se corresponde con la realidad. Lo mítico es lo que carece de valor.

 Sin embargo, el  atractivo del mito proviene de su génesis integradora. Si se tiene en cuenta a la Real Academia Española, el mito es considerado una utopía o creencia ordinaria aceptada y transmitida por una comunidad. Esta definición pondría en evidencia la función social del mito: ¿por qué una comunidad acepta y transmite de generación en generación creencias, sin más fundamentos que el sentido común? Pareciera que la condición del mito radicaría no tanto en su definición teórica, sino en la manera en que una sociedad utiliza los mitos  para garantizar su supervivencia como cultura.

Un claro ejemplo de manifestaciones de características míticas ocurre en Mendoza, exspecíficamente en el distrito El Algarrobal, del departamento de Las Heras, donde Manuel Yanzón asegura ser testigo de apariciones de la Virgen, bajo la advocación de La Rosa Mística.

Apariciones divinas

La primera aparición de María Rosa Mística fue en 1947 ante la enfermera Pierina Gilli, en Montichiari, una región de los Alpes Italianos. La imagen de la “Madre de Dios” aparecía con 3 rosas en el pecho: una blanca, una roja y otra amarilla, y pedía ser venerada y reconocida como Rosa Mística. En su segunda aparición, a esta misma mujer, la “Virgen” solicitó que el 13 de julio se festeje en su honor.

Luego de 53 años, Argentina, fue sede de otra aparición cuando Manuel Yanzón aseguró que el 27 de julio de 2000 la “Virgen” se presentó en su domicilio, en el barrio Victoria de El Algarrobal y le curó la sordera que padecía. Afirmó también ser receptor de mensajes divinos por parte de la ella.

A partir de allí, el boca en boca popularizó el mito y los 27 de cada mes, miles de personas se acercan al lugar. En esta manifestación de culto popular, el domicilio de Yanzón adquirió características de santuario, con imágenes religiosas y celebración de misas.

La Iglesia Católica siguió de cerca este fenómeno, preocupada por la cantidad de personas que aglutinaba, para comprobar la veracidad de los supuestos mensajes sobrenaturales y las apariciones de la “Virgen” a Yanzón.

Los resultados eclesiásticos decretaron, en un comunicado emitido el 19 de marzo de 2005 por el Arzobispo de Mendoza comunicado por Monseñor José María Arancibia, que: "No existen razones para reconocer como auténticas las presuntas manifestaciones sobrenaturales como visiones o audiciones de la Santísima Virgen o de Nuestro Señor Jesucristo. Los mensajes que se atribuyen a la Virgen además de notables ambigüedades contienen serios errores acerca de la vida cristiana y afirmaciones contrarias a la fe católica". También advirtió: "Su difusión pone en riesgo la salud espiritual de los fieles", por lo que solicitó a Yanzón "no difundirlos ni en parte ni en su totalidad, y no usarlos para la oración o la enseñanza".

Rosa Mística: la construcción del mito

Miles de personas, entre ellas crédulos y curiosos, concurren a El Algarrobal pese a la opinión que la Iglesia esgrimió respecto del fenómeno, y mantienen vivo el Mito de la Rosa Mística. Inclusive muchos de los asistentes aseguran percibir fenómenos extraordinarios de carácter sensorial como perfumes, escarchillas, brillos en las manos, etc.

Pero, lejos de establecer veracidad o falsedad en los relatos, la cuestión reside en dilucidar qué es lo que hace posible que la gente adopte este mito de construcción popular. Una aproximación esclarecedora puede venir de la mano de la antropología siguiendo a Joan-Carles Mélich quien afirmó en 'Antropología Simbólica y Acción Educativa' que “el mito no es un fenómeno individual sino colectivo, no es una ficción, ni una invención, sino un relato que tiene una estructura estable, una lógica interna que da sentido a la comunidad”.

En la actualidad, el debilitamiento de las instituciones, la falta de credibilidad en los políticos, la ausencia de espacios de integración social que alguna vez fueron refugio de las identidades populares y la asfixiante situación socioeconómica que golpea a los sectores más desfavorecidos, genera la necesidad de creer en un símbolo socialmente construido para encontrar las respuestas que otros no dan a lo que toca vivir. “En la posmodernidad, la sociedad es una sociedad crédula, existe una cultura en la que no hay diferencia entre lo sagrado y lo profano, en la que lo profano se sacraliza, en la que los signos adquieren un valor simbólico” afirma Mélich.

Esta situación es la que lleva a que los 27 de cada mes los seguidores de la Rosa Mística y de Yanzón se reúnan para legitimar el mito y convertir el culto popular en un verdadero ritual: como explica Mélich, “el rito es una reproducción del mito. Es una necesidad vital, no hay sociedad sin rito porque el rito organiza la vida en común, domina la vida cotidiana, marca el tiempo y delimita el espacio de la existencia personal y colectiva”.

Ante la persistente concurrencia que mostraron algunos fieles y la indiferencia de Yanzón y sus colaboradores a las opiniones de la Iglesia, el Arzobispado mendocino tuvo que adoptar una postura de acompañamiento para los fieles devotos de María Rosa Mística, como el propio Arancibia afirmó en otro  comunicado del 28 de julio de 2005: “La actitud pastoral de la Iglesia es ni prohibir ni aprobar, sino escuchar, acompañar y aconsejar”.

Cabe destacar entonces, que no se encuentra en las manos de la Iglesia o de cualquier otra institución, el poder de prohibir estas manifestaciones populares ya que, como Bajtin sostiene en 'La cultura popular de la Edad Media y el Renacimiento', “los mitos y los ritos ofrecen una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferentes, exterior a la Iglesia y al Estado. Parecen haber construido, al lado del mundo oficial un segundo mundo”. Lo que demuestra que los mitos y ritos populares pueden existir de forma paralela con las doctrinas católicas.

A partir de la construcción colectiva, los pueblos pueden trascender como cultura y comprender la realidad desde la función social que a los mitos y a los rituales se les atribuye: “la realidad no es algo que pueda establecerse científicamente, sino aquello que cada grupo humano considera como propio, como decisivo para comprenderse a sí mismo y a su propia historia. Lo imaginario es constructor de la realidad. El mundo que habitamos es el que imaginamos, un mundo mítico” aseveró Mélich.

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