La guerra contra los mapuche forma parte de los silencios de la historia de Chile. Se mantiene oculta. Y debe ser conocida porque así los chilenos comprenderán los porqué de las actuales reclamaciones mapuches. "Nuestra" historia está recargada de acentos e himnos militares, llena de silencios sangrientos. Pletórica de racismo decimonónico y siglo veinte. Y seguimos adelante. Los gobiernos que sucedieron a la dictadura de Pinochet no han resuelto las demandas mapuches. Mucho se ha discutido en honorables comisiones, pero el Pueblo Mapuche sigue discriminado y como el sector más empobrecido del país.
Cuando leí que el tribunal penal de Angol había condenado a otro mapuche a 10 años de cárcel por "incendio terrorista“, pensé que es tan grande la injusticia que no es posible callar. Otros mapuches tuvieron el mismo castigo. Otros 16 están siendo hoy acusados. El incendio recae, dicen los que acusan, en la ley que penaliza las conductas terroristas. Juan Carlos Huenulao, uno de los últimos condenados, habría incendiado un fundo de la empresa Forestal Mininco. Los condenados, por su parte, exigen el reconocimiento de los derechos del Pueblo Mapuche y, naturalmente, el territorio del cual fueron despojados.
¿Cuántos incendios terroristas ordenó el gobierno y ejecutó el ejército chileno en contra de los mapuches? El protocolo de un documento oficial asegura que aproximadamente 2.000 casas mapuches fueron incendiadas... en una jornada!. Hubo muchas otras. Porque se trató de un genocidio. El siguiente es un documento oficial.
"Seria muy difícil formar un cálculo de las pérdidas sufridas por los indios; incendio de 2.000 casas próximamente, la mayor parte bien provistas de cereales y otros artículos para la subsistencia; consumo de animales vacunos en rancho de las tropas expedicionarias; caballos y yeguas cedidas a los cívicos de caballeria e indios amigos en premio de sus buenos servicios; y ganado lanar muerto con motivo de las dificultades que ofrece su arreo en largas distancias".
"Al tomar la ofensiva en la guerra, se me presentaban dos métodos únicos en emprenderla con provecho: obrar en el territorio enemigo con un fuerte ejército o destacar divisiones poco numerosas, con el objeto de llegar de improviso al punto donde iban mandadas. La elección de uno u otro sistema ha dependido de las circunstancias: tratándose de cortas expediciones a lugares no muy poblados ni distantes, me ha parecido preferible mandar fuerzas reducidas, que haciendo sus marchas durante la noche pueden caer de sorpresa y regresarse antes que los indios alcancen la reunir las fuerzas necesarias para impedirles la vuelta; pero en los casos de expediciones a mucha distancia, para cuya realización se necesita emplear varios días, han marchado las tropas suficientes para repeler toda agresión, sin prejuicio de destacar divisiones, cuyo número se calcula según las circunstancias, para conseguir mejor el objetivo que llevan en vista".
"Las divisiones numerosas pueden recorrer toda la Araucanía sin peligro porque el enemigo huye a su aproximación; pero al mismo tiempo, si se reduce a obrar siempre unidas, los resultados de su excursión son completamente nulos, porque los indios observan de lejos sus movimientos y solo encuentran a su paso casas desocupadas. Para que estas expediciones sean felices, es indispensable mandar fuerzas en todas direcciones a fin de evitar que los enemigos como tienen costumbre de hacerlo, sigan al ejército y ocupen con sus familias y ganados los lugares que acaban de recorrer. Para comprender esta estratagema de los araucanos, conviene tomar en cuenta que, aun conduciendo sus ganados y familias, hacen sus marchas con mayor celeridad que la ordinaria de las tropas".
"He puesto el mayor empeño y tomado las medidas posibles de precaución con el objeto de sorprender partidas organizadas de indios, encontrando siempre el inconveniente insuperable de la más exquisita vigilancia; se ha conseguido tomar de improviso a los habitantes de casas cayendo sobre ellas en la noche o la madrugada, y aun estos casos han ocurrido rara vez; pero las sorpresas intentadas contra araucanos reunidos, nunca han producido resultados felices. Los salvajes, aleccionados por su larga experiencia en la guerra, construyen de ordinario sus ranchos pajizos contiguos a sus grandes y numerosos bosques accesibles solo por estrechísimas y tortuosas veredas transitables con frecuencia únicamente de a pié. Las dificultades con que se tropieza a cada paso en una guerra tan excepcional, hacen imposible terminarla en un corto espacio de tiempo, y justifican el sistema de privar a los indios de sus recursos, empleado por cuantos jefes ha habido en la frontera, como el único medio de traerlos a la paz".
Lo que leyeron pertenece a la Memoria del General en Jefe del Ejército de Operaciones de la Alta Frontera. Santiago, julio 14 de 1869. José Manuel Pinto. Al Señor Ministro de Estado en el Departamento de la Guerra“.
Este informe forma parte de la Memoria del General en Jefe del Ejército de Operaciones en la Alta Frontera, José Manuel Pinto. Está dirigido al Ministro de la Guerra. El contenido es claro. Se presume que el divulgar parte de esta Memoria no es para justificar los incendios o atentados de este siglo. Ni menos los del gobierno y el ejército que conformaron una política terrorista de Estado en contra del Pueblo Mapuche en su conjunto.
Los mapuche fueron objeto en Chile, en la segunda mitad del siglo XIX, de una guerra de exterminio. Se trató de una "limpieza étnica“. La esencia de esa guerra fue racista, pues fue hecha por los "civilizados“ en contra de los "salvajes“. Naturalmente que los conceptos fueron elaborados en Europa. Pues la "cultura chilena“ es maestra de la copia. Desde que los "salvajes“ descubrieron las naves de Colón fueron objeto de atención de los civilizados. Algunos ejemplares fueron llevados. Se sumaron a los productos africanos humanos exóticos.
Los objetivos de la guerra en Chile eran anexionar los territorios mapuches ubicados en La Araucanía y someter a la población mapuche a las leyes chilenas. Para lograr esas metas el gobierno se propuso reducir a los sobrevivientes a la sumisión. Poco se reparó en los medios como lo explica en su informe el general Pinto. Y la tierra conquistada mediante la guerra fue entregada a los "superiores“: los europeos, como lo escribió el general y presidente Bulnes para fundamentar el inicio de la colonización.
Un círculo perfecto: los europeos crean y establecen la diferencia entre salvajes y civilizados, los gobiernos chilenos la hacen suya para fundamentar la guerra y las tierras se entregan a los civilizados, o sea los europeos. Más perfección, sólo la intentó Hitler. En las primeras cinco líneas el general Pinto informa que no sólo se incendiaron alrededor de dos mil casas mapuches sino también se quemaron los cereales y todo medio de subsistencia. Se destruía todo lo necesario para la vida humana. Se buscaba aniquilarlos. No hay otra interpretación posible.
Además, el gobierno y el ejército se robaban los animales vacunos y los utilizaban para alimentar a la tropa. Los caballares los repartían entre ellos y los amigos. Como el ganado lanar no lo podían trasladar, lo mataban. Los corderos y ovejas muchas veces fueron desbarrancados. La forma preferente utilizada en la guerra era el ataque por sorpresa. Nada nuevo, los españoles lo habían empleado siempre. Hernán Cortés, fue el maestro de la traición y el asesinato de madrugada.
Es importante la aclaración que hace el general Pinto: el incendio de los ranchos y de sementeras fue empleado por todos los jefes que operaron en La Frontera. Su predecesor fue el coronel Cornelio Saavedra, que figura en la lista de "héroes“ del Ejército de Chile.
La guerra contra los mapuche forma parte de los silencios de la historia de Chile. Se mantiene oculta. Y debe ser conocida porque así los chilenos comprenderán los porqué de las reclamaciones mapuche. "Nuestra“ historia está recargada de acentos e himnos militares, llena de silencios sangrientos. Pletórica de racismo decimonónico y siglo veinte. Y seguimos adelante. Los gobiernos que sucedieron a la dictadura de Pinochet no han resuelto las demandas mapuche. Mucho se ha discutido en honorables comisiones, pero el pueblo mapuche sigue discriminado y como el sector más empobrecido del país.
Tales son las causas de las acciones que se atribuyen a los mapuche, condenados o enjuiciados por "incendios terroristas“. Si hubiera justicia habría que aplicar la Ley Antiterrorista al Estado chileno que incendió miles de casas y siembras mapuches. Sin siquiera considerar los crímenes y las secuelas de la guerra. La peor consecuencia es que todos los no mapuche se sintieron autorizados para seguir saqueando sus pertenencias, para suprimir sus creencias, para aplastar su cultura, hasta su lenguaje. En consecuencia lo mínimo que debe hacer el Estado es atender las demandas de dicho pueblo. Y no seguir encarcelando.
La publicación de los documentos de la guerra sirven también para conocer el rol de los gobiernos y del ejército chilenos. Es legítimo, en este sentido, asociar a ese ejército de la segunda mitad del siglo XIX con el actual. Centenares de oficiales están bajo proceso. Dígase lo que se diga el ejército chileno es ejecutor de dos genocidios: el del pueblo mapuche, y el de un grupo nacional, el allendismo. En ambos casos cabe la definición oficial de genocidio de Naciones Unidas, pues se trató de "destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal“.
Como resultado de las actuales presiones militares, los jueces están cerrando sumarios y, en esencia, derivando hacia la impunidad. La impunidad significa que en el futuro los militares pueden volver a matar a sus propios compatriotas. El romper de las silencios también permite conocer la esencia política de la derecha. Esa esencia consiste en que para la derecha es más importante el derecho de propiedad (la suya) que el derecho a la vida. Eso lo dijo Thieme, un derechista que bien los conoce.
Parte de la cultura oficial parece circo pobre. Con motivo del Bicentenario han convocado a los chilenos a escribir sus sueños. Esta vez debemos copiar a los "salvajes“. Los convocantes quieren que celebremos el Bicentenario contando sueños, como si nuestra realidad fuera la que vivió el pueblo mapuche en sus peores momentos históricos: aquellos en que sólo pudo soñar, porque la realidad apestaba.
Le copian parte de su cultura mientras los encarcelan. Incongruencia bicentenaria. Por qué mejor no piden la libertad de todos los mapuche presos de una justicia que, al mismísimo tiempo, libera a uniformados conectados a la peor forma del terrorismo, el de Estado. Un gobierno constituido, que avanza hacia la democratización, debería convocar a debates destinados a establecer una relación relativamente más auténtica con la historia chilena. No sólo por un ajuste necesario con la tradición manipuladora, sino porque aún se mantiene la discriminación y el racismo.
Recuerdo haber leído, no en el siglo XIX, sino hace poco en las actas del Senado la intervención de un senador de derecha relativa a la cuestión indígena. Este senador designado, militar por añadidura, de apellido Canessa, se preguntaba con inocencia conmovedora, cómo este pueblo, el mapuche, podía ser tan apocado, tan humilde. ¿Alguien puede creer que un general de la República sea un ignorante de las formas que tuvo la guerra contra los mapuche en los años 60, 70 y parte del 80 del siglo XIX?
Como se trata de un general formado bajo la dictadura de Pinochet y participante directo de esa administración, lo creo perfectamente posible. Sólo hay que sumar o combinar ignorancia y cinismo. Para lograr la sumisión de los mapuche se usó el armamento más moderno del período. Fusiles de repetición, cañones Krupp: la misma firma que suministró de armamento a los nazis. Sigue en funciones. Muy poco espacio tiene lo casual en la política.
Miguel Gómez
Desde Viena
APM/Agencia Taller