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La inflación como pretexto para un cambio esperable

Roberto Lavagna fue el arquitecto de la recuperación económica, sin embargo la alta inflación significó un pesado lastre que el presidente no quiere arrastrar.

29 de noviembre de 2005, 17:35.

Por Pablo Ramos

APM/Agencia Taller

pramos@perio.unlp.edu.ar

“Y finalmente, el presidente de la Nación le ha aceptado la renuncia al licenciado Roberto Lavagna y su reemplazo por Felisa Miceli”. Así de escueto fue el jefe de Gabinete Alberto Fernández para anunciar la salida del ministro que Economía, tras una serie de idas y venidas que preanunciaban este final.

Su reemplazante se desempeña hasta este próximo jueves como presidente del Banco Nación, y trabajó para Ecolatina, la consultora que fundase el ahora ex titular de Economía.

La salida de Lavagna del Gabinete se produce en momentos donde retornan a Argentina los fantasmas de la inflación. Tras la salida del sistema de convertibilidad de la moneda, y con el aumento del 200 por ciento en el valor del dólar, la inflación se incrementó en un corto período de tiempo en alrededor del 70 por ciento. Este incremento se produjo en medio de un excepcional rebote de la producción, que inició un trienio de expansión de la economía a tasas del 8 por ciento anual.

Pero como contrapartida, nunca se pudo controlar la inflación. En el Presupuesto 2005 se preveía un incremento del Indice de Precios al Consumidor (IPC) de entre el 8 y el 11 por ciento. Sin embargo, restando un mes para culminar el año, se está muy cerca de superar el techo establecido por el Palacio de Hacienda. Y para el año entrante está prevista una banda similar, aunque la mayoría de los economistas coinciden en que se va a estar por encima de estos guarismos.

La estrategia que llevó adelante el hoy desempleado Lavagna fue recurrir a los acuerdos de precios, como ya hiciese durante su anterior pase por la administración pública durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Con los productores de carne se reunió infinidad de veces y obtuvo todo tipo de garantías de no alteración de precios… y nunca se cumplió. Lo mismo con los productores lácteos.

El presidente Néstor Kirchner redobló su arenga discursiva en contra de los sectores concentrados de la economía. En especial con los supermercadistas. Pero los precios no se estabilizan. Recordemos que por cada punto que sube la inflación, 100 mil personas caen por debajo de la línea de pobreza.

Entonces, tanto el saliente Lavagna como Kirchner tuvieron otro contrapunto sobre qué hacer para controlar la escalada. La posición sostenida por el ex ministro proponía una receta “ortodoxa”: bajar el gasto público (o realizar un ajuste, como más les guste) y aumentar la tasa de interés. Esta postura busca “enfriar” la economía por la vía de limitar el consumo.

Para el presidente, esta postura es inadmisible. Kirchner sostiene, por su parte, que el alza de precios se produce porque la economía trabaja al ciento por ciento de la capacidad instalada, y como la demanda no cesa, los empresarios prefieren producir la misma cantidad e incrementar los precios. Según este argumento, si se estimulan las inversiones, la oferta se incrementaría y los precios deberían estabilizarse.

Ambas posturas son correctas. Pero como en las Ciencias Económicas todo es evitable, menos las consecuencias, cada una de estas visiones acarrea unas secuelas específicas.

Poner un freno a la expansión significaría que la tasa de desempleo comience a crecer de nuevo, y volver a un estado de estancamiento del cual hoy se haría muy difícil salir. Pero esperar el resultado del proceso de inversiones puede estirar el tiempo que la sociedad deba soportar una subida de precios sin una mejora sustancial de los ingresos de las familias.

El presidente tomó una decisión de política económica y echó a quien proponía la solución “ortodoxa”. Ahora, la cartera de Economía va a estar por primera vez en manos de una mujer, quien en algún momento dijo preferir “precios calientes” antes que la “paz de los cementerios”.

Se fue Roberto Lavagna. Había asumido en abril de 2002, cuando Eduardo Duhalde –por entonces presidente- había aceptado la dimisión de Jorge Remes Lenicov, quien pilotease la devaluación del peso y la pesificación –transformación de deudas en dólares a moneda nacional. Tuvo un fuerte encontronazo con el jefe del Estado cuando criticó el manejo de la crisis energética hace un año y medio, se abstuvo de participar de la última campaña electoral y denunció la semana pasada la “cartelización” de las licitaciones llevadas adelante por el Ministerio de Infraestructura. Estas declaraciones significaron su salida del Gabinete nacional.

En su haber, Lavagna va a ser recordado como el ministro que puso a Argentina en la senda del crecimiento y que realizó la mayor renegociación de la deuda pública nacional tras 28 meses en cesantía de pagos. Pero en la columna del debe va a figurar una escalada inflacionaria que corroe el ingreso de la mayoría de la población, una escasa recuperación del empleo y una distribución de la riqueza que no evidenció mejoras palpables.

La agenda que debe resolver su sucesora en el Palacio de Hacienda incluye, antes de fin de año, lograr la sanción del Presupuesto 2006, un posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y comenzar a derrotar a la inflación.

Por lo demás, los pilares sobre los que se sustenta la recuperación económica son banderas sostenidas por el mismísimo presidente: un tipo de cambio competitivo, un alto superávit fiscal y políticas activas. Porque en un país donde el titular de la cartera económica adquiere el carácter de “superministro” y donde disputa el poder con el propio presidente, Kirchner se define como su “propio ministro de Economía”.

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