La venida de Orlando Borrego a Mendoza hace oportuna una reflexión profunda acerca de la vigencia del pensamiento latinoamericanista del Che Guevara en nuestros días y de acuerdo a nuestra propia realidad.
Se escuchó decir a su amigo y compañero: "la privatización de la educación es la muerte". La afirmación no fue sorpresiva ya que el Che se propuso, una vez realizada la Revolución Cubana, no sólo apuntar al socialismo desde cambios en el modo de producción, sino también, y en la misma medida, profundizar la conciencia revolucionaria de la sociedad.
Para el Che, la revolución no era un producto automático del choque mecánico entre fuerzas productivas y relaciones de producción, ni el socialismo era el final feliz de una evolución lineal y ascendente. Por el contrario, para él la revolución era una práctica creadora y el marxismo, un método de interpretación de la realidad en constante reformulación.
Es en el marco de esta concepción antidogmática, el Che se nutrió apasionada y críticamente de las herramientas teóricas para enfrentar las condiciones particulares de la instauración del socialismo en un país como Cuba. Las condiciones estaban dadas por la ausencia de industrialización (presupuesta con anterioridad por el marxismo para la instauración del régimen socialista) y la falta de desarrollo de la producción que este hecho ocasionaba. Ante estas particularidades, los revolucionarios debieron generar la transformación de una forma inédita, produciendo los medios de subsistencia para todos los habitantes de la isla, mientras generaban un desarrollo de la conciencia popular.
Esta situación, la lectura del joven Marx (especialmente de sus Manuscritos de 1848) y las particularidades de la revolución cubana, lo llevó a conformar una perspectiva que se caracterizó, ante todo, por su humanismo y su antidogmatismo. Para el Che si el comunismo pasaba por alto las cuestiones de la conciencia, sería simplemente un método de reparto y no una moral revolucionaria. La importancia del desarrollo de un nuevo modelo de producción era igualada a la importancia de un desarrollo de la conciencia revolucionaria del pueblo. Este desarrollo implicaba la lucha contra la alienación, la conquista por parte del hombre de su ser social, la creación de una nueva sociedad y un nuevo hombre con carácter latinoamericanista e internacionalista.
Aquí es donde surge la polémica entre el Che y sus "enemigos" (como los denominará en su carta a Maderos Mestre), con quienes disputaría la forma de comunismo y sobre todo la manera de construirlo.
El Che fue crítico y creativo en sus lecturas, práctico y humano en la revolución. Asumió los conceptos de conciencia y desalienación como elementos de los cuales la praxis no podía prescindir.
Tanto la educación como el trabajo voluntario serían los motores de esa profundización de la conciencia. Kohan dirá que "desmoralizar y desmovilizar al enemigo es la gran consigna de guerra" y esto fue lo que comprendió sin duda el Che ante las amenazas que el capitalismo representaba. La consigna a los jóvenes comunistas fue entonces: "El estudio, el trabajo y el fusil". Para la construcción del socialismo, para profundizar los conocimientos y la capacidad de actuar, y para defender la revolución.
La defensa y mejora de la educación popular y la mirada crítica ante lo que se nos impone desde las pantallas aparecen, entonces, como bases para retomar el camino del Che, un camino que lejos estuvo de ocuparse meramente de la estructura y apuntó a un cambio radical en la construcción de un "hombre nuevo".
El pensamiento del Che no se basa, como a menudo se lo ha culpado, en un idealismo por el cual el comportamiento humano puede ser transformado desde la conciencia. La conciencia y la economía deben ser revolucionadas simultáneamente para alcanzar una verdadera desalienación del hombre. El Che la llamará una "acción multiforme" y en ella imprimirá toda su energía revolucionaria. Guevara se propuso lograr la educación política de las masas y esto debe recordarnos que la forma de cambiar la realidad no puede ser sino estando dentro de ella y no olvidándola como proponen los discursos desentendidos del individualismo.
El hombre nuevo es la base para una sociedad nueva. El hombre humano es la base para una sociedad humana.
Kohan afirma que "para Guevara, los problemas de la cultura, estrechamente ligados con los de la conciencia, no son un mero reflejo pasivo y secundario de la producción material, ni un apéndice subsidiario de la "locomotora económica" de las fuerzas productivas. Por el contrario, los problemas de la nueva cultura, de los nuevos valores, de una nueva hegemonía, y en definitiva, de una nueva subjetividad histórica, son esenciales para la construcción de una sociedad cualitativamente distinta a la mercantil capitalista."
El Che, para pensar la educación hoy
A 37 años de su muerte y sumergidos entre las ruinas que va dejando tras de nosotros el modelo neoliberal, el pensamiento del Che Guevara acerca de la construcción de un discurso diferente y alternativo que desarrolle la conciencia del pueblo adquiere una importancia primordial.
El rol de la educación es, como ya lo había anticipado el Che, una de las bases para la generación de un sistema de nuevo tipo más solidario, más crítico, más constructivo. Ante una realidad en la cual el acceso a la educación resulta cada vez más restringido (ya sea a través del arancelamiento o a partir de medidas que supuestamente enarbolan la "excelencia académica") y la única voz que llega al pueblo es la voz de los vencedores (en términos benjaminianos), encarnada en los medios de comunicación, la salida no parece fácilmente realizable.
En cuanto a lo primero, la educación pública, es claro que América Latina ha ido siendo devastada por las políticas neoliberales que implican una voluntad de adormecimiento de las voces opositoras. Esto da por sentado serios ajustes al presupuesto educativo y a las posibilidades sociales de asistir a los establecimientos. Además, discursos legitimistas de las voces hegemónicas hacen que la educación, en muchos casos, no sea germen de transformación, sino complicidad dogmática.
La educación no es una mercancía, no puede ser concebida como un capital. La educación es un derecho de los pueblos del mundo, es su derecho a la libertad. La responsabilidad de un pensamiento nutrido a partir del legado guevariano y con esperanza de cambio profundo implica, como explica Franz Hinkelammert, valores que interpelan al sistema a partir de los cuales se pueda ejercer la resistencia para intervenir y transformar aquello que se nos impone como natural.
Ya lo decía José Martí: "toda nación será infeliz en tanto no eduque a todos sus hijos".
Es por allí por donde los vencedores aprovechan para hacernos siervos de otros hombres. Contra ellos, el Che Guevara no puede haber muerto. Contra ellos, la educación del pueblo encontrará la independencia.
Mariana Garzón Rogé
principess_ita@yahoo.com.ar