La fotografía era considerada la hermana menor en la familia de las artes. ¿La razón?: su estrecha relación con los medios de prensa y su difusión masiva. Pero a mediados de los años 90, los artistas argentinos comenzaron a utilizarla como herramienta para elaborar sus obras.
Igual que otros procesos culturales, la irrupción de la fotografía en el ámbito del arte se tomó su tiempo para llegar a nuestro país. En los grandes centros culturales de Europa y EE.UU. este acercamiento había comenzado ya en la década del 60.
En Argentina, hasta fines de 1980, la división entre fotografía y artes plásticas estaba perfectamente delimitada en territorios de producción, exhibición y legitimación diferentes.
Por un lado, hay un numeroso grupo de fotógrafos, artistas plásticos, curadores, galeristas y críticos que festejan la disolución de las antes tan marcadas fronteras. En la vereda de enfrente se encuentran fotógrafos, formados en su mayoría dentro de la tradición fotográfica, que argumentan convencidos que “la fotografía es fotografía y arte es arte”.
Dentro del primer grupo aducen que el arte está completamente contaminado y que, en estos tiempos, la fotografía interactúa con otras disciplinas lo que hace muy difícil trazar límites. Del mismo modo, opinan que seguir aferrándose a los cánones de la vieja escuela: estilo documental, en blanco y negro, toma directa sin recorte ni manipulación, es propio de grupos endogámicos. Además enfatizan que existe una enorme cantidad de gente abierta a nuevas miradas, a nuevos lenguajes y a los cruces entre disciplinas con derecho a un lugar para expresarse.
En el segundo grupo, hay quienes expresan que la fotografía es un “arte moribundo” y que, en la actualidad, se la altera con tanta frecuencia y facilidad que no se la puede considerar un registro fiel y fáctico de la realidad. Defienden que lo que diferencia a la fotografía del arte es su visión vinculada con fenómenos sociales y aspectos humanos, lugar donde residiría su identidad.
Entre los mayores valedores de la vigencia de la corriente documentalista en la Argentina, se encuentran varias y prestigiosas instituciones internacionales que premian a la producción fotográfica. Privilegian las elaboraciones relacionadas con el compromiso social y político, dejando a un costado los trabajos cercanos a los patrones del arte contemporáneo.
Quizá fue el documentalismo el primer uso que se hizo de la fotografía, que luego devino en fotoperiodismo a raíz de la invención del fotoreportaje, y ahora busca refugio en las salas de exposiciones ante la crisis de las revistas ilustradas y del fotoperiodismo en general.
No obstante, hay artistas por encima de la profesión de fotógrafos, grabadores o pintores.
Este debate podría entenderse como la tensión entre fuerzas conservadoras y progresistas, la antigua lucha entre innovación y tradición presente a lo largo de toda la historia del arte; y que por lo visto no tiene ninguna intención de terminar.
Marcela Flores
marplate82@yahoo.com.ar
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22 de noviembre de 2024