Recurrir a la solidaridad de los graduados es una buena idea y merece ser apoyada. ¿Qué mejor que ellos para saber de las bondades de la preparación recibida y, también, de las dificultades por las que puede pasar un alumno capaz que carece de los recursos económicos suficientes para proseguir sus estudios? Además, el rector de la UBA, Guillermo Jaim Etcheverry, ha expresado que también se busca que los ex alumnos se vinculen nuevamente con su universidad dentro de una cultura de apoyo a la institución. \"No es cierto -puntualizó Etcheverry- que la universidad esté desvinculada de la sociedad; está ligada a través de sus jóvenes: ellos son los que justifican nuestra actividad y la razón de este esfuerzo\".
Pero es evidente que esta apelación, por importante que sean sus resultados, no logrará rescatar a la UBA del \"desfinanciamiento crónico\", sobre todo si, como su rector declaró a este diario el miércoles último, está \"relegada dentro del sistema universitario argentino\" -recibe el 17 por ciento de los fondos y sus recursos alcanzan a 397 dólares por alumno, mientras el promedio para todas las casas de estudio es de 526 dólares por estudiante- y siente que peligra su autonomía frente a pautas fijadas por el gobierno central para orientar la futura distribución de recursos.
El hecho de que muchos de los últimos éxitos de científicos y médicos argentinos hayan sido protagonizados por graduados de la UBA echa por tierra la mera insinuación de que su realidad universitaria no se compadece con las necesidades actuales de la Argentina. La autonomía universitaria, por el contrario, contribuye y beneficia la tarea de los investigadores y no debería, a esta altura de la historia de las instituciones educativas argentinas, ponerse en tela de juicio.
Pero un tema que sería importante que las autoridades de la UBA reconsideren una vez más es el del arancelamiento universitario. No se trata de imponerlo de manera obligatoria, sino imitar lo hecho en su momento por la Universidad Nacional de Córdoba, cuando el doctor Francisco Delich era rector. El arancelamiento optativo demostró ser una salida interesante y, sobre todo, posible.
Sin dejar de lado la campaña \"Graduados por más graduados\" ya comentada -y de cuyo poder de convocatoria no hay por qué dudar: apela justamente al espíritu solidario que los estudios terciarios han sabido desarrollar en muchos profesionales-, convendría volver a poner sobre el tapete el arancelamiento universitario, independientemente del seguro rechazo que provocará en más de un representante estudiantil. Es hora de encarar estos temas con seriedad y responsabilidad, porque de esa actitud depende el futuro del país que tanta veces se reclama buscar.