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La Nación-Domingo 21: Editorial II: Por el bien de nuestra ciencia

La semana última se anunciaron los nuevos aumentos salariales para los investigadores del Conicet. De acuerdo con este incremento -de un 23 por ciento, retroactivo al 1° de julio último, que beneficiará a más de 10.000 científicos y técnicos de todo el país- el salario más bajo asciende ahora a 1955 pesos y el más alto, a 4497; la medida alcanza también a los becarios doctorales y posdoctorales, que recibirán un sueldo mínimo de 1220 y 1473 pesos, respectivamente.

23 de agosto de 2005, 14:20.

En un país donde el sueldo mínimo, vital y móvil ronda apenas los 600 pesos -ni pensar en el mercado negro, donde todo es mucho más vil-, las sumas mencionadas no son despreciables, seguramente, aunque están muy lejos de lo que merecen los beneficiados, sobre todo si se comparan los sueldos de los científicos argentinos con los que reciben sus colegas en países tan cercanos como Chile y Brasil, donde como mínimo los triplican, lo que convierte al jardín del vecino en algo sumamente atractivo para los investigadores más jóvenes, que en muchos casos siguen emigrando hacia estos y otros países.
Este incremento, de todas formas, llega en un momento oportuno y ratifica una política concreta del Gobierno en su apoyo a la investigación y a los investigadores, una actitud que tiene su correlato en el mundo científico, porque sus integrantes pueden contemplar ahora la idea de volver a hacer ciencia en la Argentina, algo que tres años atrás era impensable, sobre todo para los que estaban en el exterior gozando de una posición imposible de equiparar para nuestro país.
Sin embargo, en la última semana de julio, en la sección Ciencia/Salud de este diario, se señaló que el diseño del presupuesto de 2006 para el Conicet, a cargo del Ministerio de Economía, estaría indicando que posiblemente no sólo no iba a aumentar, sino que hasta corría peligro de ver mermados sus fondos disponibles para hacer frente a sus obligaciones. El presupuesto del organismo se distribuye en tres rubros: sueldos; becas y proyectos, y mantenimiento de institutos. Lo que resta, que es una cifra muy pequeña, va para la compra de instrumental, aunque hace muchos años que no se reequipa.
Ahora bien, ¿qué sucederá en 2006, cuando según los cálculos deberían ingresar en el Conicet 1500 nuevos becarios, si, finalmente y de acuerdo con las cifras que se manejan en Economía hasta ahora, el organismo recibirá alrededor de 200 millones menos de lo que necesita y por lo menos dos millones menos que este año?
Es de esperar que Economía haga sus cálculos y logre finalmente cerrarlos como corresponde, y que el Conicet y nuestros científicos reciban la parte del presupuesto que necesitan y merecen, estimado por los especialistas en por lo menos el 1 por ciento del PBI. Porque no sería la primera vez que una incipiente política de Estado se vea malograda porque las cuentas aparentemente no concuerdan con las cifras ideales de los técnicos.
Si alguna duda queda todavía de lo que importan para el desarrollo de un país la educación y la inversión en ciencia y tecnología, conviene recordar la reciente experiencia de Corea, un país con el cual podemos compararnos y que, en los últimos 40 años, ha experimentado un crecimiento económico apabullante. Como dato ilustrativo, hay que recordar que en 2003 había allí 297.000 personas dedicadas a las actividades de investigación y desarrollo -198.171 eran científicos, alrededor de siete por cada mil personas económicamente activas-, y que ese país invierte anualmente unos 19.400 millones de dólares en ciencia, es decir, el 2,64 por ciento de su PBI, una cifra que va en aumento año tras año. Un país serio y un ejemplo que deberíamos seguir

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