En la Argentina actual no se debate nada: lo único que se negocia y se discute es la ubicación de los candidatos en las listas. ¿No es terriblemente desalentador que vayamos a una elección nacional sin que nadie discuta o intercambie ideas sobre los grandes problemas que conmueven al mundo de hoy? A nuestros principales dirigentes no parece interesarles participar de un debate sobre cómo combatir la pobreza, sobre qué política de exportación agrícola vamos a poner en marcha, sobre la manera en que vamos a financiar la educación o sobre el futuro energético de nuestra Nación.
Repasemos un poco lo que está pasando hoy en el mundo y advertiremos hasta qué punto es grave este desinterés de nuestra dirigencia política por abrir debates sobre el futuro de la República.
Los líderes europeos están discutiendo actualmente la Política Agrícola Común (PAC), acordada en 2003 para regir en el período 2005-2013. Esa política implica para los gobiernos europeos una inversión de 50.000 millones de dólares en subsidios al agro, suma que equivale al 40 por ciento del presupuesto de la comunidad. Esos subsidios benefician sólo al 5 por ciento de su población, sector que produce apenas el 2 por ciento del producto. El primer ministro británico, Tony Blair, opinó recientemente que esa enorme masa de recursos estaría mejor utilizada si se dedicara a "subsidiar" la educación, la tecnología y la investigación.
Es obvio que si Blair lograra avanzar en su propuesta, se beneficiarían rápidamente los países exportadores de productos agrícolas, entre ellos, la Argentina, que sufre pérdidas anuales de alrededor de 2500 millones de dólares como consecuencia de las políticas de la PAC.
¿Estamos los argentinos diseñando hoy alguna nueva estrategia agrícola, en conjunto, por ejemplo, con Brasil? ¿Nos mostramos dispuestos a trabajar con Inglaterra en un tema de notorio interés común, pese a las serias diferencias que mantenemos en otros campos?
El G-8 estuvo reunido, a su vez, para discutir el tema de la pobreza y la ayuda a los países más necesitados. ¿Estamos en la Argentina contribuyendo con estudios o propuestas a ese importante debate? En realidad, de lo único de lo que se tiene noticia en esa materia es del esfuerzo aislado del ministro Daniel Filmus por canjear deuda por educación.
El calentamiento global y el cambio climático son motivo de una discusión que enfrenta a los Estados Unidos con los países europeos, que una vez más sufren un verano con temperaturas récord. La Agencia Ambiental Europea estimó que el promedio de temperatura, que subió un grado centígrado desde 1960, aumentará otros cuatro grados en el próximo siglo. La sequía ya ha producido en España, durante este año, pérdidas de más de 1900 millones de dólares. ¿Estamos en la Argentina investigando con profundidad los obvios cambios que han sufrido nuestro clima y nuestro régimen de lluvias en los últimos años y las consecuencias de dichos cambios sobre las economías regionales?
En el comercio global, los países más desarrollados exigen cada vez más a los exportadores de manufacturas del Tercer Mundo que certifiquen que en sus áreas de influencia se trabaja en condiciones dignas. ¿Está la Argentina haciendo algo para difundir entre las pymes exportadoras la necesidad ética y la conveniencia económica de que se cumpla con esos objetivos?
Bolivia se encuentra sumergida en una de las peores crisis de su historia. Tarija podría declarar su autonomía y, desde hace años, existe una fuerte y creciente influencia de Brasil en toda el área. ¿Cuál es el futuro energético de la Argentina con una Tarija autónoma y con la producción de gas comprometida con San Pablo? ¿No es acaso la apuesta del gobierno argentino a Evo Morales, que carece de seguidores en Tarija y Santa Cruz, perjudicial para los intereses argentinos en el largo plazo?
José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado un incremento en los fondos destinados a investigación para que España pueda alcanzar la media europea. Las universidades inglesas están invirtiendo fuertemente para tratar de recuperar el liderazgo perdido a manos de las universidades norteamericanas de elite, las cuales, a su vez, convocan a sus ex alumnos a incrementar sus donaciones para poder destinar más fondos a la investigación y al otorgamiento de becas. ¿Cómo compiten hoy los graduados y estudiantes argentinos globalmente? ¿Cómo puede hacerse para lograr el apoyo privado a la escuela y a la universidad pública? ¿Cómo pueden eliminarse las barreras que dificultan los cambios que son necesarios para alcanzar una educación de excelencia?
Estos y muchos otros temas deberían ser objeto de intensos debates en esta Argentina que marcha hacia una elección nacional. Pero la dirigencia sólo se muestra interesada en las pequeñas cuestiones de corto plazo y políticamente redituables. ¿No es hora de que algo cambie en la mentalidad de quienes tanto se preocupan por acceder a los cargos públicos de mayor responsabilidad política que existen en la estructura del Estado nacional?