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La Nación: Discuten sistemas para evaluar el trabajo de los investigadores

Analizan avances realizados en otros países. Se analizaron en un taller organizado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Afirman que hay que tener en cuenta una "constelación de valores". 

27 de junio de 2005, 14:26.

¿Qué debería premiarse en un investigador: su productividad o la pertinencia de su trabajo, su tarea en la formación de recursos humanos o en la consolidación de su institución, su calidad o sus relaciones con científicos del extranjero...?

Esta pregunta aparentemente inocente admite tantas respuestas diferentes -y es tan determinante para el desarrollo del sistema científico-tecnológico de un país- que se encuentra actualmente en el centro de una de las más encendidas controversias del mundo de la ciencia.

"Nosotros hemos sugerido que en la investigación, a diferencia de lo que sucede en otros programas que utilizan fondos públicos, la naturaleza de lo que se evalúa es cambiante", afirma el doctor Juan Rogers, investigador argentino residente en los Estados Unidos y profesor asociado de la Escuela de Política Pública del Georgia Institute of Technology.

Rogers estuvo recientemente en Buenos Aires para participar del taller "Evaluación de Resultados e Impactos de Políticas y Programas de Ciencia, Tecnología e Innovación", organizado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva para explorar los avances realizados en este tema en otros países.

Oriundo de Río Gallegos (dato anecdótico: su mamá fue maestra del presidente Kirchner), este ingeniero electrónico graduado en la UBA se interesó por los temas de gestión de la ciencia cuando trabajaba como becario del Conicet: "Lo que hacíamos en el Instituto de Ingeniería Biomédica era muy interesante, pero siempre había muchos problemas de contexto -recuerda-. Entonces empecé a leer sobre gestión y filosofía de la ciencia, a tomar la ciencia como objeto de estudio".

Para Rogers, cuando se desarrolla un marco de evaluación en el sistema científico, es imprescindible estudiar sus formas de causalidad. Como ejemplo, menciona el caso de los Estados Unidos, un sistema que funciona sobre la base de la redundancia.

"Se basa en atacar el mismo problema desde muchos ángulos para que alguno funcione -explica-. Pero eso solamente se puede hacer si se dispone de muchísimos, muchísimos recursos. El costo se calcula sobre la base de la oportunidad, no de la relación entre lo que se invierte y lo que se gana. Se trata de una racionalidad más estratégica, pero que en un punto no puede seguir adelante porque los recursos no son infinitos. La ciencia crece mucho más rápido que la economía."

 

Valores en competencia

 

Según el especialista, uno de los importantes obstáculos que encuentra quien quiera evaluar los resultados e impactos de la actividad científica es que tanto la productividad, como la calidad o la pertinencia son valores en competencia.

"Para satisfacer uno a veces hay que sacrificar otro -detalla-; no se pueden satisfacer todos en su máxima expresión al mismo tiempo. Por lo tanto, hay que elegir y hay estrategias que permiten cumplir con algunos valores hasta cierto punto. Determinar los niveles exactos de la estructura de valores que uno persigue es parte del trabajo previo a la evaluación. Por ejemplo, cuando uno mira los patrones de «citas» que generalmente se usan para medir calidad, ve que los artículos muy citados no son necesariamente los de alta jerarquía científica, sino los que prestan más utilidad a los lectores."

Otra dificultad por tener en cuenta es que gran parte del trabajo del investigador no se refleja en sus publicaciones; es lo que ocurre con la formación de recursos humanos.

El modelo desarrollado por Rogers y sus colegas del Georgia Institute of Technology intenta mostrar que existen más valores en juego que los que refleja la bibliometría. Ellos hablan de una "constelación de valores".

"Los administradores de fondos públicos los tienen en mente, de modo que si el sistema de incentivos no está alineado con ellos tenemos un problema -subraya-. Si queremos aumentar el número de investigadores jóvenes, pero que también se dediquen a publicar en revistas internacionales y se ocupen de la solidificación de las instituciones en las que participan, los incentivos tienen que mostrarlo."

Y agrega: "El trabajo interdisciplinario requiere estructuras de incentivos más complejas. Así, el científico tiene más opciones y se puede ver el conjunto de su producción. Nuestra experiencia es que no sólo la formación del individuo es importante, sino que también su experiencia con ciertos equipos y la forma en que hace los experimentos son críticos para la sustentabilidad del trabajo. Es lo que llamamos «conocimientos tácitos». Es muy difícil hacer ajustes en los sistemas de incentivos, pero a veces es indispensable -concluye-. La solución no está en pedirle al individuo que decida estas cosas por sí mismo, sino en diseñar instituciones que le den varias opciones, y que los patrones de carrera se diversifiquen".

* Por Nora Bär, De la Redacción de LA NACION

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