Había un proyecto, una idea, una propuesta que permitía pensar un país mejor y que estaba sintetizada en una consigna: apostar a la educación. Bajo ese lema llegaron a la Argentina Mary Gorman, las hermanas Dudley, Serena Frances Wood y otras sesenta maestras norteamericanas que hacia 1870 contribuyeron a fundar las escuelas normales creadas por Sarmiento, que dieron origen a la carrera docente.
Desde entonces, los maestros fueron considerados como una pieza vital para el desarrollo del país. Pero ese engranaje del sistema educativo, que durante la primera mitad del siglo XX acompañó el progreso nacional, hoy se encuentra en franco deterioro. Deterioro que este año se volvió a reflejar en los reclamos salariales y en las huelgas y otras medidas de fuerza que empañaron el comienzo del ciclo escolar 2005 en al menos quince provincias, y que aún persisten en Santa Fe y en Entre Ríos.¿De qué se quejan los maestros? Aunque las razones del malestar docente no se agotan en la cuestión salarial, lo cierto es que los números ayudan a poner el tema en perspectiva: el 70 % de los docentes hoy está por debajo de la línea de pobreza. Aun con el anunciado aumento (“ningún maestro cobrará menos de 700 pesos”, viene de anunciar el presidente Kirchner), los maestros de este país ganarían menos de lo que el mismo Estado considera que una familia tipo necesita para vivir relativamente bien en la Argentina. Y es que según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en febrero último, el costo de la Canasta Básica Total, que incluye bienes y servicios como transporte, educación, salud y vestimenta, fue de 769,54 pesos. Cifra que excede en 69,54 pesos el aumento anunciado por el Gobierno.
Pero además, el 46,6 % de los maestros trabaja en escuelas que debido a las malas condiciones edilicias (aulas super pobladas, falta de calefacción, mala iluminación, etcétera) no son del todo aptas para la enseñanza, según las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Unesco. Las datos surgen del último informe realizado en el país por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera) que pese a tener algunos años mantiene plena vigencia, según informa Hugo Yaski, secretario general del gremio.
De todos modos, ¿por qué, pese a los aumentos anunciados, el gremio docente sigue en alerta? Porque los aumentos otorgados por el Gobierno son en negro, es decir, los docentes percibirán ese incremento como sumas no remunerativas. El día que se jubilen, el sueldo de referencia no será 700 pesos. Ese es hoy el nudo central de este conflicto sin fin que amenaza con propagarse en distintas jurisdicciones.
Tras los anuncios, los maestros de todo el país cobrará 700 pesos. Pero es necesario conocer el mosaico de desprolijidades del salario docente en todo el país para entender por qué el ritual escolar del comienzo de clases en la Argentina incluye, además de la compra de útiles y guardapolvos, la renovación del conflicto docente.
Según datos provenientes del mismo Ministerio de Educación (no de la oposición), el salario de bolsillo promedio de un maestro con diez años de antigüedad es de apenas 559 pesos. Si a este importe se le descuentan los 110 pesos del incentivo docente, que es una cifra que se cobra en negro, el salario testigo del maestro se ve reducido a 449 pesos. Precisamente sobre esa cifra se hacen los descuentos correspondientes. Al finalizar la carrera, un docente podrá jubilarse con el 82 % de su salario, algo así como 368 pesos, siempre tomando en cuenta el sueldo testigo de 449. Y esto gracias al decreto presidencial firmado hace tres semanas que elevó el porcentaje de la jubilaciones del 50 % al 82 %. El tema se complica aún mas en provincias como Corrientes, donde el salario testigo de los maestros es de 366 pesos; en Jujuy, donde cobran 367 pesos; en Misiones, donde perciben 384 pesos y en Chaco, donde los docentes sólo reciben 366 pesos mensuales, por nombrar algunas jurisdicciones críticas.
Sin embargo, lo urgente, como siempre, oculta lo importante. Si en algo coinciden los especialistas en educación es que el malestar docente no empieza ni termina con el problema salarial, porque lo que se ha depreciado no es sólo el sueldo sino también la profesión. Mariano Narodowsky, pedagogo y autor de libros fundamentales de su especialidad, sostiene que la crisis en la docencia se debe a que hoy el maestro ya no es percibido como el único portador del conocimiento. "Los docentes hoy tiene que competir con agencias de información, Internet, la televisión y los diarios".
Juan José Llach, economista y ministro de Educación durante el gobierno de Fernando de la Rúa, encuentra en los números una buena manera de hablar sobre qué significaba antes y qué significa ahora ser maestro en la Argentina: los sueldos de los maestros hoy representan la mitad de lo que cobraban los docentes en el año 1914, cuando la educación estaba en el pináculo de la política nacional y la maestra normal era una de las figuras más entrañables y a la vez prestigiosas de la vida social.
El crecimiento de la pobreza y el desempleo, además, favoreció una tendencia que no se había registrado antes: si el perfil del maestro de escuela era el de un profesional de clase media, con buena preparación cultural, hoy llegan para iniciar la carrera docente alumnos provenientes de las clases populares que acaban de terminar la escuela secundaria o el polimodal en colegios que no pueden garantizar una buena formación. Ante la incertidumbre que genera el mundo laboral "se meten a policía o a maestro", dos profesiones que todavía brindan una cierta estabilidad.
"En todo esto hay un fenómeno de ascenso social y cultural de personas que antes trabajaban en otras actividades y que ahora son maestros. Eso no está mal, pero hay que lograr que la carrera sea atractiva para jóvenes que tienen un gran bagaje cultural", dice Llach.
Si la crisis económica cambió el perfil de los nuevos maestros también cambió la realidad de las aulas e hizo aún más evidentes las carencias de formación. "Los maestros reciben una buena formación, pero cuando egresan de los institutos terciarios se encuentran con realidades sociales que los superan. Lo que aprendieron en las aulas muchas veces no puede ser aplicado por las adversas condiciones en que dictan clase. Por eso para rejerarquizar la formación docente es necesario hacer algunas reformas de base y conectar la carrera con la práctica", dice Estella Maldonado, secretaria adjunta del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba).
A largo plazo
Frente a este panorama, los especialistas coinciden en que rejerarquizar la docencia será una tarea a largo plazo. Tarea que tendrá que reformular la formación y capacitación docente, dos de los engranajes que hoy son vistos como "deficientes" por la mayoría de los actores sociales del sistema educativo. Porque, más allá del background con que empiezan los nuevos aspirantes a maestros, el problema parece estar en la formación, que no está a la altura de los desafíos educativos que esperan a los docentes del tercer milenio.
Experiencias como la del Estado de San Pablo, en Brasil, que tiene una matrícula de 10 millones de alumnos equivalente al total de chicos que pose el sistema escolar de toda la Argentina, señalan que para mejorar la educación es necesario que el docente pase por la Universidad. Allí, la formación del maestro demanda unos intensos cuatro años de cursada en las casas de altos estudios.
Para Silvina Gvirtz, directora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, es necesario que los institutos terciarios se acerquen a las facultades. "El conocimiento se genera en las universidades, por eso tarde o temprano es bueno que los maestros tengan una capitación universitaria".
Sin embargo, otros especialistas aseguran que el pasaje de la formación docente a un nivel universitario podría extender más la brecha que existe entre la teoría y la práctica. "Hay en el país 1190 institutos de formación (públicos y privados) diseminados en las distintas provincias y en la Capital Federal; esto permite que los chicos que tienen vocación puedan ingresar a la carrera, algo que se dificultaría si tuvieran que ir a la universidad, pues implica gastos extras como viajes y alquileres de departamentos en las ciudades donde tienen sus sedes las facultades", dice Alejandra Birgin, directora nacional de Gestión Curricular y Formación Docente del Ministerio de Educación.
La funcionaria asegura que este año la cartera educativa nacional invertirá 28 millones de pesos en formación y capacitación docentes. "Queremos hacer profundas reformas. Este año hemos seleccionado 200 institutos terciarios para concentrar todos nuestros esfuerzos y dotarlos de bibliotecas y laboratorios de computación. Queremos que esos establecimientos, seleccionados estratégicamente en distintas partes de todas las provincias, sean faros que iluminen la formación del maestro y a su vez estén vinculados a las escuelas de una manera que sirvan como centros de capacitación de maestros que ya están trabajando", dice Birgin.
La capacitación docente es otra de las áreas que debe ser reformulada. Yasky apunta una vez más a la responsabilidad del Gobierno: "Hace falta una capacitación permanente. El maestro no puede estar desactualizado, pero para invertir en cursos y seminarios hace falta dinero y con los sueldos actuales eso no se puede hacer. El gobierno debe entender que la rejerarquización del docente pasa principalmente por una mejora salarial, que motive el ingreso y la permanencia en la docencia. No puede ser que por un lado se invierta en becas con la idea de incentivar el ingreso a la carrera y que, por el otro lado, se paguen sueldos muy bajos que desalientan a cualquier chico que pretende ser un profesional de la educación", dice.
Precisamente el año último, el Gobierno puso en marcha un ambicioso plan de becas para captar a los jóvenes que egresaban de la escuela secundaria con los mejores promedio. El programa -y tal vez la carrera docente- no despertó el suficiente interés y sólo se pudo completar un cupo mínimo de 1000 becados. Muchos de los aspirantes que se presentaron durante el 2004 no reunían las condiciones mínimas exigidas por el Ministerio de Educación (buen promedio, por ejemplo), así que este año los responsables del área decidieron bajar la exigencia y de esta manera pudieron otorgar subsidios a unos 1500 chicos, 50 % más que el año anterior.
Según Llach, hay que pensar la capacitación con otra mirada. "El sistema actual es un supermercado de cursos. Es cuestión de conseguir un certificado para poder acreditar que el docente se capacitó. Eso se tiene que terminar y debe ponerse en práctica un sistema que atienda las prácticas y problemáticas concretas que tiene cada escuela", dice.
La rejerarquización de la tarea docente también es un tema de permanente preocupación para el Ministerio de Educación y el titular de esa cartera, Daniel Filmus, adelantó a LA NACIÓN que sus equipos técnicos están trabajando en la redacción de una Ley de Financiamiento de la Educación que permitirá elevar la inversión educativa del 4 al 6% del Producto Bruto Interno (PBI), lo que significará una inyección de 9000 millones de pesos para mejorar el salario de los docentes y la calidad de la educación.
Narodowsky admite que, si se concreta una inversión del 6 % habrá que celebrarlo, pero desconfía de esos anuncios "pues el año pasado la mayoría de las provincias que se había comprometido a respetar un mínimo de 180 días de clase, no lo hizo. La década del 90 nos enseñó que no siempre más gasto en educación trae buenos resultados. Hay que saber invertir y para eso tiene que haber un proyecto educativo en el que se determine qué es lo mínimo que se puede gastar por alumno y por escuela. Así se asegura una distribución equitativa", indica.
Si bien el 6 % del PBI al que pretende llegar el gobierno es importante y está en relación con las inversiones que hacen los países del primer mundo, para Gvirtz es insuficiente. "Ese porcentaje es una cifra considerablemente aceptable para países donde el sistema educativo funciona correctamente. Aquí, la educación está en crisis y para revertir esa situación hace falta por lo menos una inversión del 8 %", concluye.
Aunque nadie puede saber cuánto se tardará en revertir la crisis educativa, los especialistas en el área coinciden en que sólo invirtiendo más fondos y desarrollando una política a largo plazo se puede lograr una mejora. "El sistema educativo no se va a recuperar en menos de 12 años -dice Llach-. Ese es el tiempo mínimo que demandará formar una nueva generación de alumnos y de docentes que contribuya a renovar el sistema educativo y a forjar un nuevo país."