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La Nación-Domingo 2: La UBA elige rector y define su rumbo

Tras una campaña con poca discusión de ideas, cuatro candidatos aspiran a conducir la sede donde estudian 300.000 alumnos

El rumbo de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la casa de estudios superiores más poblada e importante del país, durante los próximos cuatro años, estará pasado mañana en manos de 236 profesores, graduados y alumnos.
 
Quien resulte elegido como rector, y la gestión que encabece, serán responsables del futuro de más de 300.000 estudiantes, casi 29.000 docentes y 10.000 no docentes, 40 institutos de investigación y un presupues! to de algo más de $ 470 millones.
 
La asamblea universitaria, que se reunirá pasado mañana, desde las 9, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, elegirá al nuevo rector en un escenario dividido entre un candidato que hasta ahora concentraría las voluntades mayoritarias -Atilio Alterini- y otros que se le oponen -Guillermo Jaim Etcheverry, Fernando Vilella y Pablo Jacovkis-, pero con apoyos inciertos.
 
Lejos del debate sobre proyectos académicos o científicos para la universidad -prácticamente ausentes-, las alineaciones políticas no son la marca reconocible de casi ningún grupo y, por eso, las lealtades se vuelven más volátiles.
 
Los aspirantes
 
El candidato con mayores posibilidades es Alterini, decano de la Facultad de Derecho, al frente de un grupo heterogéneo, conformado por radicales -varios ex Franja Morada, hoy casi en extinción con ese nombre-, peronistas e independientes, con el apoyo de ocho facultades y la minoría de dos más. Su! s partidarios hacen cuentas y aseguran que tienen los 119 voto! s sufici entes para ganar en primera vuelta.
 
Del otro lado se presentará nuevamente el rector Jaim Etcheverry, que prefiere no buscar apoyos "en campaña", sino "esperar a que hable la asamblea".
 
La izquierda, en tanto, aglutina a las facultades de Ciencias Sociales y a las mayorías de Filosofía, Ciencias Exactas, Arquitectura y, aunque algunos lo ponen en duda, Agronomía.
 
Se disputan sus votos Vilella y Jacovkis, ex decanos de Agronomía y de Ciencias Exactas, respectivamente. No se descarta, sin embargo, que en estos días surja otro candidato. Se menciona al decano de Ciencias Sociales, Federico Schuster, y hasta alguna figura externa a la UBA.
 
Las candidaturas de última hora, testimoniales o con posibilidades, no son extrañas en la lógica electoral de la UBA. En la última elección, en 2002, el radicalismo propuso al economista Aldo Ferrer a días de la asamblea que eligió a Jaim Etcheverry.
 
Escenarios
 
Quienes se oponen a Alterini! afirman que representa el regreso al poder del estilo de gestión "shuberoffista", emparentado con las prebendas y el reparto de cargos. Desde la izquierda se le objetó públicamente en los últimos días el haber sido juez y funcionario de la municipalidad porteña durante la última dictadura militar. Alterini rechazó las acusaciones por "inexactas y maliciosas", destinadas, según dijo, a "eludir la discusión de proyectos".
 
Los partidarios de Alterini saben que sus posibilidades de imponerse aumentan en una primera vuelta. Si no alcanzara la mitad más uno de los votos y debiera convocarse a una segunda asamblea, el escenario podría favorecer a otro candidato, que podría ganar con la mitad más uno de los presentes. A toda costa, la lista de Alterini quiere evitar ese escenario de negociaciones, que podrían conducir al triunfo del menos pensado.
 
Por eso, en estos días se preocuparon por pedir al rectorado que asegure "condiciones normales" para el desarrollo de l! a asamblea, ante el temor de que agrupaciones estudiantiles de! izquier da organicen manifestaciones que puedan impedir su realización. Por ahora, los estudiantes ya anunciaron su voluntad de movilizarse "para repudiar la candidatura de Alterini por colaboracionista de la dictadura".
 
La asamblea, que sesionará en el salón de actos del colegio -donde no habrá clase- está formada por los 15 miembros del Consejo Superior -cinco por cada claustro-, los decanos y consejeros directivos de las trece facultades.
 
Antes de elegir al nuevo rector, la asamblea deberá decidir si modifica la forma de votación para que no sea a viva voz, sino que cada asambleísta deposite su voto en un sobre con su nombre, que luego se abra y se lea públicamente.
 
Cada candidato tendrá media hora para exponer su plataforma. Será, en rigor, la primera vez que se podrán escuchar propuestas, tras una campaña electoral que careció prácticamente de presentación de proyectos y en la que las plataformas que se conocen resultan, además, muy similares.
 
El análisis de la noticia
Una agenda sin debates de fondo
 
No muchos esperan que la vida académica cotidiana de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se modifique con el cambio de rector que se avecina. La carrera electoral transcurrió prácticamente sin debates de proyectos concretos, con plataformas enviadas por correo electrónico y por correo ordinario que resultan, además, muy similares entre sí.
 
Con énfasis diferente, los candidatos mencionan la necesidad de reformular el ciclo básico común (CBC), acercar la UBA a las necesidades del país, vincularla más con la escuela media, modificar la sit! uación de los docentes ad honórem y generar recursos propios sin resignar la autonomía.
 
Sin embargo, es probable que para la mayoría de los estudiantes y profesores la campaña haya pasado inadvertida. Es otra señal de la distancia que progresivamente se ha instalado entre las autoridades y los ciudadanos comunes en la universidad más grande y prestigiosa del país.
 
Jaim Etcheverry llegó al rectorado en 2002 tras 16 años de gestión de Oscar Shuberoff y se impuso por contraste. Tomó decisiones que transparentaron y ordenaron la gestión, redujo gastos en el rectorado, promovió los retrasados concursos docentes y modificó reglamentos de votación para hacerlos menos proclives a las presiones. Sobre todo, renovó la autoridad moral y académica del cargo. "Jaim no usó el poder para favorecer a una facultad o perjudicar a otra", reconoció un consejero superior que no lo votó.
 
Sin embargo, en su afán por diferenciarse y no "hacer política", tampoco construyó un! espacio político propio; perdió muchos de los apoyos que le p! ermitier on llegar al rectorado y se mostró solo frente a las decisiones de gestión.
 
"No construyó otra lógica de poder, lo que hizo que se profundizaran las diferencias y la fragmentación entre las facultades. Gestionar la UBA no es una construcción individual, sino colectiva. Jaim Etcheverry no se puso al frente de los problemas, los dejó en manos de las facultades. Muchos pensamos que ésta fue una oportunidad perdida, porque se podrían haber cambiado cosas de fondo", dijo un decano a LA NACION.
 
La oposición se construyó, entonces, entre desencantados del rector, radicales que no lo habían votado, peronistas e independientes, muchos con experiencia en el poder universitario, en un espacio heterogéneo cuyas posibilidades de gobernar, de llegar al rectorado, deberán vérselas con esta diversidad.
 
La izquierda, según palabras de varios de sus integrantes, no supo construir otra opción de poder. Sigue fragmentada, aunque en su panorama diverso se ubican dirigente! s que podrían encabezar una oposición diferente. Son, además, más jóvenes. El natural paso del tiempo podría empujar algunos cambios.
 
Los debates de fondo, los que pueden tener consecuencias en la vida cotidiana de profesores y estudiantes, no parecen estar en la agenda. Por ejemplo, la conveniencia de mantener la estructura elefantiásica de la UBA o pensar en modificarla; el sistema de representación, que da un gran poder a un grupo pequeño de profesores concursados; las funciones de las facultades y las que debe centralizar el rectorado.
 
"La gestión que viene es un misterio", dijo un asambleísta que confía en que ganará Alterini. Coincide con quienes piensan que el modo en que un candidato se imponga -por mayoría en primera vuelta, o como fruto de negociaciones de último momento- afectará su margen de maniobra en el poder, que ha quedado cada vez más fragmentado entre las trece facultades, y no en partes iguales.
 
Un marco de crisis política ! y económica, posterior recuperación y moderado optimismo acomp! añó los últimos cuatro años de la UBA. Sin embargo, la defensa contra un gobierno que se veía amenazante, como era en los 90, se cambió por un Ministerio de Educación más abierto, inclinado al diálogo y con más recursos disponibles. Los más críticos afirman que esa oportunidad no se aprovechó.
 
Ahora, mientras en la cartera educativa se afirma que las autoridades nacionales se mantendrán prescindentes en la elección, hay quienes ven, en las cercanías del presidente Néstor Kirchner, voluntad de debilitar la candidatura de Alterini, a quien no se vería con buenos ojos.
 
Serán 236 personas, sin embargo, las que tengan la última palabra. Frente a una UBA fragmentada, hay desafíos pendientes que son comunes. Algunos de ellos: acompañar las necesidades de estudiantes con más dificultades económicas y con menos herramientas intelectuales; transparentar los mecanismos implícitos de selección que existen para quienes quieren ingresar, y ayudarlos a graduarse en tiempo, exigenci! a y forma.
Por Raquel San Martín De la Redacción de LA NACION

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