-Que necesitaba una silla...
El doctor Francisco "Paco" De la Cruz, reconocido por sus colegas como una de las figuras más destacadas de la física local y uno de los que en la segunda mitad del Siglo XX cimentaron la historia del Instituto Balseiro, no se permite alardes ni siquiera hoy, cuando se encuentra a pocas horas de recibir, en los salones del Museo Nacional de Arte Decorativo, el Premio Fundación Bunge y Born 2004.
La distinción, que se entrega todos los años desde 1964 y en la que lo precedieron figuras de la talla de Luis Federico Leloir (lo recibió antes de ganar el Nobel) y Eduardo De Robertis, consiste en una medalla y una importante suma de dinero.
En esta edición dedicado a la física, será galardonado también con el Premio Estímulo a Jóvenes Científicos el doctor Gabriel Mindlin, por sus importantes contribuciones en la dinámica de los sistemas no lineales, un problema de física matemática que en los últimos años se aplicó al canto de los pájaros y permite estudiar cómo emergen ciertos sistemas en los que interviene el aprendizaje.
La selección de ambos investigadores estuvo a cargo de un jurado integrado por los doctores Daniel Bes, Roberto Perazzo, Reinaldo Gleiser y Mariana Weissmann, de la Argentina; Carlos O. Escobar y Moyses Nussenzveig, de Brasil, y Aron Pinczuk, de los Estados Unidos.
Dos generaciones
De la Cruz y Mindlin son el símbolo de algunas de las más brillantes facetas de la ciencia nacional. Formados en instituciones públicas (el primero, en Córdoba y en el Balseiro; el segundo, en la Universidad Nacional de La Plata) desarrollaron una carrera reconocida internacionalmente.
De la Cruz dirigió durante varias décadas el prestigioso Laboratorio de Bajas Temperaturas del Centro Atómico Bariloche y formó un grupo de referencia en la física experimental latinoamericana.
Llegó al país desde España a los 13 años. "Mi familia escapaba de la Guerra Civil y buscaba nuevos horizontes", recuerda. Fue su madre, alguna vez considerada la maestra más joven de España, quien inspiró en "Paco" el gusto por la matemática (y le permitió obviar la escuela primaria e ingresar directamente en la secundaria).
Mientras estudiaba ingeniería civil, un compañero lo convenció de ir a estudiar a Bariloche. Eran las épocas en que el propio Balseiro -que fue su profesor en casi todas las materias de la licenciatura- iniciaba su proyecto. Allí conoció a su esposa, María Elena Porta, también física, y nacieron sus dos hijos.
"Mi experiencia científica es casi totalmente argentina -subraya-, porque tras un posdoctorado en el exterior, regresamos a colaborar con Balseiro. Así se hizo el laboratorio donde he trabajado toda mi vida. Nos impulsó un joven investigador norteamericano que nos imprimió la idea de que las cosas había que hacerlas bien, seriamente."
En el laboratorio de De la Cruz los científicos estudian qué ocurre con los materiales cuando se acercan al frío absoluto (273 grados Celsius bajo cero). "Al ir enfriándose -explica-, suelen quedarse más quietos. Pero, en contra de lo que creía la física clásica, muy cerca del cero absoluto hay movimientos y van apareciendo nuevos fenómenos. Uno de ellos es la superconductividad, que es lo que he estudiado la mayor parte de mi vida; es decir, la capacidad que tienen algunos metales de dejar circular la corriente eléctrica sin ningún tipo de roce. Es esta característica de la materia la que dio lugar a la tomografía (en la que un imán superconductor está enfriado a 269 grados Celsius bajo cero) y a trenes experimentales que en Japón circulan a 500 kilómetros por hora."
Mindlin, de cuarenta años, nació en Quilmes y vivió en La Plata. Egresado del Liceo Víctor Mercante, que depende de la UNLP, se tomó un año para ver si la física le interesaba y... le gustó. Después de hacer su doctorado en los Estados Unidos, volvió al país y hoy es docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Padre de Iván y de Julia, Mindlin se declara "optimista": "Creo que a mi generación le tocó el papel de mantener la antorcha encendida para los que nos siguen -reflexiona-. Tal vez no vamos a poder hacer la gran ciencia de punta, pero estamos realizando enormes esfuerzos para mantener la excelencia de los recursos humanos y que los que vienen detrás de nosotros puedan hacer las cosas más tranquilos. Si uno piensa las crisis que hemos pasado... y sin embargo el sistema científico se mantuvo a pesar del vendaval. Yo me siento contento y creo que lo vamos a lograr".
De la Cruz, por su parte, afirma: "Siempre he dicho que soy pesimista, y sin embargo he estado convencido de que aquí podía hacer cosas porque, si no, me hubiese ido. Pero creo que si se borra la ciencia argentina no pasa nada. Es lamentable decirlo... Eso no significa que no haya científicos que tienen impacto, pero la contribución es muy baja. Además, un país que produce conocimiento original tiene muchas más posibilidades de ser libre que el que tiene que comprarlo todo, y caro, y aquí la ciencia está muy desacoplada del resto de la sociedad".
Sin embargo, asegura, recibió tanto local como internacionalmente, mucho más de lo que hubiera imaginado.
"No estoy arrepentido para nada de haberme quedado -confiesa-. He tenido muchas recompensas. Me duele, sí, me da congoja, ver que las dificultades que tenemos para que este país sea distinto siguen siendo las mismas con el correr del tiempo. Y no sólo las de las autoridades, que son las principales responsables, sino también las nuestras como sociedad. Si no las modificamos, por más dinero que consigamos todo va a caer en saco roto."