Dentro de algunos años, la supuesta sobreabundancia de médicos en la Argentina podría dejar de ser un problema. Según las últimas cifras del Ministerio de Educación, en los últimos cuatro años disminuyó el número de los nuevos ingresantes en las carreras de Medicina de las universidades nacionales y privadas del país. En las estatales pasó de 13.221 nuevos alumnos a 11.602, y en las privadas, de 1880 a 1277. En 2005 la carrera disminuyó un 9,4% en las preferencias de los aspirantes con respecto a 2004.
En el Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), aunque Medicina encabezó las preferencias para este año, los 6571 estudiantes que se anotaron representan un 7,58% menos que en 2004, cuando la cifra ya había descendido un 3,55 por ciento respecto del año anterior.
Percepción que se extiende
Al buscar razones para el incipiente desaliento, los especialistas mencionan la generalización del cupo de ingreso en las universidades estatales, y una percepción que se extiende: conseguir trabajo como médico no es tan fácil ni tan redituable, y se trata de una carrera extensa y de alta exigencia académica. El discurso público sobre la excesiva cantidad de médicos ayuda a quitarle atractivo a la carrera. La restricción en el ingreso que se debate en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) es la práctica más común en las carreras de Medicina del país, y está explícitamente recomendada en los estándares de calidad que deben respetar estas carreras, aprobados en 1999 por el Ministerio de Educación.
Hay coincidencia entre los responsables de distintas carreras en que la restricción en el ingreso no soluciona los problemas de los chicos para encarar sus estudios universitarios. Señalan que a los cursos orientadores que proveen las universidades debería sumarse una política estatal para incentivar las carreras paramédicas -como Enfermería, Kinesiología, Nutrición- para las que hay un campo vacante en el país. La última universidad estatal que estableció cupo explícito en su carrera de Medicina fue Córdoba: lo calculó en 550 ingresantes. Este año, de los 3853 aspirantes que rindieron sus exámenes de Introducción a la Medicina, Física, Química y Biología, sólo aprobó el 25 por ciento.
El proceso de ingreso empezó en agosto. Hasta diciembre, los interesados pudieron consultar en Internet qué contenidos se evaluarían, con bibliografía y asesoramiento de docentes. En febrero hubo un curso no obligatorio de revisión de casi dos meses y luego 15 días para nuevas consultas. Según contó a LA NACION el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba, José María Willington, el número de aspirantes disminuyó en 400 personas este año. "La elección de una carrera tiene que ver con expectativas laborales, y la gente va tomando conciencia de que Medicina no es una carrera lucrativa. Además, hasta estar habilitado realmente para ejercer pueden pasar entre 9 y 10 años. Y no hay residencias para todos los graduados", dijo.
En la Universidad Nacional de Cuyo (UNCu) existe un cupo de 120 ingresantes desde 1995. "Que entren todos es un criterio inviable. Pero a la mejor calidad de formación personalizada tenemos que agregarle la igualdad de oportunidades: que todo el que tenga vocación y haga el esfuerzo pueda entrar", dijo la rectora, María Victoria Gómez de Erice. Por eso, además de los cursos niveladores, la universidad trabaja con escuelas medias de su región y acaba de elaborar las "competencias básicas" que los chicos necesitan para ingresar en cada carrera, y que pronto publicarán en diarios locales. Según comentó, el sistema de entre 5 y 10 alumnos por profesor colabora a que casi no tengan deserción en Medicina. "Los chicos no se desalientan con el cupo, vuelven a intentarlo un año y otro", dijo. "No se puede discutir si tiene que haber restricciones en el ingreso o no, porque tiene que ver con nuestra capacidad institucional para tenerlos", afirmó.
En la Universidad Nacional de Rosario (UNR) hay examen de ingreso, pero no cupo: los que responden bien al menos 15 de 20 preguntas de una prueba, ingresan. Cada año se presentan unos 3000 aspirantes y entran algo más de 870. El particular sistema de ingreso en la UNR se llama "Instancia de Confrontación Vocacional" y combina distintos ejes. Uno es el trabajo con psicólogos sobre la vocación, "para entender que no es una iluminación instantánea, sino algo que se construye", comentó la decana, Raquel Chiara. Luego tienen un taller sobre el plan de estudios, acerca del perfil de médico que forma la carrera y la modalidad de enseñanza.
Además, mientras cursan el último año del nivel medio, los aspirantes reciben cuadernillos con los contenidos básicos para ingresar, en Química, Biología y Anatomía, y hay un grupo de profesores para consultas -"aunque vienen pocos", dijo Chiara-. Finalmente, cada aspirante pasa entre 20 días y un mes con un tutor médico, para que vean cómo es el ejercicio profesional concreto. "A pesar de las dificultades del ingreso, los jóvenes lo siguen intentando. Buscan una inserción social. Por eso se podrían desarrollar carreras paramédicas, que están en manos de universidades privadas y que no necesitan tanta infraestructura", dijo Chiara. Para la decana, se siente la ausencia de un debate de fondo sobre qué médicos hay que formar en el país. "Muchos profesionales no están capacitados para lo que el Estado necesita. Siempre se ha tendido a la especialización", dijo.
El decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) -donde ingresan 40 estudiantes por año-, Luis Ferreira, cree que un potencial descenso en el interés por Medicina puede deberse a que "es una carrera muy difícil, que no se puede hacer mientras se trabaja, y que dejó de ser redituable: como hay muchos médicos, se paga menos el trabajo", dijo.
Con sello de calidad
En el país existen 26 carreras de Medicina de las que egresan, cada año, algo más de 4700 profesionales. En 2000, todas menos la UBA atravesaron un proceso de acreditación que realizó la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau). Sólo dos alcanzaron el sello de calidad por seis años:las de las universidades nacionales de Tucumán y Cuyo.
La gran mayoría lo recibió por tres años y tuvo que comprometerse a realizar reformas. Las principales objeciones fueron la excesiva cantidad de alumnos, deficiencias en los servicios hospitalarios para las prácticas de los estudiantes, la falta de infraestructura, de docentes con dedicación exclusiva y las escasas actividades de investigación.